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La situación no podía empeorar, o eso anhelaba Yacchan desde una de las esquinas del café. Mientras Toono guiaba a su abuela a la mesa central del local, Yacchan no podía dejar de pensar en la manera más eficaz para sobrevivir este nefasto encuentro. Si creyó que enfrentarse a los jueces del concurso había sido todo un desafío, entablar una sola conversación con la querida abuela de su novio probaba ser peor.

Yacchan se mordió el labio inferior, fijando su mirada a la nada. De repente, el suave tacto sobre su hombro lo hizo reaccionar y dos orbes esmeralda lo trajeron de vuelta a la realidad. Toono ladeó su cabeza y sonrió, ligeramente consternado por la expresión de su pareja.

—Disculpa, ¿dijiste algo? —Yacchan se enderezó.

—¿Estás bien, Yacchan?

—¡Sí! —replicó más animado, devolviéndole la sonrisa a medias.

—¡Perfecto! —Toono juntó sus manos en complacencia, luego sujetó a Yacchan por los hombros y lo llevó a sentar frente a su abuela, y añadió—: Volveré enseguida.

De tan solo cruzar el perfil tan estoico de la abuela, le produjo una especie de escalofríos a Yacchan. No había forma de quedarse con ella a solas.

—¡Espera! —apresuró Yacchan, aferrándose a la muñeca de Toono—. Yo puedo ir a comprar el café y el postre. Es un día especial. Deberías hablar con tu abuela. ¡Te ha extrañado!

Toono sintió un cosquilleo por lo considerado que era Yacchan, sus mejillas se ruborizaron un poquito. Toono se acercó y le dio un beso en la frente.

—Tonterías. Sé lo que les gusta tomar a ustedes dos y creo que es una buena oportunidad para que se conozcan mejor. No demoraré.

Toono se desligó de Yacchan y le dio la espalda.

—¡T-Toono! —Yacchan quiso agarrarlo, pero la distancia era lejana ahora. Su mano cayó sobre su muslo en completa derrota.

En esa misma fracción, un terrible nerviosismo se apoderó de sus rodillas y esa sensación de estar bajo las garras de un depredador se intensificó ni bien la escuchó toser. Lentamente, como si fuese un venado frente a las luces de un camión, Yacchan giró sobre su asiento a darle el encuentro a la bestia con piel de oveja. Yacchan tragó.

—Parece como si hubieses visto un fantasma —dijo la abuela.

«Yo diría algo mucho peor», resonó en Yacchan, pero se mantuvo callado.

Yacchan dio una sonrisa nervuda y pasó sus yemas por las hebras de su sudorosa cabellera. La abuela, también conocida como Chiyo en su juventud, esperó por una respuesta y, al notar que no saldría ninguna palabra de sus labios, agregó:

—Yaguchi Kyousuke, ¿no es así?

Yacchan asintió, disconforme por el tono en que había pronunciado su nombre. Era una mezcla autoritaria y calculadora. Podría jurar que sus palabras punzaban sin la necesidad de insultarlo. Continúo sin responder.

—¿Desde cuándo conoces a mi nieto?

Yacchan pareció sobrecogido por la pregunta, pues supuso que dicha información la habían compartido anteriormente con su madre, quien pudo habérselo comentado.

—Fue el primer día de clases. Toono no conocía a nadie y yo fui el primero en presentarme. Nos hicimos amigos y... —balbuceó e hizo una pausa, como si desease no sonar tan directo—. La relación escaló y ahora somos más que amigos.

La anciana frunció el ceño. Fue una señal lo bastante notable, la cual denotaba que había hablado de más. Súbitamente, Chiyo lo observó de pies a cabeza como si estuviese analizando cada rincón e imperfección. Ello solo hizo que Yacchan se tense y se estrese hasta el punto de quiebre.

REPELÚSWhere stories live. Discover now