29. ¿Estás preparada para el mundo?

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Desde antes de abrir los ojos ya sabía que Amaia iba a estar aquí esperándome. Noto su presencia, inconfundible. Y, aunque no sé cuánto tiempo ha pasado, me siento como si volviera de un largo viaje, de una aventura inesperada.

Por eso, cuando vuelvo a la consciencia y me recibe su sonrisa, su mirada... Me refugio en ellas con necesidad, con emoción, pero sin sobresaltos, porque sé cuál es mi lugar. Sé que solo estoy volviendo a casa, y que no quiero volver a perderme nunca más.

-Bienvenido –me susurra, acercándose más para verter sus ojos en los míos.

Ya estoy aquí, cuquita. ¿Estás ya más tranquila?

Porque no se me ha pasado desapercibido el alivio en sus ojos, en su mirada.

No quiero que vuelvas a sufrir por mí nunca más...

Me acaricia la peca que tengo en la cara con delicadeza, mientras sigo recorriendo su rostro, para grabarlo a fuego en mi mente y en mi corazón.

Amaia...

Doy las cinco notas de su nombre con mi voz.

Estoy aquí, cuquita. Estoy aquí.

Quiero reiterárselo. Quiero que sepa que no deseaba irme de su lado.

Se le llenan los ojos de lágrimas y se acerca lentamente a darme un beso. Y, aunque aún me siento torpe, consigo recorrer con esfuerzo el camino que me lleva a mis labios para corresponderla. Poco a poco.

No te preocupes, cuquita, volveré a recuperar las fuerzas por ti.

Siento cómo la recorre un escalofrío y a mí también me tiembla todo, porque soy capaz de palpar el miedo que ha debido de pasar en este tiempo en el que me he ausentado de su lado. Por eso, mi amor se vierte a raudales de forma natural.

Ojalá pudiera bañarte con él. Ojalá pudiera darte algo más.

-Um-um-um –le respondo, porque sigue siendo lo único que le puedo dar... Por ahora.

Amaia lanza otro profundo suspiro de alivio y sé que es su medio para expulsar ese miedo y esa desolación de su alma, alejarlos ahora que me sabe con ella.

-Y yo también. Te amo mucho...

No me hacen falta las palabras, sus ojos me lo dicen, mientras trata de reprimir las lágrimas. Se recuesta sobre mí y muevo un brazo con esfuerzo hacia su espalda.

Estabas aquí, conmigo... Mi Amaix.

Pero mientras su respiración se acompasa con la mía, empiezo a darme cuenta de lo que esta aventura ha significado. Veo su pelo alborotado, como tantas otras mañanas. Siento su presencia junto a la mía, y caigo en la cuenta de que mi Amaix ya está preparada para mostrarse al mundo entero, como tantas veces se lo he dicho, pero si no lo hace... Si no lo hace, es por mí. Es porque aún tiene miedo de apartarme de su lado, porque salir al mundo puede significar alejarse de mí, alejarme de ella. Y no podría soportarlo.

Y yo...

Conforme pasan los minutos, la certeza va cogiendo fuerza: no puedo ser egoísta. Amaia ya ha estado demasiado tiempo solo para mí, y el mundo la está esperando. La lleva esperando demasiado tiempo. Y no saben lo que se están perdiendo. Y quizás yo, en el camino, vuelva a enamorarme de este mundo que ya me tiene encandilado, de esta realidad llena de límites a la que, aunque hermosa, me resisto a volver, porque lidiar con ella es difícil. Lidiar con ella sabiendo que nada volverá a ser igual requiere una fuerza, una voluntad, que hasta este momento no sabía si tenía.

El camino a casaWhere stories live. Discover now