Capítulo 24 - Algo falta

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Ángela llegó a casa puntual. Las clases ya no se tornaban tan aburridas como antes. Sofía hacía que su mente pasara de la desolación y soledad al regocijo y a la tranquilidad. Su corazón, en plena rehabilitación, le daba el visto bueno para que el amor entrara a él con aloe para curar sus costras de dolor y deshacerse de las suturas de los cortes sangrantes de su miserable vida. 

Su llegada a casa fue una rutina aburrida y monótona, aunque la ausencia de su padre rompía la normalidad: ya no le importaba su vida libertina. La sala se veía igual, a excepción de la acumulación de mugre en el piso: no se acercó más porque la descomunal tarea le jalaba de las orejas. Aquella mugre eran cenizas y, como en la casa se cohabitaba con la mentira, la verdad buscaría suficiente luz para salir.

Ángela cerró la puerta de su habitación, produciendo un sonoro estruendo estentóreo que sus paredes se lo tragaban: eso era una bofetada para sus oídos acostumbrados a sonidos agradables de todo tipo y de cualquier página porno. Ni cuando sentía rabia su puerta sufría los crueles portazos severos.

El espejo era el que recibía el primer saludo del mediodía. Su fisonomía no había sufrido alteración alguna. Los pelillos comenzaban a poblar el área superior de sus labios. Y con solo acariciar su cabello, este le respondía cayéndose al piso: su pelo empezaba a abandonarlo. Aunque pensó que era algo normal. Las tetas y su órgano sexual femenino seguían ahí.

Dejó descansar el espejo un momento hasta que las ganas de verse volvieran. En cambio, sus ganas de hacer su tarea se iban y lo dejaban en un mar de desgano y confusión. Ver su lápiz le daba hastío: todo lo que tuviera que ver con el colegio era soporífero. Sentía repulsión por todo. El súbito dolor de cabeza no la dejaba armar las ideas como en un rompecabezas, cuando colocas la pieza equivocada.

A punto de perder los papeles, se tiró al piso, cabizbaja, buscando consuelo e intentando detener la migraña que se tornaba renuente y obstinada. Era una lucha sin referí, donde no podía esquivar los ganchos y solo esperaba la campana. Su cuerpo temblaba como una muralla endeble que siente que el enemigo está por derribarla.

El malestar se alojó en ella durante largos minutos. Como si hubiera soñado con el peluquero, se palpó la cabeza y su cabello castaño de mujer se había ido sin despedirse. Sentía las mejillas más prominentes y los brazos hinchados. El espejo aclaró todas sus inquietudes. Ya no era Ángela, era Ángel. La voz había vuelto. Con estupor y luego con una sonrisa le dio la bienvenida a su rostro masculino. Su alegría duró poco al descubrir que no había recuperado su pene ni sus testículos. Se había acostumbrado a sus senos que no los había notado. Era un hombre con senos y vagina.

Había vuelto a ser Ángel, aunque no completamente. Hasta los seres demoníacos cometían errores. Su pesadilla no tenía fin, no tenía un punto final, no tenía duración. «Sofía, Sofía te extraño, te extraño mucho», se dijo y suspiró sin esperar algo peor que la muerte.

—¡Ja, Ja, ja! ¡De mí no escaparás! —La voz grave de ultratumba dejó un eco hórrido que se quedó en su habitación.

Endemoniado ©️Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt