Capítulo 22 - En casa ajena

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El retorno a casa fue diferente porque Ángela y Sofía, después de encontrarse en el colectivo, venían envueltas en un parloteo sin fin. Una palabra de Sofía era suficiente para que Ángela soltara un batiburrillo de palabras hasta inverosímiles para tratar de provocar una risa en Sofía que no llegaría a carcajada. Sofía pensaba que lo de ayer era una broma y Ángela solo quería ganar su amistad. 

—¡Odio las faldas, odio las faldas! No dejo de repetirlo, aunque en el calor es fresco —dijo Ángela manteniendo el buen temple. 

—Pienso igual, aunque siempre uso calza debajo. Si las demás chicas usan calzón o tanga es su problema. 

—Yo lo usaría, pero como soy un hombre en el cuerpo de una mujer, ja, ja. 

—¿Otra vez? Ya no es gracioso. 

—Si no me crees creo que terminaré sintiendo algo por un hombre. 

—Eso sería interesante... —Sofía soltó una risa tímida. 

Entre mucho parloteo el camino se acortó y ambas llegaron a casa. Sofía debía ponerse al día con historia, por lo que Ángela coadyuvaría a no aplazarse. 

—¿Quieres pasar? —preguntó Sofía con aplomo—. Mi padres llegan en la noche. 

—¿No me violarás? 

—Ja, ja, yo debería hacer esa pregunta... 

La habitación de Sofía era un lugar para quedarse y no salir más. Era acogedor, silencioso y muy ordenado: lo opuesto a la pocilga que Ángela llamaba alcoba. Sus libros y cuadernos descansaban en un solo lugar y no tenían rastros de polvillo. En cambio, en la habitación de Ángela, ella tenía que buscar con linterna su libros y lápices. 

Sofía se sentó en la cama de cobertores suaves y desalojó su mochila de todo lo necesario para aprender. Ángela deseaba ser la cama por un día. Ver sus propias piernas no eran suficientes para calentarla. Su masculinidad emergía y sus ojos se deleitaban con las piernas blancas de Sofía. 

—Sofía... —dijo Ángela imbuida por sus impulsos y deseos. 

—Sí, dime —respondió Sofía que buscaba su libro. 

—¿Sigues creyendo que no soy Ángel? 

—¿Tú qué crees? 

—No sé... 

Ángela se tomó la boca. «¿Lo hago o no lo hago?, se preguntó. Con los ojos entrecerrados se subió la falda para enseñar su ropa interior masculina que llevaba. Se veía a leguas que Ángela extrañaba que algo colgara de su entrepierna. 

—Hum, ropa interior de hombre... No tiene el... 

—Sí, ¿y en serio sigues creyendo que soy otra mujer? —dijo Ángela acercándose a ella. 

Sus nalgas tocaron el suave cobertor y por poco sufre un orgasmo al sentarse. Luego, se puso a una distancia idónea como para darle robarle un beso. Sus ojos chocaron y las mejillas de Sofía cambiaron a rojo. 

—Soy Ángel... 

—Oye... Tengo que hacer mi tarea de historia... 

—¿Y si creamos nuestra propia historia de amor? Eso es algo que solo Ángel te diría... 

La mano derecha de Ángela cayó sobre el muslo de Sofía y como una pala cargadora fue subiendo la tela tableada con lentitud. 

—¿Qué haces? 

—Quiero demostrarte que soy Ángel... Si no puedo conquistar tu corazón, conquistaré tu cuerpo para que me creas, porque para mí son tierras desconocidas... 

—Imaginemos que es un sueño y en realidad eres el chico que me defendió... 

—Lo hice dos veces... De hombre y de mujer —Ángela sollozó. 

—No llores... Me contagiarás. 

—Solo quiero que hagamos una promesa... 

—¿Qué promesa? 

—Si vuelvo a ser hombre y sobrevivo, quiero un abrazo tuyo... 

Por primera vez, Sofía miró a Ángel y no a Ángela. 

—Como es un sueño, sí. Es una promesa. 

—¿Y si no es un sueño? 

Endemoniado ©️Where stories live. Discover now