Parte 4: El protector

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Tiene su lógica pensar que la hermana con quien mejor se llevaba Lincoln era la que tenía una edad bastante cercana a la suya; Lynn y él sólo se llevan dos años. Sin embargo, Lincoln estaba seguro de que no duraría a pesar de todo.

En parte, claro, era por todas las actividades que Lynn solía hacer después de clases; todos los deportes que tenía que liderar se amontonaban en su horario. Pero también era porque Lynn se volvía cada vez más popular con el pasar de los días. Más no era porque la consideraran especialmente linda (después de todo, había chicas mucho más atractivas que ella) pero era realmente entretenido verla jugar, su ruda pero genial actitud llamaba la atención, y su buena disposición a hacer de todo, desde sacar una pelota de un árbol, hasta proteger a una amiga en peligro, la hacían una persona mas que digna de mirar.

Ahora que Lincoln tenía catorce años, su deseo de atención, de un compañero, estaba por los cielos. Lynn le había hecho algo que nunca nadie le había hecho, y se sentía agradecido por ello. Pero... ¿Qué más daba, si al final Lynn se iba?

Eso era un problema... Bueno, estar con ella de vez en cuando no estaba tan mal. Por el momento, el albino tendría que pensar en el colegio. Sin embargo, es indudable que para muchos la escuela no era más que un campo minado de problemas.

En primer lugar, la presión indiscutible de tareas, proyectos, clases y exámenes que uno siempre tiene que soportar. También los maestros y padres que se te pegan a ti como banditas con tal de que te vaya "bien". Y lo peor de todo, lo que solían hacer ciertos alumnos. Problemas en casa, actitudes perversas, dolor y pérdidas; son muchas las causas que hacen a alguien violento e iracundo. 

El bullying no era tan común en su escuela; menos de veinte, tal vez quince personas hacían bullying, pero esos pocos prácticamente hacían un reinado sobre la escuela.

Como eran una extrema minoría, los bravucones se limitaban a molestar a los más bajos o pequeños, o a los más inocentes, por lo que los amenazados se unían en grupos para no ser objetivos. Aún así, siempre había alguien que se descuidaba.

Fue por eso que Lincoln, después de terminar las clases, se juntó con sus amigos para evitar cualquier contingencia. Sin embargo, un quejido lo hizo pararse en seco. Conocía esa voz.

- ¡Au! ¡AU! ¡Ya déjenme!

- Mírenla, qué tierna, qué débil... Pero qué preciosa también.

- ¡Ya suéltenme!

Leni retrocedía por los pasillos, evitando a tres bravucones que la acosaban.

- Solo pedimos una noche contigo, hermosura. Te aseguro que te encantará -dijo el que parecía ser el líder.

- No te haremos daño -añadió otro, mirando a Leni con lascivia. 

- ¡EY!

Lincoln se separó de su grupo, decidido a defender a Leni.

- No te entrometas, enano -gruñó el líder.

- Dejen a mi hermana en paz -repuso Lincoln, aunque le tembló un poco la voz.

Leni no podía dejar a Lincoln, por lo que se apresuró a ponerse detrás de él para ofrecerle un ligero apoyo.

- Si te metes con nosotros lo lamentarás, mocoso -le advirtieron los secuaces.

Lincoln ni siquiera pensó. Le enfurecía que las personas se quisieran aprovechar de Leni sólo porque era algo despistada. Sabía de los rumores que corrían sobre ella: era asombrosamente hermosa, inocente, algo ilusa. Ideal para engañar. Y que la vieran solo como un objeto era algo imperdonable.

Así que golpeó con todas sus fuerzas en la mandíbula al líder... O lo hubiera hecho de no ser porque lo detuvo con facilidad. Por suerte, el grito que soltó Leni fue escuchado por los amigos de Lincoln, quienes se preguntaban donde estaba el albino. En cuanto lo escucharon, fueron corriendo al salón de maestros.

Lincoln se intentaba defender de todas las maneras posibles, pero simplemente era demasiado: los bravucones eran más que él, más rápidos, más altos, más grandes, más fuertes, y no cesaban ni un segundo de asestarle golpes. Los pocos que pasaban por ahí trataron de ofrecerle apoyo a pesar del miedo que sentían, pero era imposible acercarse por los numerosos golpes que se soltaban al azar. Lincoln gritó.

- ¡ES SUFICIENTE! -dijo una voz.

El director se acercaba, seguido de otros maestros, y de los amigos de Lincoln, con Clyde a la cabeza. El coach de deportes sujetó a dos de los bravucones, y el director apartó personalmente al líder.

- Debí imaginarlo. Es la tercera vez que las cosas se salen de control este mes. ¡A mi oficina, de inmediato! Llamaré a sus padres. ¡Y QUEDARÁN EXPULSADOS, NO LES QUEPA LA MENOR DUDA!

Los bravucones gruñeron y repelaron, pero la cantidad de testigos que habían eran prueba suficiente, y tenían sus antecedentes sobre sus espaldas. Siguieron al director, lanzando miradas asesinas a quienes se cruzaran, pero poco podían hacer para evitarlo, pues eran escoltados por tres profesores más.

Lincoln, por su parte, se hallaba tumbado en el piso, con múltiples moretones en su cuerpo. Leni trataba de reanimarlo, pero parecía que Lincoln apenas y se mantenía consciente.

Por fortuna, fue gracias a dios que ya no había clases, por lo que Leni se apresuró a llamar a Lori para que los llevara a casa. La mayor comprendió la emergencia, y en cuestión de minutos se encontraban en camino. En cuanto llegaron a su casa, abrieron la puerta, y lo llevaron a su cama, donde Lincoln podría descansar.

Los padres no estaban, así que no hubo mucho que ocultar. Poco a poco, Lincoln se iba sintiendo mejor. Le pusieron vendas, cremas, medicinas, cabestrillos; lo que fuera para que se aliviara. Lo dejaron descansar, ya que había tenido un terrible día.

- Ay, Lincky, todo es mi culpa -sollozó Leni- No debí dejar que se me acercaran, o pude gritar antes por ayuda. Lo... Lo lamento.

- No es tu culpa, Leni -aseguraba Lincoln- Lo hice porque eres mi hermana, y te quiero. Mereces que te traten como a una persona. Solo hice lo que cualquiera haría con una maravillosa chica como tú.

Esas palabras lograron animar un poco a Leni, y se quedó todo el tiempo esperando a que Lincoln se recuperara. Le llevaba comida, agua, le acariciaba las partes adoloridas, tan agradecida estaba. Lincoln, su hermano que estaba siempre para ella y sus hermanas. Quien sabe qué hubieran hecho los Loud sin Lincoln. Leni se recostó en la cama, acompañando a su hermano.

Conforme llegaban las demás hermanas, Lori les fue contando lo ocurrido. Al escuchar, Luan se tapó la boca y las gemelas se miraron nerviosas. No obstante, Lynn se controló, y fue directamente a ver a su hermano.

Su estado era lamentable. Su brazo colgaba inerte en un cabestrillo, su ojo izquierdo estaba morado, se veían raspones por doquier, sus ropas estaban manchadas, las vendas le cubrían gran parte de su cuerpo, y un diente se veía flojo. Se acercó en silencio, procurando no despertar a Leni, quien se había quedado dormida al lado de la cama.

- Ay, Link, ¿cómo logras meterte en estos líos? -suspiró Lynn, acomodándole la almohada a su hermano.

- Tenía que proteger a Leni, la estaban molestando.

- Lo sé, lo sé, pero fue arriesgado. Pudiste ir por ayuda...

- ¡Si no hubiera hecho nada, le habrían hecho algo mucho peor!

- ¿Y qué piensas hacer?

Lincoln meditó su respuesta. La verdad era que no se sentía nada satisfecho con lo que había hecho; se sintió débil e inútil. Si hubiera sido más fuerte, o si supiera pelear...

- Lynn, ¿me enseñas a luchar?

La deportista se quedó viendo esa determinada mirada de ojos grises.

Mi hermana favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora