Capítulo 3 - Un padre déspota

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Ángel llegó a casa extenuado y, de inmediato, se dirigió a su tranquila y acogedora habitación. Pero, para su mala fortuna, su cavernario padre lo esperaba en la sala de estar y con una botella en la mano: para beber o para lanzárselo. El imberbe hombre, de panza abultada y frente ancha, tenía una jeta que presagiaba una buena reprimenda.  

Su padre Walter, apoltronado en su raído y cómodo sillón, siempre lo interrogaba antes de poder ir a su alcoba. El muchacho no podía evadirlo, por lo que tenía que aguantar su malhumor, producto de la bebida o el dinero. 

—¿¡Dónde están las buenas notas, pendejo!? —exclamó su padre sin contemplación.  

—Dame tiempo, papá —respondió Ángel con una opresión en el pecho.   

—Mal nacido, espero que mi dinero te saque la ignorancia de una vez.   

—No te preocupes, papá, que te lo devolveré.  

—¡Porque no estoy para mantener a un holgazán! ¡Diecinueve años y aún no te gradúas!  

—No me lo recuerdes, papá. Siempre me esfuerzo, pero a veces no me sale nada...  

—Ya veo, con esa pinta de mozalbete delicado, no puedes dejar el biberón. ¡Eres una señorita!  

—Se acabó la conversación, papá. Tengo que hacer mis deberes.  

—¡Yo soy el que termina las conversaciones!   

—Baja la voz, papá, por respeto a mamá que está en el cielo. 

—¡No metas a tu madre en esto! ¡Solo por eso, ya no usarás el auto!  

—Pero, papá... Bueno, me moveré en colectivo, en un vehículo de tracción animal o en el avión de los hermanos Wright.  

El muchacho tenía muchas ganas de largarse de casa de una buena vez, pero el dinero era un obstáculo que ponía rocas en su puerta. Ángel dejó a su padre con sus palabras malsonantes y subió a su alcoba a hacer cualquier cosa, menos a entregarse a la tristeza.  

Al cerrar su puerta, con tanta bronca que podía resquebrajar la madera, su habitación se abarrotó del disgusto que acababa de iniciar en sus adentros. «Pronto, pronto me iré de tu puta casa», dijo para sí mismo y cogió su mochila para sacar algo de provecho. Aunque solo tenía en su cabeza las palabras hirientes de su padre.  

La tarea no fue un problema, porque lo terminaba en menos de una hora. Se sintió satisfecho de solucionar un problema. Con la economía de su padre, solo podía aspirar a un teléfono Sony Ericsson W300i. Como tenía tiempo para hacer algo más, antes de ir al trabajo, decidió coger su computadora portátil para investigar sobre el tema de pasado mañana. Pero la tentación lo apresó y terminó cayendo en una página para adultos. Y lo primero que buscó fue: "maestra sexi".  

De inmediato se desabrochó su bragueta para dejar que su miembro erecto saliera a conocer el porno. Con la excitación en pleno apogeo, se apretó el pene pasando de la suavidad a la rudeza. Las posibilidades de desistir en su intento de masturbarse eran altas. Pero las ganas no lo frenaron y prosiguió a darse placer viendo a una actriz vestida de maestra. Había mucho silencio en su cuarto y estaba tan excitado que pensó que sus jadeos podían atravesar las paredes. Por lo que postergó el orgasmo que estaba a punto de salir.  

Cerró las pestañas y fue a darse una ducha caliente, pero se olvidó cerrar la ventana. Cogió unos vaqueros ceñidos, un polo blanco, para ablandar su corazón, y salió de su alcoba con destino a su trabajo.  

—¡Ya me voy, papá! —gritó Ángel.  

—¡Adelante, nadie te lo impide!  

—Está bien, papá —dijo Ángel y salió de casa.

Endemoniado ©️Where stories live. Discover now