Veintidos

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Tan solo dejar a Harry en la oficina se ha sentido como el trabajo de toda una semana, a pesar de que él adora conducir en moto y le encanta lo ligero que puede sentirse; Zayn siente como si lo hubiesen pisoteado ocho elefantes, le duele la espalda y le arden los ojos por lo mal que ha dormido, incluso si Harry lo ha abrazado con cariño y no se ha movido tanto como otras noches.

-Tienes una cara de mierda -escucha una voz femenina decir ni bien ingresa a la tienda. Sus clases han sido una pesadilla y no ha podido dormir en el pupitre puesto que se ha sentado adelante, por llegar tarde los lugares en el fondo estaban ocupados.

-Refleja mi día de mierda -contesta a Adrienne, saludándola con un beso en la mejilla.

-¿Las clases?

-No. No he dormido nada. No he podido -dice, rascándose los ojos con pereza.

-¿Peleaste con Harry?

-No -contesta, acomodando el pedido que ha cargado desde el almacén en el mostrador.

-No puedo creer que hayas follado toda la noche y ahora yo tenga que aguantar tu carácter de mierda -Adrienne bromea, provocando una afortunada risilla en el moreno.

-Ojalá -susurra, más para sí mismo que para responder a su amiga -. ¿Recuerdas la conversación que tuvimos hace un mes, cuando me contaste de tu embarazo?

-¿Tiene que ver con tus sentimientos hacia él?

Zayn no puede pensar en ninguna vez en la que haya sentido lo que siente, está muy inseguro de cómo debe actuar o qué debe decir. El sueño se le ha desconfigurado entero desde hace un par de semanas; tiene más nauseas que ganas de comer; no es capaz de concentrarse en las cosas en las que habitualmente destaca.

¿Alguien realmente se siente feliz cuando padece todo esto? Zayn no lo entiende. Quiere dormir como lo ha hecho los últimos veintidós años: tranquilo y despreocupado. Quiere comer y disfrutar sin quemarse la cabeza con ideas tan absurdas como las que tiene. ¿Se ha enamorado? No lo sabe realmente. Siente una ansiedad asquerosa de solo pensarlo.

-No me gusta toda esta porquería, Adri -admite.

-No puedes forzarte a sentir algo que no quieres, Zayn -dice ella, y lo deja solo porque ha llegado su cliente del día. Zayn la observa con ternura: la panza ha empezado a notársele apenas y su tío ya ha dicho que va a darle una licencia temprana porque el trabajo con las partes de motos y los olores del petróleo es peligroso.

Solo, fumando antes de marcharse, contempla sus opciones: sabe que quiere mucho a Harry, lo adora, pero sabe, también, que su mejor amigo es un sujeto complejo al que a veces no comprende para nada y la sola idea de herir a la persona con la que más ha convivido en toda su vida, la persona que lo conoce tan bien y con la que comparte más recuerdos que con nadie más, le causa mucho más miedo que salir lastimado.

Son las ocho cuando cruza la puerta del apartamento, sabe que el metro puede atrasarse hasta quince minutos y es por eso que no le sorprende no encontrar al castaño ahí; decide ponerse cómodo en el sillón y pedir algo de comer, aunque, como las últimas dos semanas, no siente apetito, come por pura costumbre. Entre los minutos que tarda en llegar el pedido no ha encendido la televisión; al contrario, se ha quedado en silencio ordenando sus ideas y planeando una conversación con Harry cuando éste llegue.

Pero han pasado más de dos horas desde la salida de Harry y no ha llegado. Y apenas a las nueve y media Zayn mira en su celular un par de mensajes en los que el castaño le avisa que llegará tarde porque van a festejarle, en la oficina, la oficialización de su contrato.

Y Zayn no puede hacer nada más que crear escenarios negativos en su cabeza en los que su mejor amigo termina jodidamente borracho y rompe su promesa. Y, aunque son escenarios imaginarios, Zayn ya se siente enojado con él.

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