Trofeo

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Damian removió su copa de vino con calma. Observando de reojo a su invitado que hace poco había dejado de sacudirse.

Las muñecas se las había dejado en carne viva, al igual que sus tobillos gracias al constante forcejeo. Suspiro decepcionado, saboreando el vino que había elegido específicamente para celebrar la captura de su trofeo.

—Jon —llamó con suavidad, casi conciliador, levantándose por fin de la silla victoriana en la que había estado las últimas dos horas.

El menor no dio señales de haberle oído, a pesar de que Damian sabía que así había sido. Se mantenía con la cabeza agachada, negándose a mirarlo.  Las primeras horas que lo había tenido a su cuidado le había gritado, maldecido, escupido y había hecho un esfuerzo constante por liberarse de las cadenas que le mantenían preso. Espero a que se calmara puesto que no planeaba mantener una conversación decente con él en ese estado.

Wayne Nono, líder de la familia mafiosa italiana más poderosa del mundo se colocó frente a Jon, el menor tembló y Damian no supo discernir si era de miedo o ira. Sujeto su rostro con fuerza, haciendo presión en ambas mejillas, separándolo fácilmente del suelo, obligándolo a mirarlo.

—He esperado suficiente tiempo para llamarte mío, Jon.

El líder de la afamada “resistencia”  se liberó del agarre tirándose de espalda, importándole poco conservar la compostura. Lastimándose aún más en el proceso.

—¡No soy tuyo! ¡Nunca lo seré! ¡Mataste a mis amigos! —gritó con rabia, apretando los puños con fuerza.

Damian se carcajeo, restándole importancia a las palabras dichas por el menor.

—Te lo advertí Jonathan, fui generoso en un principio, ¿sí o no permitía que tú y tus amigos saquearan mis bóvedas e interrumpieran las operaciones de mi familia?  Permití que anduvieras a tus anchas, no frene lo que tú considerabas “salvamento” para humanos que no te lo agradecían.

Te ofrecí el mundo Jon, un lugar a mi lado. Pero me rechazaste una y otra vez. Así que canse de esperar.

—¡Eres un monstruo! —vociferó, levantándose del piso, comenzando a tirar de las cadenas nuevamente.

Damian suspiro, cansado de tanto desperdicio de tiempo y esfuerzo.

—Pronto entenderás que yo siempre consigo lo que quiero. Te quedarás aquí a mi lado, de forma voluntaria…

—Yo no-

—… o mataré a todos y cada uno de las personas que amas. Podría seguir con Conner Kent, Kathy Branden…

—¡Basta! ¡Estás loco! —declaró mientras miraba a todos lados en busca de una salida, mordiéndose el labio inferior.

—Todo será más fácil para ti si te sometes a mí.

.

.

.

Jon despertó confundido y asustado. Recordaba la entrevista previa que tuvo con Damian y no le cabía duda del lugar donde se encontraba ahora: la habitación del asesino.

Observó con aprensión como ahora le unía una correa atada a la cama, tiró de ella con brusquedad, intentando liberarse de la misma, pero esta no cedió. Tuvo que ceder en sus intentos porque las vendas que tenía en las muñecas habían comenzado a teñirse de rojo.

Sollozo con frustración, abrazando sus piernas, encogiéndose. Tenía que pensar en cómo salir de allí lo más pronto posible.

—Despertaste.

Jon se sobresaltó, levantando la mirada para encarar a Damian.

—Déjame ir. No puedes retenerme aquí —ordenó con más seguridad de la que en realidad sentía. Haciendo alusión a un antiguo pacto que existía entre la resistencia y la mafia donde se comprometían a no retener a los líderes de ambos grupos bajo ninguna circunstancia.

Damian enarco una ceja, avanzando con parsimonia hacia la cama, retirándose el saco en el proceso.

—Oh, pero claro que puedo. Mientras tú dormías… negociamos un nuevo pacto con la “resistencia” –declaró con una amplia sonrisa.

Jon sintió un escalofrío descender por su espalda. Jadeando por aire. No podía ser cierto, su grupo no podía haberle traicionado. Su intuición le gritaba que no iba a querer escuchar lo que Damian diría a continuación.

—Sus patéticas vidas, por la tuya. Debo decir que me pareció un trato de lo más justo. Por supuesto eso quiere decir que no tengo porque liberarte, espero entiendas que no tengo intención de dejar libre valiosa mercancía.

Jon quería gritar de frustración, no entendía a ese hombre en lo absoluto. Y empezaba a preocuparse seriamente por su integridad física.

—Eres mío, Jon —declaró antes de lanzársele encima, tumbándolo en la cama, colocando sus manos una a cada lado de su rostro.

Jon no pudo anticipar el movimiento, pero eso no le impidió comenzar a golpear a Damian en el pecho con todas sus fuerzas, intentando quitárselo de encima.

Damian atrapó sus manos, aferrándolas con fuerza que le hizo jadear al tenerlas lastimadas.

—Nos vamos a divertir un poco, Jon —murmuró contra sus labios, depositando un beso rápido.

Jon pataleo desesperado, intentando librarse por cualquier medio. Sin embargo, lo único que logró fue que Damian se acomodara mejor, colocando una de sus rodillas peligrosamente cerca de su entrepierna.

—Damian… no hagas esto —suplicó Jon, consciente de las intenciones que tenía Damian con él.

—¿Qué no haga qué? —preguntó, antes de atacar su cuello, prodigándole besos y chupones con calma, aflojando levemente el agarre que mantenía sobre sus muñecas.

El menor se mordió con fuerza el interior de su mejilla, concentrándose en no emitir sonido alguno, su cuello siempre había sido una zona sensible.

—Pa-para —susurró, concentrándose en el techo, intentando ignorar lo que los besos de Damian le provocaban. ¡Se sentía como una fácil!

Damian continúo con su labor, ignorando por completo la petición de Jon. Se sentía tan bien…

—Una vez prometiste que serías totalmente mío sin reservas…

¿Qué? ¿De qué demonios estaba hablando ahora? El tipo sin duda está peor de loco que una cabra y Jon no quería perder la virginidad así.

No supo en qué momento Damian había unido sus manos para poder sostenerlas solo con una y tener la otra mano libre.

—Prometiste tantas cosas… –explicó comenzando a desabrochar los botones de su camisa uno a uno con total calma.

Empiezo a creer que esto debería ser DamiJon y no JonDami. Tururu~

JonDami RandomWhere stories live. Discover now