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   Aún sintiendo a su cabeza pesar la levantó, siendo cegado por los rayos de sol, que provenían de la ventana del sitio en el que estaba. JungKook, después de casi tres horas, había despertado. El castaño necesitó de unos segundos para reconocer que el sitio no se asemejaba en nada a la escuela o su hogar.

   Luego de un rato, cayó en cuenta de que se hallaba en el hospital. Pasando una mano por sus ojos, somnoliento, se levantó con cuidado de la camilla en la que estaba acostado, quedando sentado en el borde. Se quitó la aguja que estaba clavada en su brazo con delicadeza y fue entonces cuando notó a YoonGi al otro lado de la habitación, dormido sobre un asiento de almohadones granate con una revista sobre su cabeza. Estaba en una posición que a simple vista lucía incómoda.

   Se acercó arrastrando sus pies descalzos por el frío suelo del hospital. El sol pegaba en la ventana y transmitía calidez a las personas dentro del cuarto, las cuales no eran más que ellos dos. Las cortinas amarillo limón apenas se movían, puesto que casi no había viento afuera. Era un día caluroso.

   Una vez a su lado, se aseguró de quitarle cuidadosamente la revista de la cabeza sin despertarlo. Una vez retirada la revista, observó su rostro. Rebeldes y oscuros cabellos caían sobre su frente y ojos; sus labios, por algún motivo, estaban abultados y tenían un lindo tono rosa pálido. Su pecho subía y bajaba con lentitud, y su rostro tenía una expresión de tranquilidad y paz en él.

   Entonces se preguntó, ¿así se sentiría estar muerto? ¿Tranquilidad y paz? ¿Será que, después de tanto sufrimiento en vida, la muerte es un tipo de descanso previo antes de que se vuelva a vivir?

   No quiso despertarlo. Se preguntó qué tanto tiempo habría estado allí, esperándolo. Pensó que probablemente estaría cansado y sintió que no valía la pena despertarlo para darle la noticia de su despertar.

   Sin embargo, en ese mismo momento, YoonGi entreabrió los ojos, asustando al castaño. Lo miró confundido durante unos segundos, sin embargo, al despertarse un poco más, sonrió—. ¡Oh! Estás despierto. JungKook, ¿estás bien? —Preguntó, y soltó un bostezo, recomponiéndose en su asiento. Estiró sus manos y espalda, mientras que el castaño lo miraba fijamente.

   —Lo estoy. Cansado, pero me siento bien, sí —Respondió, sin saber muy bien qué decir. Se sentía un poco perdido. No recordaba cuándo fue el momento en el que perdió el control y cayó. Deseó que el azabache no le pidiera explicaciones, sin embargo, el contrario no habló del tema.

   —Es un alivio. Estaba asustado de que el golpe te haya hecho daño, pero al parecer todo está en orden. Iré a avisarle a la enfermera que ya podemos irnos —Dijo y se levantó de su lugar, pero fue detenido rápidamente por JungKook, quién lo tomó de la muñeca.

   Se encogió de hombros, como si de repente se hiciera pequeño. Bajó la voz.— YoonGi, no llamaste a mi padre, ¿no es así? —Le preguntó en un nervioso susurro—. Él no sabe nada de esto, ¿no?

   Yo... —Lo miró durante unos segundos y negó—. Esperaba que pudieras llamarlo tú cuando despertaras.

   —Él no puede saber nada de esto —Se apresuró a decir, negando rotundamente con la cabeza. El azabache lo miró con extrañeza, era la primera vez que veía este tipo de comportamiento tan nervioso en el castaño. Parecía aterrado. Sin embargo, no rechistó a sus órdenes e hizo lo que el chico pedía.

   —Está bien, no diré nada, es una promesa.

   Se quedaron unos segundos en esa posición, hasta que el castaño aflojó el agarre en su muñeca y la liberó, alejándose unos pasos de él. De repente, parecía alerta. Cualquier mínimo sonido hacía que se sobresaltase, como si estuviera escapando de la ley, o algo por el estilo.

   YoonGi caminó hasta salir del cuarto y se encontró con una enfermera en el pasillo, a la cual detuvo para avisar que él y su amigo ya podían retirarse del hospital. Ésta le pidió que completase unos datos para que pudieran irse y eso hizo.

   Volvió al cuarto.— JungKook, vamos —Lo llamó, y el castaño rápidamente se puso en marcha, siguiéndolo por detrás. Sin embargo, YoonGi se detuvo una vez más, aún tenía algo pendiente—. Por cierto, yo no pensaba mencionar esto, pero... —Se rascó la nuca, nervioso—. Cuando te estabas desmayando, murmuraste que Dios te estaba castigando. ¿Por qué? ¿Hiciste algo malo?

   Se quedó en silencio, como si estuviera pensando en una respuesta.

   —Verás... Dios me estaba castigando porque sintió que yo era demasiado para él.

   —No entiendo...

   —Es mejor que no lo entiendas, cariño.

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