Capítulo 06.

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Capítulo seis – No te deseo el mal, pero...

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—Vamos, Flavi, levántate no seas perezoso.

—Hmm.

—Por Dios, ya son las cuatro de la tarde, levanta ese culo gordo de la cama.

Siento como soy removido una y otra vez, pero aún así no abro mis ojos. Hace apenas unos segundos estaba en medio de un maravilloso sueño y de pronto estoy siendo sacudido por los hombros  y escuchando una voz chillona llamarme.

Esto debe de considerarse un delito.

Aprieto con fuerza los ojos y gruño porque el sueño era realmente bueno. Doy vueltas en la cama ocultando mi cabeza debajo de la almohada y tratando de dormirme nuevamente para seguir soñando aquello, pero es inútil.

Paty me arranca la almohada dándome la vuelta por lo que mi espalda queda en el colchón y mi rostro expuesto a los tediosos rayos del sol que se cuelan por la ventana de mi habitación, aunque estos rayos no son tan molestos como los de la mañana.

Mi amiga se aproxima y empieza a repartir besos por todo mi rostro logrando así que me termine de despertar, sonrío como un bobo y beso sonoramente su frente. 

Me levanto sin emitir palabra alguna y voy a lavar mis dientes y mi rostro, cuando termino me quedo viendo mi reflejo en el pequeño espejo que cuelga de la pared del baño, me noto cansado y con razón, ayer no fue un día fácil y hoy menos, el turno los domingos empieza más temprano debido a que culmina a las tres de la tarde. No puedo quejarme ya que hoy también me ha ido bien monetariamente.

Salgo del baño con pasos pesados y me dejo caer nuevamente en la cama, pero esta vez encima del pequeño cuerpo de Paty la cual gruñe por falta de aire.

—Quítate, estás muy pesado— me golpea en el pecho y sonrío complacido.

—Hola— saludo.

Frunce el entrecejo y pasa sus dedos por mi desordenado cabello.

—Te veo cansado, Flavio, ¿todo bien?

Asiento.

—Hoy el día en Hot Waters estuvo muy concurrido— me encojo de hombros— pero es porque aún no me adapto— la tranquilizo.

—Entiendo que necesites el empleo, pero no te sobrecargues— regaña—. No te hace bien.

—Como ordenes— inclino mi rostro para morder uno de sus cachetes y dejarlo rosado debido al color pálido de su piel.

—Sigues siendo tan bellaco como siempre— ríe sobándose el área mordida.

—Debes aguantarme el doble, te fuiste por dos años sin despedirte siquiera— frunzo el entrecejo—. Así que no reclames.

—Te extrañé mucho, bestia— lloriquea haciendo un ridículo puchero que provoca que dibuje una sonrisa  tonta.

—Y tú a mí, minibestia— beso su mandíbula para luego abrazarla fuerte. Realmente me hacía mucha falta.

—No me has reemplazado, ¿Cierto? —curiosea con recelo.

Mi pecho vibra cuando dejo escapar una pequeña risa.

—No eres reemplazable, Paty. Aunque me hayas abandonado como un perro callejero te sigo amando. Eres eso que llaman mejor amiga — aunque mi tono es de broma hablo en serio.

30 Días en detención ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora