Capítulo 4: Confesión

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De camino a clases, a León le resultaba casi imposible poder borrar esa gran sonrisa de su rostro. A pesar de que era muy cerrado con sus sentimientos, había uno que nunca había logrado ocultar: la felicidad. Llegó a la universidad, un poco sudado, quizás a causa de los nervios, o de los rayos del sol quemando su piel.

Recorrió los pasillos, ignorando a las personas que cruzaba, lo miraban con cara rara; a todos les parecía extraño verlo sonreír de esa forma. León intentó tragarse la emoción, logró entrar al aula casi serio y se sentó en su lugar. Sólo quedaba esperar.

Miró por la ventana inútilmente, ya que, aunque ésta daba a la calle, jamás había visto a Christopher llegar; el chico solo aparecía por la puerta del salón. León estaba seguro de que vendría caminando por otro lado, o entraba por otra puerta. Vio al sol comenzando a ocultarse. En su reloj decía: 20:26. No quería quitar la vista de la entrada. Escuchaba a su profesor hablar, pero por más que lo intentaba, no lograba prestarle atención. 20:32... quizás se había retrasado por algo. 20:37. Bien, esto ya estaba impacientando mucho a León. Trató de dejar de contar los minutos de esa manera, porque sentía algo raro en su estómago, que no le gustaba; así que se sacó su reloj de pulsera y lo puso en el bolsillo del pantalón. Intentó seguir la charla que estaba dando Iturbide. Después de unos minutos, aunque no sabía cuántos, se dio cuenta de que el sol había caído por completo y ya era de noche. "Bien. Un día más sin él." Pensó, mientras su expresión de felicidad cambiaba completamente. Puso los brazos sobre la mesa, apoyó su cabeza utilizándolos de almohada y cerró sus ojos. No le importaba si alguien lo veía pareciendo dormido. De pronto escuchó una voz:

—León, ¿podrías explicarme lo que dio el profesor mientras no estaba?—Era el chico tan esperado. Se encontraba en su asiento, con el brazo apoyado en el respaldo, inclinándose hacia atrás, para poder hablarle.

—¡Christopher! Hola. Sí, lo apunté todo. ¿En qué momento llegaste?

—Recién, estabas con los ojos cerrados, por eso no me viste— Sonrió.

—Pero... si pasé así como tres segundos. No puede ser.

—Entonces te habrás quedado dormido. ¿Me prestarías los apuntes?

—Sí, perdoname. Tomá— Le alcanzó las hojas.

—Gracias, señorito.— Volvió a retomar su lugar.

¿Cómo explicar la mezcla de emociones que tenía León en ese momento? Supongo que es de imaginarse... Confusión, frustración, desesperación, impaciencia, intranquilidad; y a la vez, alegría, felicidad, esperanzas, tranquilidad y paz. Nuevamente se veía ante la actividad que más disfrutaba: Observar a Christopher sin cesar. Pero esta vez, tenía que hacer algo. Estaba el primer paso dado. Ahora ya habían hablado dos veces. Pasó un largo rato queriendo iniciar una conversación con él, pero no sabía ni sobre qué. De repente el chico volvió a girar hacia atrás:

—Ché, ¿Tenés hora? Me olvidé el celular en mi casa, como un tonto.— Habló el pelinegro con total normalidad.

—Sí— Miró su muñeca, ¡mierda! Había olvidado que su reloj estaba en el bolsillo. Lo sacó de ahí. El chico extraño hizo una mueca de risa al ver lo que León estaba haciendo.— Las... 22:58.

—Gracias de nuevo.— Intentó volver a su mesa.

—Christopher...— Se atrevió a hablar.

—¿Qué pasa?

—¿Querés ir mañana a la tarde... a... tomar un café a mi casa?— Propuso el rubio con la voz temblorosa.

—¿Mañana la tarde? No puedo, perdón.

Ojos de vampiro [Gay]Where stories live. Discover now