Parte 9: La confesión

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Lincoln ya no se sentía del todo seguro al estar junto a Leni. Le caía muy bien, y siempre iba a ser la más cariñosa en cuanto a sus hermanas se trataba. Pero desde la ida al cine, Lincoln tenía serias dudas sobre lo que Leni quería con él. 

Aún así, le sorprendió que la modista ya no lo invitara a nada más. Tal parecía que Leni le daba su espacio, como compensación por sus intenciones... Pero no era así. Una vez, el albino la sorprendió viéndolo de manera extraña. No con odio, no con deseo, no con locura, más bien con pena y algo de anhelo. 

Lincoln seguía pensando que salvarla había estado bien, y había entrenado precisamente para evitar que cualquier otra cosa le pasara. Pero si eso conllevaba a que Leni lo atrajera de esa manera... Entonces ya no estaba seguro de que hubiera sido lo mejor. Apreciaba mucho a Leni, era simplemente que él no pensaba en ella de esa forma. Por supuesto, era bonita, inocente, amable, y alegre, solo que no quería a Leni de la misma manera. Y aún así... no quería herirla.

Por otro lado, Lynn era la que ocupaba sus pensamientos. Ese día la vio salir de bañarse, con una toalla cubriendo su cuerpo. Dado que Lincoln apenas iba a salir de su cuarto, ella no lo vio a él, pero él a ella si. Su cara enrojeció al instante, comprendiendo cómo se sentía Clyde a veces con Lori. La toalla no cubría del todo sus pechos, y sus largas piernas sobresalían. No pudo apartar la vista, y sin embargo, lo que lo atrajo más que nada, fue su rostro. 

Se veía tan tranquila, tan campante. Apreció el contorno de sus ojos, esos grandes ojos café, que en otros días lo miraban y se iluminaban. Esa larga cabellera castaña, cayéndole como cortina sobre su espalda, las pecas que se formaban en sus mejillas, una nariz ni grande ni pequeña, sus labios carnosos con un tono rosado...

Registró todo eso en un segundo, luego apartó la vista, avergonzado. Antes no la había visto de esa forma, pero en los siguientes días no podía dejar de pensar en ella. Muchos dirían que había chicas más lindas que ella, pero aunque tal vez el albino estuviera de acuerdo, Lincoln pensaba en la forma de ser de la deportista.

En su infancia ella era más agresiva, presumida, arrogante y algo molesta. Pero desde hacía meses que cambiaba para mejor. En esos días jugaba con él por gusto, no por ser la mejor. Al albino le encantaba hablar con ella, reír con ella, y más si él era la causa de esa hermosa sonrisa, y el objetivo de esos hermosos ojos. Si se abrazaban, Lincoln se iba al cielo, veían películas cuando era ya muy tarde, pues a esa hora pasaban las mejores escenas de acción o deportes. Veían partidos, comían juntos.

Las demás hermanas notaron ese cambio, pero como ambos se veían felices, no discutieron. Y el albino mantenía su promesa de pasar tiempo con ellas, así que no había muchos argumentos en su contra. Sin embargo, Leni era harina de otro costal.

- Lincky, ¿me puedes acompañar un momento?

Lincoln, quien muy ocupado guardaba su tarea, se volteó extrañado.

- Hola, Leni, ¿necesitas algo?

- Solo... Ven conmigo, por favor.

No se escuchaba su característico tono alegre o inocente; a Lincoln le pareció desganado.

- Ok...

Leni lo llevó afuera, donde Vanzilla esperaba.

- Leni, en serio, ¿adónde vamos?

Leni levantó la cesta que llevaba consigo.

- De picnic. Papá me dio todo para empezar. ¿Vienes?

Lincoln no estaba seguro, teniendo muy fresco en su memoria lo ocurrido en el cine. Pero era cierto que tenía un tiempo sin hacer nada con Leni...

- Está bien. Solo comeremos, ¿no?

- Y hablaremos un poco.

El parque estaba mucho más lleno que de costumbre, pero había una zona donde no iba tanta gente. Era una colina cuyo lado frontal apuntaba a la puesta del sol. Era mucho más elevado que el lado contrario, y como la mayoría de las personas que iban al parque eran niños con sus padres, generalmente se alejaban en gran medida de ahí, manteniendo a los niños a salvo.

Fue ahí adónde fueron Lincoln y Leni. Pusieron el mantel, el cesto y prepararon los platos. Y aunque Lincoln estaba nervioso por lo que podría ocurrir, le encantó esa tarde que pasó con Leni. La comida estaba deliciosa, se rieron entre ellos, y comentaron lo que les había pasado en los últimos días.

Sin embargo, justo cuando el sol estaba en su más bello punto en el horizonte, se quedaron sin nada más que decir. Lincoln intentó encontrar algo más que pudiera añadir, pero no se le ocurría nada. De ese modo se quedó viendo al sol, atravesado por varias nubes. Era un hermosa vista, los pájaros cantaban, el sol tornaba el cielo de vivos colores a medida que avanzaba en su propia puesta. El viento sacudió sus cabellos, y el silencio se acentuó. 

Y tal como temía, Leni lo abrazó de repente, poniendo su rostro en su hombro.

- ¡Leni! ¿Qué...?

- Sólo... déjame estar así... un rato más.

Al peliblanco no se le ocurrió ninguna excusa para apartarla, así que se quedó quieto. De esa forma, Lincoln vio cómo el sol se ponía. Y al final de su recorrido, escuchó como Leni le susurraba al oído.

- Lincoln... Te amo.

El viento los sacudió con más fuerza. Y Lincoln no se movía.

- Te he amado desde hace tanto... Eras mi hermanito querido. Siempre estuviste ahí para nosotras, me dabas tanta ternura... Pero desde que me quitaste a esos bravucones de encima, te empecé a ver como un hombre. Y luego te volviste tan fuerte... 

Le acarició la espalda, su delicadeza lo ponía cada vez más nervioso. Luego ella pasó de sus hombros a sus brazos... 

La rubia se detuvo. Leni levantó la vista hacia su hermano, quien se moría de miedo y nervios.

- Lincoln... Mírame...

Esos grandes ojos azules se fijaron en los grises. Leni tomó el rostro de Lincoln con suavidad, y lo acercó lentamente al suyo. La modista cerró los ojos. Sus labios se encontraban a centímetros de distancia...

 - No.

En contra de cualquier instinto hormonal, el albino se separó.

- Leni, lo siento, pero... No te puedo hacer esto. Yo...

Los ojos de Leni se llenaron de lágrimas.

- ¿Es porque soy tu hermana? No te preocupes por eso, podemos hacer que funcione... -intentó tomarle la mano, con la voz temblorosa. Pero el peliblanco no se dejó amilanar.

- No es por eso, Leni, es que... No sé... Creo que amo a alguien más...

- Ni siquiera estás seguro, lo acabas de decir -dijo Leni, más enfadada- ¿Entonces qué problema hay con que...?

- No sería justo, Leni. Ni para ti ni para mí.

Leni parecía a punto de echarse a correr en ese mismo instante. Pero en su afán de no lastimarla, Lincoln la abrazó. Así se quedaron, mientras Leni lloraba sobre su hombro.

- Sólo... dame tiempo. ¿Sí?

- No me abandones, Lincky. Por favor...

Las estrellas brillaban cuando por fin volvieron a casa.

Esa noche, la mente de Lincoln era un torbellino. No conseguía librarse de la culpa de dejar a Leni así, pero tampoco soportaba oír a su corazón decirle que estaba en lo correcto. ¿O era su mente? ¿Por qué el corazón acepta algo que la mente no puede ni pensar, o al revés?

Por supuesto, salir con su hermana era un dilema, además de lo que dirían las demás personas de él mismo. Y aún dejando eso de lado, ¿qué sentía él? ¿Acaso había pensado en alguien más cuando Leni confesó sus sentimientos?

Pero por más que quisiera negarlo, Lincoln no podía evitar que Lynn siguiera apareciendo en sus sueños. Y aunque sentía mucho cariño por Leni, algo le decía que su corazón no estaría contento... hasta...

Hasta tener entre sus brazos a Lynn.

Mi hermana favoritaWhere stories live. Discover now