XXI. The artist is present

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"A las 20:00 en la puerta del campus."

El mensaje terminó por llegar, por supuesto, claro y conciso, como mi delegado.

Y aquí estoy yo, en ese momento previo a la cita en el que parece que la cantidad de prendas que guardas en tu armario es insufriblemente insuficiente para dar la talla en la cita que está por venir.

Aunque tampoco es cuestión de perderse a uno mismo. Si a mi acompañante le exijo sinceridad, lo menos que puedo hacer es lo mismo.

Pero un poquito de rímel y un tono rojo para los labios no van a hacer daño a nadie. 

En fin, salgo de la residencia un cuarto de hora antes rumbo a la puerta con el fin de evitar ese incómodo momento en el que la otra persona te pilla acercándote y te mira y tú no sabes donde mirar a la par que te sientes observado. 

Es horrible.

Por ello, mejor llegar antes y ahorrarme tal situación.

Estoy mirando el móvil distraída, sin terminarme de fiar de que esto vaya a salir bien, esperando un mensaje de cancelación, quizá una llamada. 

Pero al levantar la vista hay una figura en nuestro lugar de encuentro, y he decir que lleva una chaqueta que me resulta bastante familiar. 

- Buenas noches.

Se toca el pelo a la par que me saluda; por supuesto, su mano continúa rumbo a los pendientes de su oreja.

Parece que Romeo está más nervioso de lo que aparenta.

- Buenas noches.

- Llegas pronto.

- Tú también, más pronto que yo, incluso. 

- No quería hacerte esperar, ¿vamos? 

Sabe de sobra que soy una persona sumamente puntual, no en vano, son muchas las tardes que quedamos previas a mi mudanza. Citas en las que parecía que competíamos por ver quien hacía esperar menos al otro, encontrándonos a horas ridículamente tempranas teniendo en cuenta el la hora fijada. 

Parecía que el reloj jugaba en nuestra contra entonces.

Ahora son los secretos.

Pero cuando nuestras miradas se cruzan mientras caminamos, podría afirmar con total certeza que volvemos a ser nosotros. 

Nos acercamos a la zona del Snake Room y por un momento me temo lo peor. 

- ¿Dónde vamos? 

- Es una sorpresa. 

- Sabes de sobra que no me gustan las sorpresas. 

- Dame el capricho, tengo que recuperar puntos contigo.

- Quizá este no sea el camino más adecuado.

- Oh, yo creo que sí. Hemos llegado.

Estamos parados delante del gimnasio y yo no sé qué decir.

Nath saca un manojo de llavea del bolsillo y abre las puertas.

Me deja pasar como el caballero que es (o que finge ser).

Y lo que me encuentro, definitivamente, me deja sin palabras. 

Al lado del ring de boxeo hay una mesa apenas iluminada con algunos de los focos de la sala principal del gimnasio. Sobre ella, unas bolsas de las que sale un olor apetitoso.

Aunque pueda parecer mentira atendiendo al sitio en el que nos encontramos, el ambiente es acogedor y agradable.

Y la compañía aún mejor. 

Rewrite [Nathaniel, Corazón de melón]Where stories live. Discover now