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Toono continuaba meciendo sus pies mientras disfrutaba de un delicioso jugo de melón, después de un buen entrenamiento en la clase de educación física. La mañana había pasado en un abrir y cerrar de ojos, y ahora, la campana había sonado. Las clases habían culminado y el resto del alumnado empezó a desocupar las aulas.

—¿Qué sucede?

Yacchan había retornado con una prominente arruga en la nariz, la mandíbula tensa y los puños apretados. Con desgano, se sentó junto a Toono y se secó la humedad de su cuello. Toono siguió observándolo en silencio, esperando por una respuesta.

—Nada importante.

—Entiendo.

Cuando Yacchan contestaba de esa manera, quería decir que algo sumamente irritante había ocurrido en su ausencia, y si tuviese que adivinar, se imaginaba que el único causante era el muchacho que acababa de pasar por el patio junto con Kashima. Desde aquel incidente en su hogar, no hay día en que no comience a rabiar como un verdadero can. Yacchan lo observaba con sumo desprecio y su humor se perjudicaba si el susodicho respiraba a menos de un metro de distancia de él.

—¿Tanto lo detestas?

Toono lo pescó observando a la pareja.

—No sé de qué hablas.

—Siento que un día de estos te le tirarás encima e intentarás ahorcarlo.

Yacchan no se contuvo y ladró:

—¡Lo hubiese hecho ese día! ¿Cómo se atreve a hacer ese tipo de espectáculo en mi propia casa? No sé en qué rayos estaba pensado cuando acepté hacerle ese estúpido favor a Yuu. Pudo haber puesto tu vida en riesgo. —Yacchan lo contempló preocupado y llevó su mano al muslo descubierto de Toono. Lo frotó con cariño.

—Creo que estás exagerando, Yacchan —balbuceó.

Ante los ojos de Toono, el comportamiento de Tamura no había sido tan... horripilante como lo hacía sonar. Recuerda que Tamura se había quedado dormido, pero al siguiente día, tuvo una de las peores resacas y ni tenía la remota idea de dónde mierda estaba. Tanta fue su confusión, que decidió salir de la habitación de los invitados sin una sola prenda.

Luego bajó por las escaleras y expuso su paquete a los padres de Kashima y a la pequeña Akane mientras desayunaban amenamente. Akane gritó a todo pulmón y comenzó a llorar, porque le tenía vapor a las culebras. Y esa serpiente probaba ser de una especie completamente diferente... Yacchan deseó romperle la cabeza con la tetera. Sintió que su primita había sido ultrajada por una de las vistas más asquerosas e inmorales de todo Japón.

Toono —rugió Yacchan.

—Estoy de tu lado, estoy de tu lado. —Toono le dio un beso en la mejilla.

La caricia pareció apaciguarlo.

—No puedo creer que a Kashima no le moleste. Todavía tiene el descaro de frecuentar con él desde hace más de un mes... —Yacchan suspiró.

—No te sientas mal. —Lo envolvió en un abrazo—. ¿Qué te parece si vamos a comer algo por tu dormitorio? Luego me ayudas a ordenar las cajas de la mudanza. No recuerdo en qué caja metí a Rina.

—¿Sigues con ese huevo? Pensé que lo habías tirado a la basura.

Toono le dio un codazo.

—No hables así de nuestra hija.

Cuando la fecha limite se cumplió, para sorpresa de los profesores, la gran mayoría mantuvo su huevo intacto. Varios estudiantes mostraron sus diapositivas en el proyector y toda la serie de actividades que realizaron juntos. En el turno de Toono y Yacchan, todos estuvieron maravillados por el colorido diseño y las geniales fotografías de cada local que visitaron; sin embargo, uno de los jueces notó las grietas en el cascarón y fueron automáticamente descalificados.

Fue una pena para los jueces, pues los habían considerado como uno de los mejores proyectos de todos. Pero las reglas son las reglas. Toono estuvo un poco triste y Yacchan estaba furioso. Aunque solo bastó las palabras de aliento de Toono como para poder calmarlo. Le agradeció haber compartido esa experiencia con él y anhelaba que hubiese más en el futuro. Yacchan lo besó en medio del salón y su relación fue completamente oficial y abierta.

—Bien, bien. No la voy a menospreciar bajo una condición. —Yacchan se inclinó.

—¿No será un chantaje?

—Llámalo como tú quieras. —Lo besó en los labios.

Los mimos continuaron y escalaron a medida que la cantidad de estudiantes se reducía. Yacchan pasó su mano por una de las aberturas de la bermuda deportiva de su pareja y masajeó su muslo mientras que sus besos se fueron intensificando. Toono se amoldaba ante su tacto y se abrió de piernas cuando sintió que Yacchan deseaba explorar la zona por debajo de su ropa interior.

Yacchan...

No respondió.

—Yacchan. —Toono lo apartó suavemente.

—¿Sucede algo?

—Bueno... —inició nervudo—. Quería decirte algo desde hace dos días, pero no me vi con la fuerza suficiente como para hacerlo. Espero que no te moleste si te pido un favor.

Yacchan tildó su cabeza.

—Depende. Espero que no sea ayudar a esa sabandija.

—¡Oh, no! No tiene nada que ver con senpai. A decir verdad, es sobre mi madre. Como verás, tuve una charla con ella el fin de semana pasado y le conté sobre nosotros. Me dijo que estaba feliz y que deseaba conocerte.

Yacchan se quedó pensativo. Tarde o temprano, tendría que conocer a la familia de Toono. No estaba específicamente preparado para ello; no obstante, Toono fue lo bastante valiente como para enfrentarse a sus propios padres. De seguro, Yacchan podía hacer lo mismo por él y demostrarle que su cariño hacia él iba en serio. Yacchan asintió.

—No hay problema. Podríamos ir a un café y conversaríamos los tres.

Toono sonrió a medias.

—Supuse que dirías eso... Solo que... Hay un ligero problema.

Yacchan quedó en silencio.

—Mi mamá no puede venir este fin de semana por motivos de trabajo, así que la persona que vendrá será mi abuela materna.

Yacchan se encogió de hombros.

—No le veo la diferencia. ¿Tiene algún problema de salud o algo que debamos de tomar en consideración cuando la veamos?

—Ese es el problema —balbuceó Toono—. Mi abuela está demasiado lúcida para su edad. Es muy perspicaz y puede resultar un poco pesada para los desconocidos. No es una mujer fácil de roer.

—No creo que sea un problema. Estoy seguro de que nos llevaremos bien... ¿Por qué pones esa cara? Parece como si no confiases en mí.

—¡Para nada! Solo que...

Toono hizo memoria de todas las personas que se le había declarado. Su abuela las terminaba ahuyentando con sutiles amenazas y jugadas sucias. Todavía recuerda a la chica que salió despavorida con una falda manchada de excremento o a la otra muchacha que terminó con la cabeza rapada.

—Ella es una persona complicada.

—¡Ja! ¿Qué podría hacerme una anciana?

Toono guardó silencio y lo abrazó.

—No tienes la menor idea... —murmuró de forma casi inaudible.

REPELÚSWhere stories live. Discover now