Capítulo extra.

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Capítulo extra - Pool party versión paralela de Paty y Dorian. [inserte shipp]


—¿Dónde diablos están esos bastardos llamados amigos? —pregunto estresada a nadie en particular.

La fiesta ha empezado y ya hay una cantidad considerable de personas en mi casa, se supone que los invitados solo serían los de último grado, con motivo a conocernos y para darme mi merecida fiesta de bienvenida, pero aquí hay personas que no asisten al School Brunx.

Y bueno, sé que soy nueva, pero no es un instituto lo bastante grande como para que en una semana no vaya a identificar quiénes asisten a él.

Suspiro y camino al exterior de la enorme casa para asegurarme de que todo esté marchando bien y no hayan personas indeseables porque no me temblarán las manos para echarlos como se merecen. Me gusta organizar fiestas, pero soy muy reticente con algunas cosas. Soy de poner reglas para que nada se me salga de control, me altera que desconocidos estén paseándose por mi casa tocando y revisando cosas que no les incumbe, por eso les advertí que la entrada a la mansión está prohibida.

Mandé a ambientar la cabaña de la piscina exactamente para eso, todo el desastre que quieran hacer lo pueden realizar allí.

—Señorita Patricia, ya todo está en orden y los aperitivos listos como usted ordenó —dice Marlén, una de las tantas empleadas que mis padres tienen.

Resoplo.

—Marly, ya les he dicho que me tuteen por favor, si hasta soy menor que ustedes —ruedo los ojos divertidos cuando ella niega con la cabeza —Llámame Paty. Muchas gracias por todo, Marly, puedes decirle a tus otros compañeros que son libres de salir a divertirse un rato. ¡Son jóvenes!

La chica asiente y se marcha con una sonrisa discreta.

La mayoría de los empleados de la Mansión Jones son jóvenes, contamos con servicio en la cocina, para los quehaceres de la casa, para cuidar los jardines y en la lavandería de la casa hay otra parte.  Recuerdo haberle pedido a mis padres que contrataran  personal de servicio lo más cercano a mi edad que pudieran.

Ya saben, son con los que más paso el tiempo aquí en casa, casi como mi familia, a veces recluto a Marlén y Karina para charlar un rato o ver películas. Así de patética es mi vida donde mis amigos, aparte de los parásitos de Dorian y Flavio, son mis empleados. O bueno, los de mis padres.

No es que me moleste, para nada, pero a veces me da lástima mi propia situación. Mis padres no dudan en darme lo que yo necesite, todos mis caprichos son cumplidos tan solo con pedirlo, solo hay una cosa en la que no han sido capaces de complacerme.

En darme su total atención.

Parpadeo rápido para alejar las molestas lágrimas que empiezan a acumularse en mis ojos.

«No es momento para pensar en esto. Papá y mamá me adoran, solo que les cuesta un poquito demostrarlo con cosas no materiales. Además tienen muchas obligaciones». Me repito ese mantra una y otra vez hasta que me siento más calmada.

Sonrío cuando llego al jardín trasero de la casa y recuerdos de un niño pequeño y sonriente correteando por el lugar vienen a mi.

—Es enooooorme —exclamó maravillado.

Hice una mueca no muy de acuerdo.

—No lo es, desde afuera se ve muy distinto a cómo se siente. A cómo yo lo siento —dije sentándome en el césped.

El niño me igualó sentándose a mi lado hundiendo sus pequeños dedos en el pasto.

—¿Eres infeliz en esta mansiónsososota? —pregunta asombrado.

30 Días en detención ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora