4. Josephine

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A la mañana siguiente, el príncipe despertó en su cama, con el pijama ya puesto. Era bastante temprano, lo dedujo porque el alba recién comenzaba a asomar por las montañas. Adoraba ser el príncipe, pues tenía los privilegios de la reina que no todos los aldeanos tenían, pero no debía hacerse cargo de tantas obligaciones como su madre.

Aún  quedaba rato para que los sirvientes vinieran a dejarle el desayuno, de cualquier manera no tenía hambre. Estos últimos días no había tenido tanto apetito, pero prefería no darle importancia, él podía hacer lo que se le diera la gana, ¿no? Por algo es el príncipe.

Tomó un abrigo, se colocó los zapatos y corrió hasta la cocina. Aún los cocineros dormían, así que emocionado tomó unos biscochos, crema, algunas frutas y una cantimplora. Todo lo metió dentro de una mochila, salió de la cocina y se dirigió al establo. Los gallos ya comenzaban a cantar, las vacas aún dormían y los caballos ya estaban despiertos.

–¿Qué hay Josephine? –preguntó sacando una manzana de la mochila y ofreciéndosela al caballo– ¿Listo para una cabalgata matutina? –le puso la montura y se subió al lomo del animal.

Luego de que este se comiera la manzana –y claramente luego de desatarlo y sacarlo del corral– comenzó a cabalgar por el gran patio real y saliendo del territorio designado para el castillo. Kim Taehyung solo podía ser libre arriba de su adorado caballo, Josephine. Cabalgó por los bosques, sintiendo la brisa fresca de la mañana en su cara. Al pasar entre los árboles, recordó el día en que conoció a su caballo.

Era uno de esos días en los que extrañaba a Jungkook, no podía entender cómo era posible que siempre le dieran todo lo que él pedía, todo lo que él quería podía poseer. ¿Por qué era tan importante mantenerlo alejado de su hermano? No podía comprender. ¿Cuantos años habrá tenido en ese entonces? ¿Siete? Daba igual.

–Taehyung, cariño, ¿quieres acompañar a mami un rato?

–¡Deja de tratarme como un bebé! ¡Dame a Jungkook!

–Cariño, creeme te gustará. Te tengo un regalo –los empleados no entendían como la reina le tenía tanta paciencia a ese mocoso malcriado.

La reina guió a su hijo hasta el corral, no sin antes ir a ver como los adultos jugaban polo, montados en esos hermosos caballos. En el establo lo esperaba una pequeña potranca de cabellos rubios.

El codicioso niño olvidó todos sus dolores y todas sus penas al ver al animal. La sirvienta estaba asombrada por la rapidez con la que el príncipe cambiaba de estado anímico.

–¿¡Es mía!? –preguntó Taehyung dando un saltito de alegría.

–Sí.

–¿Cómo se llama?

–¿Cómo quieres que se llame?

–¿En serio le puedo poner nombre? –la madre asiente– Entonces... ¡Se llamará Joseok!

Entusiasmado se acerca a acariciar a la cría pero esta relincha en desesperación.

–Con cuidado, a los caballos hay que tratarlos con cuidado. Sé lento y ve calmado.

Vuelve a intentar acariciarla, esta vez, la potranca se aleja un poco, pero luego de un par de minutos, se deja acariciar.

–Eres un caballo muy lindo.

–Taehyungie, es hembra.

–¿A qué te refieres, mami?

–Es una chica.

–Ya veo...–piensa un rato y continúa–. En ese caso, se llama Josephine.

Recordar todo eso le traía nostalgia. Observaba al mar mientras comía un bizcocho y a Josephine le daba una manzana. El día estaba soleado, o por lo menos se veía el cielo despejado. Se podía ver un rosado hermoso, gracia del sol que venía recién apareciendo tras las montañas.

¿Qué estaría haciendo Jungkook en ese momento? ¿Se acordará de él? ¿Dónde estará? ¿Siquiera estará vivo? Pensar en esto, no lo estaba ayudando, es más, le causaba cada vez más estrés, impotencia, dolor, sufrimiento.

–¡Jungkook! –grita el joven príncipe, al mar para desquitarse–. ¿¡Dónde estás!?

Tomó un frasco de vidrio el cual contenía un papel que llevaba escrito «Sólo quiero que vuelva a casa.» Lo lanzó al mar con todas sus fuerzas, esperando que el gran océano pudiera hacer realidad su deseo. Josephine interpreta el dolor de su amo y acaricia su cara con su hocico.

–Lo extraño tanto.

De repente ve a los guardias del castillo acercarse a él. Ya se sabía el cuento de memoria. Lo venían a buscar, lo reprochaban, lo escoltaban de vuelta al castillo, su madre lo regañaba «No puedes salir del castillo sin escoltas.» Quería evitarse todo eso así que rápidamente montó en la yegua y cabalgó en dirección contraria hacia donde iban los guardias. Los iba a pasar pero escuchó como le decían:

–¡Su alteza, es de suma importancia! –los ignoró y cabalgó más allá, no sin antes oír la desgarradora frase–. La reina enfermó de gravedad. ¡Está muy débil y quizás no sobreviva!

Sí, su alteza [Vkook AU]Where stories live. Discover now