Capítulo 12 - A la escuela

534 54 7
                                    

El sol salió y los problemas de Ángel también salieron a perturbar su mañana. Todo lo vivido no era un sueño, ya que su mano traviesa lo había confirmado tocándose los labios y los otros labios. Otra vez su mano se empapaba ante la excitación que le provocaba estar desnudo o desnuda. 

Eran las siete y cuarenta de la mañana y su cuerpo transformado no había tocado el ropaje necesario para cubrir su desnudez. «¿Qué ropa me pondré ahora? ¡Por qué a mí!», se dijo y se tomó la cabeza desmelenada y que olía delicioso a pesar de su aspecto de bruja sin escoba. Sin haberse probado su ropa, ya sabía que no le iba quedar tan bien. 

—¡Oye, mozalbete, apúrate que llegarás tarde al colegio! —Como un fantasma su padre dejó la orden en el aire. 

De todo su ropaje, extrajo un polo blanco y un pantalón negro de vaquero. Un calzoncillo blanco era lo que quedaba para cubrir su panocha y sus pompas. Al mirarse al espejo, vio como sus nalgas crecían. Se veía como la chica que siempre quiso conquistar. El frente dibujaba dos pezones que marcaban su polo. Lo único que le faltaba era un sostén y unos zapatos talla treinta y cinco. La suerte no era algo cotidiano en su vida. 

Cogió todos los cuadernos que encontró y los puso en su mochila, como si estuviera poniendo ropa en una bolsa negra y vieja. Se puso las correas y se sintió un alumno a alumna rebelde con ganas de romper todas las reglas. Y lo primero que hizo fue ignorar las llamadas de Tadeo. 

—¡Oye, mozalbete! Ya estoy yendo a trabajar. Te estoy dejando la copia de la llave en el velador. Y, por favor, pon los ojos en la pizarra por lo menos cinco minutos... 

—Si, si, papá —respondió con voz de Ángel —El muchacho salió de casa como toda una mujer. 

Las miradas lujuriosas en el colectivo lo ponían nervioso o nerviosa. Para colmo, el bus comenzó a abarrotarse de gente a tal punto que una mano elástica, que no podía saber su procedencia, le tocó la nalga derecha antes de que saliera del sofocón. 

—¿¡Quién fue, quién me tocó el culo!? —gritó y la gente se echó a reír con timidez. 

Con las mejillas sonrojadas por aquel incidente, Ángel llegó a la unidad educativa "Los Hamsters School". Al ver las rejillas de entrada, tenía más ganas de volver que de entrar. Una veintena de alumnos ingresaron a trompicones: chicos rebeldes de pies a cabeza y chicas que confundían las minifaldas con la falda del colegio. Ángela armó una cara sonriente, capaz de aguantar lo que viniera, y entró al colegio.

Atravesó el pasillo principal hasta llegar a la puerta de su curso, el cuarto F. Y antes de que sus manos golpetearan la puerta, una alumna ataviada con su uniforme la interrumpió abruptamente. 

—¡Amiga, no puedes entrar así! 

—¿Cómo así? 

—Necesitas entrar con el uniforme. 

—Pues no tengo... 

—¿Estudias aquí? ¿Cómo te llamas? 

—Me llamo... —Ángel lo pensó durante dos segundos—. Me llamo Ángela, Ángela Reyes. Y soy nuevo, digo nueva. 

—Ya veo... Pero yo te puedo ayudar. 

Durante unos minutos. Ángela esperó en el baño de damas. En el espejo del lavabo, se vio de cuerpo entero y hasta modeló en el reducido espacio. Al instante, llegó la chica con una bolsa de plástico. 

—Amiga... 

—¡Ay, mierda! —dijo Ángela. 

—Aquí está el uniforme —dijo la chica sonriente. 

—¿Uniforme? ¡Excelente! 

—Sí, la camisa, la corbata y... la falda. 

—Ya, espera... ¿¡qué!? ¿¡Falda!? 

Endemoniado ©️Where stories live. Discover now