Parte 3: Los juegos

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A pesar de estar totalmente feliz por lo que hizo Lincoln, y algo aliviada por la promesa de Lori, Lynn seguía algo triste. Quería de verdad que sus padres hubieran ido al partido. El mejor sentimiento que puede experimentar un niño es el de la aprobación de los padres, excepto quizá el amor.

Y a pesar de que muchas de las hermanas lamentaban de corazón el no haber podido o querido ir al partido, pronto se olvidaron de Lynn por todas las demás cosas que estaban ocurriendo. Peor, exigieron la ayuda de Lincoln.

- Oye, Lincoln, sé mi mayordomo -dijo Lola.

- Ni hablar, probará mis pays -dijo Luan.

- De eso nada, tocará música conmigo -discutió Luna.

- ¿No me ibas a ayudar con mis vestidos, Lincky? -preguntó Leni.

- ¿No pueden ayudarse entre ustedes? -preguntó Lincoln a la desesperada.

- ¡No! -gritaron todas al mismo tiempo.

Y antes de que cualquiera dijera otra palabra, Lucy tomó a Lincoln del brazo y lo llevó lejos.

- Me dijiste que escucharías mis poemas, Lincoln.

- ¿En serio? Digo... -rectificó al ver la mirada furiosa de la gótica- Sí, claro que te escucho.

Se pasó la mañana escuchando diversos poemas, los cuales iban desde la más profunda tristeza, al más trivial de los objetos, como un lápiz o un pañuelo.

Apenas y pudo tragar algo de comida cuando Luna le puso unas baquetas en sus manos, arrastrándolo para tocar los instrumentos. Casi dos horas después, agradeció que fueran Luan y sus pays y pasteles quienes requirieran su atención, ya que aún estaba hambriento. Pero después de veinte pasteles del mismo sabor, se hartó. Huyó solo para caer entre los caprichos de Lola, y rodeado de las mascotas de Lana. Como se oían gritos y lloriqueos sin atender, le cambió el pañal a Lily. Su piel quedó roja después del sinfín de ropas y trajes que Leni le indujo a probarse, y recibió más de cinco explosiones en la cara al ser el uso experimental de Lisa. Lori lo agobió con preguntas que tenía sobre relaciones, algo que él no entendía ni jota, aunque solo tenía que fingir que escuchaba para dejar a su hermana mayor contenta, por lo que al final pudo irse sin tener que abrir la boca.

Más que exhausto, por fin tuvo unos cuantos minutos de descanso, y para mala fortuna de él, ya era de noche, por lo que no tuvo nada de tiempo para hacer lo que él quería.

Volvía a estar hambriento, pero apenas tenía fuerzas para levantar los párpados.

- Día cansado, ¿eh?

Lynn se afanaba en la cocina, ocupada en hacer un submarino gigante.

- Ni lo menciones. Ni siquiera puedo respirar a gusto.

- Jeje, me imagino. Toma -añadió, partiendo su submarino a la mitad- No tengo tanta hambre.

- Gracias -agradeció Lincoln, débilmente.

Le dio unos enormes mordiscos al submarino, casi sin masticar, y después bebió largos sorbos del agua que Lynn también le sirvió.

- Oye, Lincoln... ¿No puedes negarte a nada? Siempre tienes que aceptar lo que te piden -le dijo Lynn, quien comía su propio submarino.

- Como si tuviera opción. A ninguna le preocupa lo que yo quiera hacer, y se la pasan pidiéndome favores. Y si me intento negar, me harán cualquier cosa, y prefiero no arriesgarme -respondió Lincoln, desganado.

Lynn se compadeció de su hermano.

- ¿Te digo algo? Hoy no te pedí nada, y estuviste todo el tiempo con las demás. Mañana te toca estar conmigo... -dijo Lynn.

- Genial -gimió Lincoln.

- ...Así que iremos al centro comercial, y haremos lo que tú quieras -terminó Lynn.

Eso llamó la atención del peliblanco.

- ¿Cómo? -cuestionó el albino. No daba crédito a sus oídos.

- Haremos lo que tú quieras, lo que te llame la atención -repitió Lynn.

Nunca nadie en su vida había querido hacer lo que él quisiera. Pero se preguntó si no era una especie de trampa.

- Vas a querer algo a cambio, ¿no es cierto?

Lynn se sintió ofendida.

- ¿Qué, no puedo hacer algo bueno por ti? -preguntó, amenazante.

- ¡No, no! Es que me sorprendí, nada más.

Lynn sólo se rió.

- Está bien, tontito, entiendo que sea algo nuevo para ti. Entonces, ¿qué? ¿Si vamos?

- ¡Claro! -asintió Lincoln, emocionado.

El día siguiente hubiera sido igual que el anterior, pero hubo una enorme diferencia.

- ¡Lincoln, ayúdame!

- ¡No, es mi turno!

- ¡Me toca!

Las hermanas ya discutían sobre quién recibiría ayuda primero cuando algo las frenó.

- ¡Alto!

La voz de Lynn se alzó sobre las demás. Todas se callaron al presenciar tal acto de autoridad repentina.

- No es el turno de ninguna. Ayer no tuve nada de tiempo con él, ahora me toca. Y yo quiero hacer lo que Lincoln quiera esta vez.

Ninguna de las hermanas se sintió feliz después de eso, pero nadie los pudo detener cuando ambos salieron corriendo. Se escucharon quejidos, refunfuños, y sonidos de angustia, pero Lynn y Lincoln ya se iban.

Ya lejos de la casa se sintieron más tranquilos, y caminaron más despacio. Y de pronto, Lynn se dio cuenta de lo que ocurría.

- ¿Por qué estoy haciendo esto? -pensó- En lugar de por fin poder jugar algunos deportes, ¿estoy haciendo lo que él quiere? -se preguntó Lynn. Luego miró a Lincoln. El muchacho se veía muy feliz e ilusionado por llegar- No puedo quitarle esta felicidad. Y la verdad, se lo merece, después de soportarnos a las diez. Pero no entiendo. Nunca me había importado mucho lo que le pasara a Lincoln... Supongo que es parte de madurar: pensar más en los demás que en uno mismo.

Y a pesar de hacer las cosas que a Lincoln le gustaba hacer, muy pocas veces se la había pasado tan bien como ese día. Jugaron un videojuego de fútbol, y una simulación de baloncesto. La sección de cómics estaba a rebosar de historias de cualquier tema existente; incluso Lynn, quien no leía con frecuencia, se interesó en ellos. Lincoln le compró un sombrero que representaba a una villana en la serie de Ace Savvy, comieron lo que se les antojó, jugaron al hockey de mesa; en fin, que fue un día espectacular.

- Lynn, gracias por estar aquí conmigo. Me encantó pasar el día contigo. Creo que deberíamos hacerlo más seguido.

- Me gustaría, Link, pero nuestras hermanas no nos dejarán.

- Puede que no, pero si algún día nos logramos librar de ellas, pasaré el día contigo. Tal vez veamos algún partido, juguemos algo, o lo que se nos ocurra.

- Eso suena genial.

Siguieron hablando de esa forma, hasta que las luces del centro comercial les indicaron que ya era de noche. Decidieron regresar. Ahí se vieron con sus hermanas, que entendieron que agobiaron demasiado a Lincoln, y prometieron dejarlo un poco más en paz. Sólo Lori, Lola y Luan se negaron, aunque Luan lo hacía porque realmente necesitaba un ayudante para sus negocios graciosos. Las otras dos... Bueno, Lincoln podía aceptarlo.

Sin embargo lo que coronó esa noche fue que a Lincoln se le metió un simple pensamiento en la cabeza, justo antes de dormir.

- Creo que eres mi hermana favorita, Lynn.

Mi hermana favoritaWhere stories live. Discover now