Capítulo 20 - Muy malo

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Desvirgada hasta las piernas y con rostro de insatisfacción, Ángela llegó a casa. No fue nada motivante estar a segundos de alcanzar el orgasmo y quedar insatisfecha por culpa de un bichito apresurado y precoz. Era como si no hubiera tenido sexo y el malhumor estaba por volver. 

Encontrar la casa sola no iba a calmar sus rugidos de león salvaje. La tarea era sobrehumana. Sus dos manos ya no eran suficientes para lidiar con ellas. Sus viejas manías de dejar todo para lo último seguían muy vivas. Si seguía así tendría que comprar otro cuaderno para abastecer el trabajo. Con solo unas palabras, la profesora le había dejado un quintal de tarea.

De un momento a otro tuvo la genial idea de enviar al carajo todas sus responsabilidades. Quería invernar como los osos y comer hasta tener obesidad mórbida. Quería dejar el refrigerador desnutrido y en coma. Era seguro que si su padre llegaba, su progenitor se hubiera ganado unas cuantas palabras nada amables. Argumentos directos al corazón como balas sin plomo.

Su habitación era un cementerio desde hacía mucho tiempo, gracias a la ausencia de una televisión a color. Y para matar el silencio debía hacer algo: poner música o poner un video de alguna página pornográfica. Y mientras se decidía, maldecía al aire e incluso insultó al mismísimo demonio.

Mientras se cambiaba para hacer algo más que masturbarse, sintió un olor a quemado y no era la calentura ni el sartén de la cocina. Una chispa se inauguraba en su piso. Conforme Ángela se deshacía del uniforme, el humo se convertía en fuego, y el fuego crecía hasta graduarse y convertirse en flama suficiente para llamar su atención.

—¿¡Qué!? —dijo Ángela y se dio la vuelta—. No, no, por favor.

La figura demoníaca se formó al mismo tiempo que Ángela cambiaba su expresión por uno de asco y pavor. Cada extremidad oscura y vellosa de la criatura quedó en su lugar y un llamativo pene con alegría colgaba de su coxis. Una regla no bastaba para medir la trompa de oso hormiguero que ostentaba.

—¿¡Quién te dijo que tengas sexo!? ¡Maldita zorra! —vociferó la criatura con voz de ultratumba—. Ahora conocerás un pene grande.

Con mucha dificultad, el ser demoníaco controló a su miembro excitado y juguetón. Y por atrás, se lo introdujo a Ángela con violencia. Los órganos encajaron como una pieza de lego. El demonio había marcado su objetivo, como un francotirador excitado dándole en el clavo.

—Ahora sí, zorra...

El demonio comenzó a someterlo con violentos movimientos que golpeaban sus nalgas. Sacaba y metía su jugosa trompa como un cargador de móvil y, a diferencia de un humano, no se cansaría tan fácilmente. Y Ángela no podía ni quejarse por las terribles cornadas del demonio que le provocaban un orgasmo tras otro. Con la boca bien abierta solo soltaba jadeos tímidos, pero por dentro explotaba de placer.

—¡Ay, ay... Aghgggggh!

—¡Vamos, zorra, quiero oírte gemir más fuerte!

Ángela ya no podía contabilizar todos los orgasmos que había tenido. Sus jadeos se convirtieron en gritos de alguien que ya no soportaba más placer. El demonio se detuvo en seco y Ángela cayó exhausta al piso, bañada con el semen transparente de la bestia.

—¡Nos volveremos a ver! Cuida tus pasos —dijo la criatura y desapareció en medio de una humareda que se extinguió segundos después.

Endemoniado ©️Where stories live. Discover now