Trece

475 51 11
                                    

El agua ha hervido y sirve dos tazas que se tiñen suavemente con el color del té, el piso se siente helado a través de las medias que tiene calzadas, pero lo deja pasar; Harry se abraza del par de tazas y camina hacia el dormitorio de Zayn, no toca para entrar, porque no tiene manos para hacerlo, abriendo la puerta empujándola con el pie. Su amigo está muy dormido, desparramado en el colchón, sin querer, el castaño patea la chamarra de Zayn que está en el suelo, deja las tazas sobre la mesita de noche, en la que apenas hay espacio; se voltea y recoge la chamarra y los jeans de su amigo, provocando que del bolsillo salgan disparadas un par de monedas y una hoja doblada en cuatro.

Harry sospecha lo que es, pero, mirando que su amigo sigue dormido a pesar del ruido, desdobla el papel y reconoce su caligrafía: "Limpié un poco nuestro desastre, me debes la limpieza siguiente. Ten un lindo día, te quiero. H". No es gran cosa.

—¿Zee? —susurra en la oreja del moreno.

—¿Harry? —el mayor abre los ojos y se mueve un poco sobre la cama. Harry está al borde, sin tocar ni una sábana, ha guardado la nota en el bolsillo del que ha caído y ahora va a pretender como que no vio nada.

—Son casi las diez, según tu horario, tienes clases a las once. Te traje té, hace mucho frio afuera —dice, con la voz más baja que le permite su garganta.

—¿Qué sería de mi sin ti? —Comenta el mayor, sentándose mientras permite que las sabanas se queden enredadas en su cuerpo, sintiendo el frío del que habla su amigo. —No puedo creer lo horrible que es mi horario, tener que ir hasta allá por un periodo de una hora y media.

—Tienes un proyecto que entregar, no me quedé contigo hasta las dos de la mañana para que no lo presentes —dice el castaño, sentándose a lado de su amigo, tomando un sorbo de su taza. Ambos ríen suavemente, resignados a que los horarios de la universidad no son tan divertidos como los pintan en las películas.

—Gracias por eso, Hazz.

—No hay nada que agradecer, Zee.

El ojiverde termina su té y se acuesta en la cama de su amigo, el calor de las sabanas lo abraza suavemente, Zayn, por su lado, se levanta para vestirse, tapando a Harry con las sabanas que abandonan su cuerpo. Toma un par de jeans, una camiseta y un suéter, se queda con las medias de dormir y se calza un par de botas, toma su chamarra y abandona la habitación, caminando hacia la cocina a por su laptop y algo para llenar su estómago. Sabe que su adormilado amigo no tiene clases los martes, es algo de su horario que envidia mucho: tener muchas clases en un día y no tener que perder un par de horas durante varios días a la semana. Aunque sabe que su horario le acomoda respecto a su trabajo en la tienda de motos.

Su turno empieza a las dos y termina a las nueve, de martes a viernes; a veces cubre turnos los sábados, pero casi nunca pasa, la gente que trabaja con él tiene cuentas que pagar, y faltar, incluso un día, es una perdida que un alquiler no puede permitirse; Harry es atento con todos, y no lo hace por evitar quejas, que sí ha recibido a lo largo de cuatro años, lo hace porque no le gustaría ser un comensal y que el mesero explote con sus problemas en contra suyo, cuando no tiene nada que ver, aunque Harry tiene unos pocos clientes favoritos, a los que invita soda o porciones extra de papas. Esa gente es generosa con las propinas y él lo sabe bien.

El restaurante tiene un ritmo fijo, los días más vacíos, en los que se permite jugar Candy Crush, son los miércoles, los mejores días para las propinas son los jueves, y los peores días para tratar clientes suelen ser los viernes. Los martes no son especiales.

Cuando cruza el umbral de la puerta, reconoce el gesto de disgusto de Adrienne, la rubia lo mira con molestia, pero a él no le interesa, Zayn tiene que trabajar y no va a permitir que sus asuntos personales vuelvan a entrometerse en su desempeño como el día anterior.

Rear View [zarry au]✅Where stories live. Discover now