Veintiuno

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El retorno a casa suele ser una monotonía: gente con la cara llena de agobio, música aburrida en un vagón del metro mientras las señoras reclaman por el olor a sudor y los señores empiezan a desatar sus corbatas. A veces, entre el sonido del viento golpeando las ventanas, se escucha el llanto o la risa de algunos niños; no faltan, tampoco, los audífonos mal enchufados que exponen la música de aquel que se los ha puesto, y es inevitable sentir como si te salvaras de ahogarte cuando las personas han empezado a bajarse. Harry sabe que los cuarenta minutos de viaje desde el centro a su apartamento no son terriblemente largos, pero así se sienten entre todos los pensamientos que lo han abordado.

—Te hubiera tomado veinte minutos llegar si me hubieras esperado, Harry —Zayn está colgando su chamarra en el colgador de la entrada. La televisión apenas ha sido encendida por el más alto, que se ha sentado en el sofá luego de entrar. Se habían encontrado en el pasillo.

—Te hubiera tomado más de veinte llegar, lo que harían los mismos cuarenta minutos —Harry sonríe, procediendo a quitarse los zapatos y dejarlos a un costado del sofá. Zayn deja sus llaves en el mesón y se acomoda el cabello.

—Bueno, sí, pero podríamos haber parado a comer algo, creo que no hay nada que pueda preparar.

—Podemos pedir una pizza y abrir una botella de vino —sugiere el castaño, suspirando a la vez que acuesta su cabeza entre los almohadones.

—¿El vino para festejar tu nuevo empleo? —el moreno se sienta en el sofá a lado de Harry y apoya una mano en la pierna del menor, acariciando con cariño a su amigo, como un gesto cómplice de demostración de alegría.

—El vino —contesta con gracia, levantándose —, para obtener la fuerza necesaria para llamar a Roger y avisarle que renuncio —ambos ríen suavemente y el mayor asiente, aceptando la idea.

Cuando la pizza llega, los dos chicos se han cambiado a la ropa cómoda que siempre usan dentro de casa y han dejado lista una película para pasar el rato. Aunque ambos saben que el otro tiene cosas que decir, ninguno pregunta nada hasta que las últimas rebanadas de pizza se han esfumado de la caja y han terminado, cada uno, una sola copa de vino.

—¿Podemos hacer una rifa por tus pensamientos? —Zayn dice, siguiendo al castaño que acomoda la caja ya vacía y tapa la botella, guardándola en la despensa donde nota que siguen habiendo un par de botellas más.

—Te saldría carísima —bromea, volteándose para mirar al mayor directo a los ojos.

—¿Es sobre el trabajo, no?

—Tengo muchísimo miedo de estar haciéndolo todo mal —admite Harry luego de un suspiro cargado de pesadez.

—Harry, escucha —Zayn se ha acercado y ha tomado la mano del menor, sin dejar de mirarlo a los ojos con honestidad —. Los nuevos comienzos son jodidamente terroríficos. ¿Recuerdas cuando empezaste a trabajar en ese restaurante? Llegabas a casa y antes de saludar a tu mamá y pasarle tu paga, para ayudarla, me llamabas y hablábamos en la acera sobre el temor de que una bandeja termine en la cara de tus clientes. Y luego de un par de meses te alegraste cuando pudiste pagar esa colección de libros que tanto querías, y me dijiste que había sido bueno haberte arriesgado.

—Todavía conservo los libros —Harry murmura con emoción y Zayn nota como los ojos perturbados se alivian.

—Lo sé, no paraste de gritárselo a Louis cuando nos ayudaba a subir las cajas: "¡Cuidado, tonto, que ahí están mis libros de colección!" —el mayor imita la voz del ojiverde y éste termina riendo con sinceridad —Siempre que temas, piensa en esos libros y la emoción de haberlos comprado —sugiere Zayn y Harry asiente antes de abrazarlo.

Rear View [zarry au]✅Where stories live. Discover now