Nefilim estúpido

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El baile se desarrollaba con soltura, las parejas sonreían radiantes moviendo sus cuerpos al compás de la música, dedicándose palabras carentes de sentimientos y caricias veladas.

Damian esbozo una sonrisa de lado, era el lugar y momento perfecto para cazar.

El alcohol se respiraba en el aire, eran pasadas las 23:30 cuando hizo su elección. La chica en cuestión era morena y llevaba rato lanzándole miradas con coquetería. Sería una presa fácil.

Camino con determinación hacia ella, logrando que se separara de su grupo de amigas que le animaban con comentarios subidos de tono y palmadas en el trasero.

Presa, presa, presa.

Su espíritu se agitó con anticipación, saboreando el alma de la chica. No era pura, pero con los tiempos que corrían tenía suerte de que fuera un alma medianamente limpia. Hacía tiempo que sus gustos se habían inclinado hacia las ánimas limpias, puras, dejando atrás el gusto por elegir aquellas contaminadas, las almas sucias que solo podía encontrar en los peores rincones de la ciudad y cuyo gusto siempre le dejaba mareado por unas horas.

Su presa se presentó jugueteando con su cabello, él olvidó su nombre en cuanto lo pronuncio, era información irrelevante.

Comenzaron a bailar, "Toxic" retumbaba por las ocho bocinas apostadas en puntos estratégicos del salón de baile.

You're toxic I'm slippin' under
With a taste of a poison paradise

Se apegó más a la chica, obsequiando caricias lentas, permitiendo que el juego comenzará, la menor no negó el contacto y se restregó aún más, entregada, sumisa. Esa era su señal, así que se relamió los labios y comenzó a comer.

Poco a poco los ojos de la fémina comenzaron a perder el brillo, sus movimientos se volvieron torpes, cualquiera que la viera creería que se había sobrepasado con las copas y su novio solo intentaba sostenerla. Solo un poco más...

Sin previo aviso fue arrastrado lejos de la chica, logrando que ésta recuperara un poco de lucidez y se alejara confundida. Su alma abandonó su sistema y el gimió en protesta.

-No deberías hacer eso -declaró una voz cantarina, acompañada de un poco de diversión.

El demonio lo olio entonces, no tenía ninguna duda, su olor aunado a esa poderosa presencia solo indicaba una cosa, ese chico era un maldito hijo de Ángel. Llevaba 322 años sin toparse con uno y había esperado que eso se mantuviera así. Tenía que ser cuidadoso si quería salir libre de esta.

-Lo que yo haga o deje de hacer no es tu maldito asunto -proclamó intentando zafarse del agarre que el contrario ejercía sobre sus hombros, pero fue inútil, su fuerza era equivalente y no pudo más que retorcerse en vano.

-Creo que el cazador se convirtió en presa, ¿no es así? -ronroneo apresándolo aún más.

-¡Suéltame! -ordenó con calma, evaluando sus opciones.

El ángel río con diversión, Damian estaba seguro que a esta acción le siguió un puchero.

No se atrevía a encararlo. Los hijos de Ángel son temidos por su raza por lo que pueden hacer, por lo que obligan a hacer. Muchos de sus hermanos jamás habían regresado por culpa de esos seres. La servidumbre eterna no sonaba bien para nadie y eso solo era en el mejor de los casos, en el peor, el ángel sería un sádico y se dedicaría a torturarlo por información vana sobre el regente del infierno.

Un hijo de Ángel podía atrapar a un demonio con solo mirarlo a los ojos.

-Baila conmigo -pidió, aunque más debería haber sido una orden, ya que en menos de 3 movimientos su cabeza había terminado estrellándose en el pecho del ángel.

Se removió inquieto, controlando el impulso de adoptar su verdadera forma, la cercanía de su enemigo le enervaba, empezaba a pensar que sería peor, si ser castigado por su rey o una larga vida de servidumbre.

-Creí que eras un mejor bailarín, Damian -reprochó el mayor al percatarse de la poca coordinación del demonio.

Levanto la mirada antes de ser consciente de lo que hacía.

Azules, los ojos del nefilim eran de un precioso azul índigo. Giró rápidamente su cabeza, alarmado, sin embargo, ya era tarde.

-Maldito... -amenazó, consiente del rápido palpitar de su corazón-. ¿Cómo averiguaste mi nombre?

No podía recordar la última vez que lo había usado en lengua mortal y que el hijo de Ángel lo hubiera pronunciado con ese suave barítono no podía ser una coincidencia.

-Llevo algunos años observándote, unos 210 para ser precisos -contestó con sinceridad, tomando de la barbilla, obligándolo a levantar la mirada.

Permitió el contacto y esta vez no evadió la mirada, después de todo, el daño ya estaba hecho.

-Acosador -se burló, retomando el baile interrumpido, esta vez con seguridad.

-Prefiero que me llames Jon, pero aceptaré cualquier apodo de tu parte si a cambio te quedas conmigo.

Damian alzó una ceja extrañado, al borde de lanzarle un golpe a su bonita cara. Espera ¿había pensado que el rostro del ángel es bonito? ¡Por el infierno! ¿Qué mierda le estaba pasando?

-¿No es algo tarde para pedirlo, nefilim estúpido? -inquirió molesto, odiándolo por burlarse de él, intentando poner rumbo a sus pensamientos traicioneros.

Jon sonrió en cambio, negando con la cabeza y atrayéndolo de nueva cuenta hacia sí.

-Quizá... ¿Puedes culparme por quererte como MÍO? -confesó, posesivo.

Decidido, lo odiaba, quería borrar esa sonrisa boba de su cara y hacerlo retorcer de dolor.

-Espero sepas que planeo matarte mientras duermes -zanjó, intentando alejarse, la cercanía le estaba mareando. ¿Qué estaba sucediendo?

-Oh, ¿pero quién habló de dormir, mi pequeño demonio? -preguntó con malicia, delineando con lentitud su labio inferior-. Lo que yo quiero es probarte, consumirte y entonces, volver a empezar.

Bueno, eso en definitiva podría ponerse interesante.

No pregunten.... random~ random~

JonDami RandomTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon