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Con una lata de té en mano, Yacchan paró en seco cuando vio la escena. Inconscientemente, sus miembros se tensaron y el envase se hundió entre sus dedos, permitiendo que el líquido verdusco rebalse y gotee sobre el suelo.

Era inaceptable.

Bajo el umbral de la puerta del aula, sus ojos se fijaron en la figura que le daba la espalda y su extrovertido desenvolvimiento con las manos. Cabello oscuro, amplios hombros y de una altura mayor al promedio. Definitivamente se trataba de su primo, Kashima, el cual siempre había tenido un don para expresarse de forma atrayente y locuaz. Luego pasó a fijarse en Toono, quien asentía radiante y señalaba el vestido de papel que había diseñado para Rina, totalmente orgulloso de su obra maestra.

Era engorroso.

Sólo fue por algo de beber, y en su descuido, Kashima encontró la táctica perfecta para iniciar una conversación amena con la persona que le gustaba: hablarle de los estúpidos huevos.

»—¿Te gusta Toono, no es así?

Durante el recreo, unos compañeros se sentaron junto a él a unas cuantas mesas de la entrada de la cafetería. Yacchan pasó de cerca, detrás de Kashima, y se colocó en la fila para pagar por su merienda.

Ellos habían insistido:

»—Mi amigo me dijo que te vio con él un par de veces yendo al invernadero. ¿Qué están haciendo ahí a solas? ¿Eh?

Yacchan lo observó de reojo y guardó silencio. Kashima ladeó su cabeza con pereza y se picó la punta de la nariz. Un ligero rubor brotó.

»—No hemos hecho nada. Le pedí que me ayudase a tomar algunas fotografías para mi colección. Además... —hesitó Kashima.

»—¿Además? ¡Vamos! No nos dejes con la duda.

»—Sólo creo que Toono es un buen muchacho.

Kashima y sus respuestas indirectas. Yacchan tuvo que aguantarse la extrema necesidad de tirarle la bandeja en la cabeza y vociferar la verdad. ¡Era tan obvio a la vista de todos! Menos para el inepto de Toono y su irritable inocencia en ciertos aspectos de sentido común. Si no nota los avances de Kashima, con suerte notaría los suyos.

Yacchan consideraba que no se tenía que ser un científico ni un psicólogo para darse cuenta de que, cada vez que veía a Toono, Kashima tenía el semblante de un reverendo imbécil. Mirada profunda de cachorrito, sonrisa complacida, pómulos marcados y torpeza excesiva. ¿Cuántas veces había tropezado o chocado con algo cuando se dirigía a hablar con él? La última vez se estrelló contra la puerta. ¡Estaba absolutamente embrujado!

«Al menos puedo disimularlo...», pensó Yacchan, y tiró la lata en el tacho de basura.

—¡Yuu! —saludó Yacchan, utilizando su careta amable e inocente, no obstante, se podía percibir una aspereza en su tono.

—¡Yacchan, volviste! —dijo Toono.

Kashima miró sobre su hombro y sonrió.

—¡Kyosuke! ¿Así que estás trabajando con Toono en el proyecto? Toono me estaba contando sobre la cuna que armaste con palitos de fósforo. ¿Cómo lo hiciste? ¿Buscaste algún tutorial?

«¿Estuvieron hablando de mí? ¡Ja! No importa».

—¡Es cierto! ¿Cómo lograste construirla? —exclamó Toono.

Yacchan se encogió de hombros, tomó su silla y la colocó junto a la de Toono, bloqueando la proximidad de su primo. Con naturalidad se recostó sobre el escritorio de Toono, apoyándose sutilmente sobre el brazo de éste y rozando su muslo con el de él. Su acción indicaba una urgencia no hablada que, ni Kashima ni Toono supieron cómo reaccionar.

—Oye, Yacchan...

Era un poco extraño para Toono verse absorto en un nuevo dilema. Fue consciente del peso de Yacchan sobre su cuerpo, el olor a canela de su cabellera y la fresca colonia de su chompa de lana. Sin embargo, ¿a qué se debió la súbita cercanía? No era una sensación incómoda, más bien, nueva y relevante. Toono no la rechazó.

Luego ambos cruzaron miradas. Toono abrió la boca, pero Yacchan lo ignoró y se dirigió a su primo.

—Si no me equivoco, recuerdo que lo hice para una maqueta en un taller de manualidades, hace unos cuantos años atrás —replicó modesto—. Si buscas videos para niños, puede que te halles con varios ejemplos. Son más fáciles de entender para primerizos, Yuu.

—Ya veo... Gracias —dijo Kashima, disimulando una mueca de ofuscación.

—Pero si necesitas ayuda, me avisas.

Toono soltó un chillido de asombro.

—¿En serio? No sabía que se te daban las manualidades, Yacchan. ¿Qué más sabes hacer? ¿También trabajaste con figuras de papel?

Definitivamente, Toono no había captado el comentario.

—¡Sí! También practicamos Origami básico —contestó Yacchan. Se inclinó un poco más hacia el rostro de Toono y agregó—: Si quieres, te puedo enseñar a hacer un par de figuras.

—¿Lo dices en serio?

Yacchan acortó la distancia y apoyó su mano sobre la rodilla de Toono. A Kashima se le dificultaba digerir la escena y los contempló, presionando levemente sus dientes entre sí. Yacchan amplió su sonrisa.

—Sé cómo hacer un pingüino, una rana y otros animalillos.

Cuando Kashima tuvo en mente cómo interrumpir, la campana avisó que la siguiente clase estaba a punto de comenzar. Estrechó sus labios en desaprobación y se despidió de ambos.

Yacchan permaneció junto a Toono en silencio.

—Yacchan, ¿no deberías volver a tu sitio? Nos toca inglés.

Éste se alzó con dejadez.

—Oye —susurró Yacchan con voz parca—, ¿qué piensas sobre Yuu?

REPELÚSWhere stories live. Discover now