Parte 18: La sorpresa

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Ya habían pasado unos cuantos meses desde lo ocurrido con nuestros dos enamorados, cuando por fin volvieron a casa con sus hermanas; pero cuál fue la sorpresa de los padres al saber que al volver, se encontrarían a dos de sus hijos envueltos en una relación sin retorno.

Habían estado en la boda de la prima de la señora Loud, así que era evidente que encontrarse a dos de sus hijos relacionados era algo de verdad inquietante. Sin embargo, pasadas unas semanas de miradas furtivas y algunas sospechosas expresiones, los padres, después de hablar un poco, decidieron zanjar el asunto, a pesar de tener aún ciertas dudas. Llamaron a ambos y empezaron por explicarles lo que pensaban.

- Es que eres un chico rodeado por diez chicas -explicó su padre- Nos preparamos pensando que ocurriría tarde o temprano. No estamos muy seguros de cómo es que todo llegó a este extremo, pero... Debemos admitir que aunque somos sus padres, no hemos hecho un gran trabajo que digamos.

- Así es -corroboró su madre- De modo que, tranquilos niños, no vamos a intervenir mucho. Además, vimos que realmente se aman. Eso que haces por Lynn, no creo que muchos hombres lo hayan hecho mejor, Lincoln. Los hemos visto crecer como personas, y realmente parece que se aman. Han aprendido a manejar su situación a pesar de los golpes y las adversidades, y siguen juntos. Es cierto que es algo que la sociedad no ve con buenos ojos... Pero estamos de acuerdo en que no hemos de meternos ya que es muy tarde en ese sentido.

- Y queremos que sepan, niños, que nos llena de orgullo que hayan crecido tanto. Estamos felices de poder ver cómo logran hacer frente a todo lo que se les venga encima, sin importar lo que sea, con tal de sacarle al otro una sonrisa. Tal vez nos hubiera gustado ver como otras personas fueran los que los hicieran felices, pero no le vemos remedio. Mientras no destaquen mucho... Creo que podemos soportarlo.

A los dos les alegraba que los dejarán estar juntos, aunque era algo desconcertante que no argumentaran mucho en su contra.

Pero a pesar de sus palabras, ambos padres discutieron esa noche, para que nadie los molestara.

- Lynn... Sigo sin estar segura de que esto sea bueno...

- Yo tampoco, Rita, pero no podemos negar que hemos descuidado a los niños por nuestros asuntos. ¿Será esto acaso una consecuencia de ello?

- No nos enteramos hasta que volvimos, eso es cierto...

- Pero... Poco podemos hacer para evitarlo. De hecho, lo que les dije no está tan lejos de la realidad, pero... Sigue siendo extraño.

- ¿Piensas separarlos, Lynn?

- Aunque quisiera, Rita... Creo que ya es muy tarde para eso. Los dejamos solos por meses. Meses.

- Bueno... Entonces creo que solo nos queda ver que pasa.

- Sí... Supongo que si.

Aún con dudas sobre esa situación, ambos padres se quedaron dormidos.

La casa ya era mucho más alegre, y mientras el tiempo pasaba, todos se fueron acostumbrando a la idea de que Lynn y Lincoln salieran de vez en cuando. De repente desaparecían para caminar por el parque, tenían citas en algún restaurante, hacían fugas a la feria, o mostraban unas simples señales de afecto incluso dentro de la casa, aunque trataron de no llamar mucho la atención.

Pero desde esos días, Lynn era querida por todos, algo que llevaba deseando desde hacía mucho. Y se sentía mucho más unida a las demás, dejando de lado los momentos en que se estresaba por perder.

Pero en general, la castaña era más feliz que nunca. Y dado que se estaba preparando para entrar a uno de los mejores equipos de la ciudad, su motivación estaba por los cielos.

Un día, estaba preparándose para el partido de la final de temporada de béisbol, calentando con sus compañeros, cuando el estruendo del público se hizo más notable. Al ver a las gradas, Lynn vio a toda su familia junta, deseándole suerte. Se sintió inspirada por ello, y decidió no decepcionarlos. Besó su adorno de conejito, su regalo más preciado, ya que era de Lincoln. Esperó a que llegara su turno de batear, y se concentró todo lo que pudo. Se sintió con suerte.

Golpeó la pelota con todas sus fuerzas, la cual salió disparada fuera del campo. Y ahí, justo como la otra vez, estaba su novio. Lincoln atrapó la pelota, y corrió junto a ella por el lado exterior del estadio. Se dirigió hacia su familia, que era la que más aplaudía. Lori se le acercó.

- Promesa cumplida. Literalmente es tu gran momento, Lynn. Disfrútalo -dijo la hermana mayor, sonriendo como nunca.

Y fue Lori quien dirigía los gritos y coros hacia los jugadores, alabando su estrategia y fuerza.

Cómo inspirados por todo el apoyo que recibían, el equipo jugaba como nunca lo había hecho antes. Carrera tras carrera, ponche tras ponche, todo les salía bien. Terminaron vapuleando al equipo rival, que les felicitaron el buen juego. Todos celebraron como locos, y aún de regreso a casa seguían comentando el juego.

No pudo haber sido un mejor día, sino fuera por otra excelente noticia que surgía en el centro de la familia, o para ser más precisos, en el centro de Lynn.

Poco después de llegar a casa con el trofeo, y de unas excelentes botanas preparadas por su padre, Lynn tuvo que ir al baño. Pero antes de llegar sintió un ligero mareo. No le dio mucha importancia, pero estuvo atenta. Luego, perdió de repente el apetito. No quiso comer muchos bocados más, sin explicarse por qué. Y después fue como si el hambre volviera con todas sus fuerzas, haciéndola devorar su porción.

La señora Loud no pudo sino sospechar sobre esos repentinos cambios, un acontecimiento esperado tanto como temido.

- Lori, cómpralo -le ordenó a su hija mayor.

- ¿Eh? ¿De qué hablas?

- Sabes a qué me refiero -replicó, acercándose a Lynn, que se sobaba la panza.

- ¿Qué...? ¡Ohhhh! -exclamó Lori comprendiendo de repente, y corriendo a la tienda más cercana.

Más o menos una hora después, Lynn veía el aparatito que le cambió la vida por completo. Como si ambas rayas le dijeran lo que tanto esperaba y ansiaba, Lynn dio un grito de alegría.

- Estoy embarazada -anunció en un susurro.

Hubo un silencio tan profundo que no se oía ninguna respiración. No se oía nada. Y de repente, gritos de júbilo y alegría inundaron la casa.

- ¡Vamos a ser tías!

- ¡Voy a ser abuelo!

- ¿Será niño o niña?

- ¡Un miembro más en la familia!

Pero Lynn solo tenía ojos para Lincoln, quien, con lágrimas de felicidad, la veía y le acariciaba su vientre.

- Vamos a ser papás.

Ni Lynn ni Lincoln cabían en sí de felicidad. Lloraron, se abrazaron y se besaron, ansiosos por esa vida que a muchos les aterra, pero que en realidad es uno de los momentos más hermosos que puede tener una persona, el de convertirse en padre. Esa sensación de que una nueva vida llegará a este mundo, por el fruto de tu amor y cariño a esa persona especial, de enseñarle el mundo, de verlo reír y jugar, verlo crecer y que te diga "te quiero". Y mientras todas las demás personas festejaban el anuncio de un nuevo miembro de la familia, Lincoln y Lynn se miraban, viendo el futuro brillante que se abría ante ellos, una vida de alegrías, sonrisas, risas...

Y la compañía del otro. Para siempre.

Mi hermana favoritaWhere stories live. Discover now