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Los rumores, tal vez, no eran del todo erróneos.

La primera vez que los escuchó fue cuando se dirigía a su aula. Kashima había estado cargando con las tareas ya corregidas de sus compañeros por los largos pasadizos, y al doblar una de las esquinas, se cruzó con un pequeño grupo del otro salón. Los amigos de Yacchan se habían reunido en un diminuto circulo con sus refrigerios en mano, cerca de un mural de actividades. Uno de ellos abucheó:

»—¿No es la quinta vez que lo hace en el mes?

Sus dos acompañantes asintieron al unisón con el mismo decepcionante semblante. Las primeras tres veces recibieron una respuesta negativa al finalizar la práctica de futbol; la cuarta vez terminó en varias llamadas perdidas; y el quinto rechazo fue evidente: Los mensajes de texto fueron vistos e ignorados.

El que estaba mordisqueando un sándwich de jamón, tragó con rapidez, e inquirió:

»—¿Crees que Yacchan tenga novia?

Kashima se detuvo de golpe, casi soltando lo que traía consigo.

Hubo un breve silencio en donde todos los amigos se miraron. Kashima había avanzado hasta cierto tramo, puso la pila de libros en el borde de la ventana, y pretendió ajustarse las agujetas de los zapatos. Escuchó atento a la respuesta.

Estallaron de risa.

»—No seas estúpido, Yuusuke. En este pueblo, donde la mayoría son hombres, ancianos y niños, ¿de dónde crees que conseguiría el afecto de una linda muchacha? El colegio de chicas más cercano está a más de treinta minutos de aquí en autobús, y con nuestros horarios, ¡es imposible platicar con alguna de ellas!

Daiki tenía razón. Su hermana menor siempre culminaba las clases media hora antes que la escuela Morimori, y en ese lapso, todas retornaban a sus hogares.

Yuusuke se encogió de hombros y preguntó con picardía:

»—¿Y cómo explicas lo sonriente que está últimamente?

»—¿A qué te refieres? Yaguchi siempre anda contento y se porta amable —dijo Daiki.

»—¡No, no me entiendes! —dijo Yuusuke—. Sé que es gentil con todos, pero esto es distinto. Es como si un aura lo envolviese. A veces siento que es otra persona cuando habla. Lo noto más... ¿relajado? No lo sé. Uno no necesariamente sonríe con la boca. Lo puedo ver en sus ojos. Ese brillo especial.

»—¿Piensas que Yaguchi está siendo más espontáneo? —intervino Ayumu.

»—Algo así. Desde que está rondando con el nuevo del salón, Takashi Toono, tengo la sensación de que tiene un aire más... —Yuusuke hacía señas con las manos, como si le faltase aire. Sabía de lo que hablaba, pero la palabra exacta no salía de sus labios.

Al escuchar aquel nombre, Kashima tuvo la necesidad de interrumpir la charla, pero se contuvo. Justo había terminado con el otro par de agujetas. Con disimulo, intentó demorarse al acomodar los cuadernos de vuelta sobre sus brazos, uno a uno.

»—¿Maduro? —ofreció Daiki.

»—Sí, maduro y abierto.

Aquella mañana fue la primera alerta, y cuánto se arrepiente de no haber hablado con Toono desde ese entonces, por el simple pensamiento que Toono vendría a él si no lo forzaba, si se mostraba compresivo. Lo mismo sucedió cuando éste le comentó sobre las tuberías de su dormitorio. Podía recordar sus expresiones y el ligero rubor que adornaban su tez.

»—¿Dormir? ¿Contigo? —exclamó Toono, sorprendido.

»—Puedes quedarte conmigo hasta que la reparación termine —aseguró Kashima, inclinándose hacia el rostro de Toono, suprimiendo con todas sus fuerzas su agresivo e insistente perfil.

REPELÚSWhere stories live. Discover now