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La duda siempre se había mantenido ahí, pese a que Kashima y Toono asegurasen estar saliendo. También aclamaron que se habían besado y que llegarían a algo más explícito si se les diese más tiempo. Juraban que querían hacer lo correcto, y Akemi había accedido a su petición.

«Puras patrañas», había pensado con fastidio.

Después de asearse en el baño de la escuela, Tamura colgó su mochila sobre el hombro y se dirigió a la puerta de salida. Mientras cruzaba por el jardín, dos siluetas le llamaron la atención. Éste retrocedió al distinguir de quienes se trataban, y se escondió detrás de uno de los muros del pasadizo. No podía escuchar con claridad qué decían, pero el semblante de Kashima era suficiente como para interpretar que algo no andaba del todo bien.

Al finalizar el breve intercambio, Kashima se levantó y se retiró de ahí con la cabeza gacha, y una sonrisa afligida. A los pocos segundos, Toono cogió sus cosas y se fue en dirección contraria.

Tamura salió de su escondite, y a paso lento, fue detrás de Kashima. A una distancia prudente del uno con el otro, ambos ingresaron a uno de los corredores del primer piso. Kashima ingresó al mismo cubículo, donde Tamura había tenido uno de sus tantos encuentros, y cuando se acercó a la puerta de metal, lo escuchó sollozar.

«Deben de haber tenido una pelea. A menos que... ¿Toono le habrá terminado?»

Con el índice listo para tocar el metal, Tamura desistió. No tenía las palabras exactas para explicarle qué rayos estaba haciendo, siguiendo a un hombre con el moco tendido y los ojos hinchados. Era más fácil confesar qué hacía con los pantalones a los tobillos con su miembro en el culo de otro estudiante, cuando un profesor lo atrapaba infraganti.

—Oye... —llamó Tamura en voz baja, dudoso.

No hubo respuesta.

—Oye, Kashima —insistió con fuerza, dando ligeros golpes a la puerta.

Hubo un quejido. Tamura arrugó la nariz, y golpeó.

—¡Oye, idiota! Te estoy hablando.

El cubículo se abrió.

—¿Tamura-senpai?



Era la primera vez que Tamura escuchaba con atención. No lo había interrumpido ni llamado por sobrenombres, ni mucho menos, se había burlado de su desdicha. Kashima comprendió que Tamura podía ser un bruto cuando se expresaba en el club, mas no era un chico tan descorazonado y tampoco un salvaje con un pene alegre como lo habían pintado los demás miembros.

—¡Pues que se joda! —abucheó Tamura—. Solo dime cuándo, y le diré a los demás para castigarlo con los nuevos juguetes.

—¡No, por favor! —suplicó Kashima, sobresaltado—. No es su culpa. Yo lo presioné para que me mirase solo a mí. Estaba tan concentrado en tener a Toono que, nunca traté de entender ni de escuchar lo que realmente quería. Yo fui el problema.

Tamura se encogió de hombros.

—Pero él sabe lo que sientes por él. —Tamura dio un suspiró, se rascó la cabeza con irritabilidad contenida, y dijo—: ¡Qué asco! Nunca pensé que una relación podría ser tan... ¡cargante!

Kashima rio por lo bajo, y replicó:

—Al menos me alegra que este en mejores manos. Supongo que ya vendrá alguien para mí.

—¿Qué quieres decir? ¿Toono te estaba engañando? —Su expresión de oscureció. Tamura podía dar miedo cuando se lo proponía. Kashima tragó, y negó con la cabeza.

—Digamos que... Nunca estuvimos en una relación oficial —admitió Kashima—. Además, creo que Kyousuke necesita de él más que yo. Lo he visto más relajado y contento. Eso es un buen cambio para todos nosotros. Inclusive su mamá me llamó para comentarme sobre su actitud.

—¿Kyousuke? —preguntó, extrañado. El nombre le sonaba, pero no podía conectar los puntos.

Kashima asintió.

—Kyousuke Yaguchi, mi primo —dijo Kashima, sonriente—. Está en el mismo salón de Toono. ¿No se acuerda? Vine con él después de que me diese un breve tour de la escuela. Usted estaba hablando con Toono.

Los recuerdos vinieron como una ráfaga. Recordó su lindo rostro, la manera en que lo había insultado, y los golpes que le había proferido. Tamura se sonrojó.

—¿Toono está saliendo con el ángel? —balbuceó, incrédulo.

—Sí. Pero sería bueno que no le diga nada a nadie. Algunos muchachos no se lo están tomando bien, y lo que menos quiero, es que tengan problemas. Deseo que sean muy felices.

Tamura enmudeció. Una sensación extraña, poco agradable, lo estaba corroyendo desde adentro. Sus dedos peinaron su cabellera hacia atrás, y sintió el sudor entre ellos. No le agrada. En lo absoluto.

—Bueno, será mejor que me vaya. Mi tía me ha encargado que le consiga un par de víveres para la reunión del fin de semana. —Se volvió hacia Tamura—. Muchas gracias por escucharme, senpai. Y... lamento que hayamos tenido este tipo de charla en el baño.

Tamura se quedó absorto.

—¿Senpai?

—¿Necesitas ayuda? —Tamura lo había agarrado de la muñeca.

—¿Disculpe?

—Con las compras —dijo de forma monótona—. Sé de un lugar donde venden a buen precio y de buena calidad.

REPELÚSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora