Capítulo 20

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El otoño por fin se hacía presente nuevamente en el país británico, opacando poco a poco el reconocido y verdoso paisaje de la mansión Greengrass. Sin embargo, se desarrollaba otro día normal en la gran edificación. Una persona avezada a la tranquilidad del hogar quizás no pensara lo mismo, probablemente pensaría que era un mal día al escuchar las déspotas órdenes de la señora del lugar, quien estaba furiosa por el fracaso de conquista de su hija menor; una acostumbrada rubia solo rodaba los ojos y salía tranquilamente de la casona para disfrutar su día en otro lugar, y el patriarca de la familia se encontraba ocupado en su insonorizado estudio. La pelinegra mayor aun no podía creer que su princesa había sido rechazada sin ningún miramiento por parte del codiciado rubio, ella quien era considerada una joven de exquisita belleza al igual que su hija mayor, con un porte y sofisticación que hasta la mismísima realeza envidiaría. Pero lo peor había sido cuando Astoria le había relatado como también había rechazado su patrimonio familiar como si fuera nada, dando a entender que la fortuna Greengrass era una nimiedad. ¡Una fortuna valorada en millones de euros y que aún estaba en ascenso!

—¡Son unas estúpidas! ¡Ni siquiera sirven para limpiar una mesa! —gruñó mientras quitaba una línea de polvo ficticia con su erguido dedo.

"Draco no es el único buen partido del país, querida, nuestra princesa puede encontrar a otro sin problemas" le dijo su marido al verla furiosa y a su hija llorar desconsolada en su regazo.

Pero que iba a entender su esposo de sus aspiraciones sociales, de la importancia y del poder que adquirían aún más al unirse a una familia tan influyente como los Malfoy. Su hija no merecía a cualquier esposo, ella no merecía cualquier yerno, ellas merecían al mejor. Y si Astoria no pudo lograr tal hazaña, ella lo haría.

Mientras Margareth seguía refunfuñando en contra de la servidumbre y cavilando su plan, Astoria chillaba histérica por teléfono mientras hablaba con su nueva amiga sobre su fallida visita. Después de unos largos minutos de relato, y alguna que otra exageración, solo el silencio se produjo al otro lado de la línea.

—¿Todavía estás allí?

Un breve momento pasó antes de escucharse la respuesta de su amiga, pero esta vez su voz no sonó alegre o amable como otras veces, sino con un desconocido tono sombrío. Pero la pelinegra decidió omitir ese detalle, a fin de cuentas, lo que importaba en la conversación era lo ocurrido con ella.

—No me habías comentado de tu plan.

—No lo creí necesario —replicó con indiferencia—. Te lo iba cuando a contar cuando obtuviera mí triunfo. Cosa que no ocurrió —agregó con amargura.

Te lo mereces por haberte desnudado frente a él como a una cualquiera.

Astoria abrió los ojos desmesuradamente por la sorpresa para luego darle paso a la indignación—. ¿Disculpa?

—Es decir... —se escuchó una gran inhalación y exhalación antes de seguir con su comentario—. Eres una chica de buena familia, sofisticada, con clase. ¿No crees que Draco, con tu acción, ahora te considere una chica que seduce a quien sea con dinero en vez de una chica enamorada?

—No creo que Draco... —la pelinegra quedó pensativa un momento para luego asentir pesarosa, inconsciente de que su amiga no la estaba viendo—. Quizás tengas razón. ¿Será por eso que me rechazó?

—Eso es obvio, querida. Mostrarte de esa forma ante él solo le dio a entender que, sin ánimo de ofender, eres una chica fácil. ¿Y qué hombre quiere que su esposa sea así de... accesible?

—¡No! —chilló horrorizada—. ¡Él no puede pensar eso de mí! ¿Y ahora qué hago?

—Simple. Discúlpate con él, asume que fue un acto desesperado e inmaduro de tu parte, aclárale que ese tipo de comportamiento solo ocurrió con él y, que si no hay oportunidad entre ustedes, que deseas ser su amiga.

Dulce PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora