Uno

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Dos vueltas a la izquierda y la cerradura está abierta, cruza el umbral y mira hacia Zayn, su mejor amigo está a pocos pasos atrás suyo cargando una caja pequeña con algunas de sus pertenencias. El apartamento yace vacío, apenas han firmado el contrato del alquiler hace unas horas, pero ellos ya habían dibujado mentalmente cómo iban a disponer del espacio.

Harry echa un vistazo al ventanal que da hacia la calle principal en donde se ubicaba el pequeño edificio, todavía están a las afueras de Londres, cerca de algunas paradas de autobús y de una estación del metro; la sombra del enorme árbol de la entrada se cuela junto a algunos rayos del sol, el apartamento no incluye ningún mueble a parte de los de la cocina, ni cortinas, pero ellos están bien con eso. Deja la caja que él sostenía en el piso luego de ver a su amigo hacer lo mismo, y se sienta a su lado en el suelo.

–Voy a pedirle a mi madre que nos ayude con la cosas en su auto, pero tenemos que conseguir un camión para los muebles –dice, mirando el blanco techo.

–Bien, es un gasto que debimos calcular antes, pero no es un problema –responde el muchacho de cabello negro. Se levanta, luego de soltar un suspiro bastante sonoro, y se acerca a la puerta que está a la derecha del ventanal –¿Este iba a ser el mío? –pregunta.

–Sí –contesta el castaño, sin mirar a Zayn. Su mano ordena un poco su cabello antes de levantarse y caminar hacía la puerta de la izquierda. Sus rizos se han desordenado por haber estado amarrados en un chongo sin gracia.

La habitaciones no son ni muy grandes ni muy pequeñas, pero ya se había olvidado de cuánto medían en metros, ambas tienen roperos empotrados, cosa que fue de su agrado. El apartamento no era la gran cosa: un piso llano, cuya cocina de concepto abierto yacía a la derecha de la puerta de entrada, el espacio abierto que se utilizaría de sala-comedor, el baño a la izquierda y un dormitorio a cada extremo del ventanal. Perfecto para dos jóvenes muchachos desesperados por la independencia.

En el silencio en el que el castaño se encuentra fantaseando con las cosas que puede hacer ahora que viviría sin sus padres, escucha un grito no muy masculino que proviene del dormitorio de Zayn, y mientras sale del suyo y cruza hacia ese lugar, escucha a su amigo decir:

–¡Joder! Harry ¿puedes venir? –pero él ya está en el borde de la puerta, observando a su muy asustado amigo que miraba al suelo.

–¿Qué pasa? –pregunta, casi riendo. Ya comprende lo que sucedía, sin embargo quería oírselo decir.

–Yo... hay una jodida enorme araña en el suelo. ¿Puedes sacarla, exterminarla, quemarla, o hacer algo para que no esté más en mi dormitorio? –responde Zayn, provocando la risa aguda de Harry. Éste se agacha y toma a la araña en una servilleta muy arrugada que saca del bolsillo de sus pantalones.

Mientras sale hacia el pasillo entre risas, recuerda todas la veces que había pasado lo mismo. Zayn podía parecer jodidamente rudo, lleno de tatuajes en cada rincón visible del cuerpo, su mirada seria debajo de unas tupidas cejas, el cabello oscuro, corto a los lados y un poco largo en el centro, y la ropa negra y de cuero; pero Zayn es un muchacho amable debajo de toda esa pinta, un muchacho jodidamente amable, carismático y con miedo a las arañas.

Harry, por otro lado, era y parecía un pan de Dios: había decidido dejarse crecer el cabello hace poco, castaño y rizado, los rizos le llegan casi hasta los hombros, cayendo en espirales que parecen cascadas de chocolate; viste siempre camisas llamativas, ya sea por los colores o las flores y diseños en ellas, aunque todavía no ha dejado ir su camiseta de los Rolling Stones, la que usa bastante seguido pues le fascina. A diferencia de su mejor amigo, Zayn, que usa pantalones un poco holgados, Harry siempre usa pitillos, casi siempre oscuros y con roturas en las rodillas, y ama usar botas. Tiene varios pares de botas. Zayn prefiere las zapatillas deportivas de diseñador, aunque le cuesten demasiado dinero.

Con una simpática sonrisa, Harry saluda a su amigo desde afuera del edificio, Zayn lo mira con un poco de molestia desde la ventana, y le saca el dedo medio antes de volverse hacia la caja que cargaba e ingresarla a su dormitorio. No tienen mucho que hacer, solo habían venido a hacer el primer depósito y obtener las llaves.

El castaño está apoyado, como puede, en la motocicleta de su amigo, sus largas piernas lo sostienen más de lo que lo hace el armazón metálico en el que tiene el trasero. Zayn cruza la puerta principal del edificio, un delgado portón de madera, y se acerca a su amigo.

–¿Nos vamos? –pregunta ni bien llega.

–No hay nada más que hacer, supongo que sí –responde Harry, todavía sonriendo por el suceso de la araña.

No han traído sus cascos, apresurados en llegar a la hora en la que habían hecho la cita con el dueño, pero Zayn conoce la zona, conoce las calles como la palma de su mano, y está seguro de que no se van a meter en problemas.

Tampoco es que conduce como un demente, siempre ha sido precavido, es algo que la vida le ha enseñado a ser, además que no obtuvo la licencia conduciendo como un puto loco. A Harry no le gustan mucho las motocicletas, quizá por todas las noticias que escucha en las que en un accidente se involucra una de ellas, pero confía en Zayn y cuando es su amigo el que conduce, Harry se anima a echar la cabeza hacía atrás y permitir que su cabello vuele con el veloz viento.

No están muy lejos de su barrio de crianza, Zayn vive con sus padres y hermanas en una modesta casa de dos pisos en la acera este de la calle, Harry vive en una módica casa de un piso con su madre, su hermana, y su padrastro, en la acera oeste de la calle. Una frente a la otra, sus casas encajan a la perfección con las demás de la zona.

Se habían conocido hace casi quince años, cuando eran apenas unos niños, Harry era un muchacho flacucho de brillantes ojos verdes que no tenía muchos amigos en la primaria, entonces llegó un nuevo niño, un año mayor, de ojos color avellana, y su amistad floreció al darse cuenta de que, a pesar de estar en grados distintos, se tendrían el uno al otro siempre, pues solo tenían que cruzar la calle.

El mayor contó siempre con el apoyo del menor cuando tuvo que empezar sesiones con un terapeuta debido a sus problemas de ansiedad, y el menor tuvo todo el apoyo del mayor cuando descubrió a edad temprana que no le gustaban las niñas como al resto de los muchachitos varones.

Zayn fue siempre un chico callado, no era tímido ni inseguro, solo era una forma de protegerse de las cosas que temía más en todo el mundo: intromisión y corazones rotos; Harry, por otro lado, desgastaba su vida al máximo, sí, no le gustaba sufrir, pero no se negaba cosas por miedo. Eran espantosamente distintos, pero tenían un vínculo amistoso maravilloso que nada pudo romper.

Y se habían prometido que nada lo haría jamás.

Al sentir la motocicleta bajando la velocidad, Harry abre los ojos y se encuentra en el patio de los Malik.

–¿Nos vemos esta noche? –consulta mientras se baja de la moto de su amigo.

–Sí, no se te ocurra olvidarte la cerveza –responde Zayn.

–No sería un juego decente sin la cerveza –comenta el castaño, cruzando la calle hacia la puerta de su pequeña casa. Ya dentro, no duda en comentar lo agradable que es su nuevo lugar con su hermana, Gemma, quien sonríe mientras lo escucha.

Gemma no pasa mucho tiempo en casa tampoco, estudia a unas horas de allí y comparte una habitación con muchachas agradables en la estancia universitaria. Ella está orgullosa de Harry, y siempre se lo ha hecho saber. Harry le avisa que al día siguiente va a llevarse sus cosas y que posiblemente esa sea la última noche que duerma en esa habitación, también trata de convencerla para que vaya con él a lo de Zayn para ver el partido con unas agradables cervezas y mucha comida chatarra, pero Gemma no puede, tiene una cita.

Del otro lado de la calle, Zayn enciende un cigarrillo tras encerrarse en su habitación, sus padres no han vuelto todavía y no quiere que sus hermanas lo vean fumando. Tampoco es como que a Harry le agrade mucho que lo haga, por eso es que ha esperado hasta estar lejos de su mejor amigo para hacerlo. Mentalmente revisa su lista de compras y sonríe cuando recuerda la obscena cantidad de palitos de queso fritos que ha comprado para el partido de la tarde.

A Zayn siempre le ha gustado mucho más la música moderna que a Harry,  éste ultimo siempre ha preferido comprar comida que cocinar, a diferencia de su amigo, que se toma el tiempo del mundo a la hora de preparar el almuerzo o la cena; incluso es amante del cálculo y las matemáticas mientras que el castaño ha sido siempre artístico y bohemio. Pero por lo menos, además de una amistad jodidamente fuerte que los une en sus diferencias, tienen el fútbol y la cerveza. 

Rear View [zarry au]✅Where stories live. Discover now