Capítulo 03.

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(Lean la nota de autor al final, porfis)

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Capítulo 03 – Bambi cachondo.

Salgo prácticamente del salón de artes para dirigirme al de detención, como he venido haciendo estos dos días. 

Se preguntarán el porqué de mi apuro por llegar más rápido de lo normal, pues porque como llevo haciéndolo dos días seguidos voy a ocupar el "asiento sagrado" de la sangrona esa. Sí, algo infantil, pero algo tengo que hacer para disfrutar mi dulce estadía en detención —nótese el sarcasmo— y parece que ese algo es hacer cabrear a Miley Grey.

Resulta divertido provocar ese ceño y labios fruncidos con molestia en su perfilado rostro, y más aún cuando es de las que parece no reflejar sus emociones en él, cuando logras aunque sea dibujar molestia en sus facciones, es fascinante observar cómo cambia.

Normalmente nos encontramos con personas que, a pesar de no conocerlas creemos saber más de ellas por el hecho de leer sus rostros, personas que son como un libro abierto y todo lo que piensan se refleja en su cara. Bueno, Miley es un libro difícil de leer. Con lo me encanta hacerlo.

Me acomodo nuevamente la mochila en mis hombros para evitar que caiga, una vez dentro del aula lo primero que hago es recorrer el salón con la vista para comprobar que el lugar esté vacío, y en efecto. Una vez ubicado en mi asiento me acomodo y saco mi libreta de apuntes dispuesto a escribir algo.

—Señor Montés, se le hará un hábito hacer molestar a Miley, y no le conviene hacerla enojar— sugiere el maestro Crover de manera muy relajada.

—¿Qué dice?, si ella no se enoja, ella es el enojo en persona— me burlo.

—Que ella no te escuche Flavio. Que no te escuche— trata de ocultar su sonrisa inclinando el rostro y enfocándose en su libro.

Me río, pero no me pasa desapercibido el hecho de que me ha llamado por mi nombre y no mi apellido. Algo extraño, porque en estos dos días que llevo viniendo a detención a todos los llama por sus apellidos, claro, a excepción de la sangrona, supongo que tienen confianza o algo así.

—Señor Crover— le llamo con total seriedad.

—¿Mmjm?— responde con toda su atención puesta en un libro.

—¿Cree que puedo perder la oportunidad de optar por la beca de estudios?, ya sabe, por el hecho de estar treinta días en detención— cuestiono de manera cabizbaja, lamentando la respuesta que estoy seguro va a darme.

—Definitivamente— Afirma sin apartar la vista de su libro.

—¡Maldita mierda! —exclamo de manera frustrada.

—Cuida tu léxico, Flavio— me reprende el maestro.

—Lo siento, Profe— me disculpo, pero con el ceño fruncido y mis pensamientos en otra parte.

—Eso pasaría si se pasara el reporte de detención a la dirección.

—¿Y? de todos modos estoy jodido. 

—¿Quién te dijo que pasaré el reporte a la dirección? —me hace esa pregunta ahora mirándome a los ojos con esa expresión sabionda y suspicaz.

30 Días en detención ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora