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   En el baño masculino de la secundaria Southampton, un pecado se estaba cometiendo. Hace unos años atrás, y si éste pecador hubiera estado casado, se lo ejecutaría por estar cometiendo adulterio. Ahora, esa ley ya no existía, y así miles de personas engañaban a aquellas a quienes juraron amar por siempre.

   Entre ellas, estaba Min SeokJin. Chico que le había entregado todo su amor y confianza a la persona equivocada. Porque ahí mismo, en ese desértico baño para hombres por el horario en el que se encontraban, estaba tirando todo lo que había recolectado a la basura.

   Y un par de ojos que no pensaban quedarse callados los habían visto en pleno acto. Los había pillado en mitad del pecado, cuando aún no lo era del todo. Pero él no era quién para detenerlos. Sólo podía quedarse en un rincón, observando, mordiéndose la lengua y sentiéndose decepcionado de que su hermano fuera parte de eso.

   Esa misma tarde, mientras SeokJin se hallaba solitario en el patio de su instituto haciendo nada, el chico se acercó a él.— SeokJin, lamento tener que venir a decirte yo esto, pero... —Dijo él con su dulce voz, apenado de la situación—. He visto a TaeHyung y NamJoon teniendo relaciones en el baño de hombres. —El castaño no dijo nada. Se quedó inmóvil en su lugar, y parecía no respirar, siquiera. Hizo una reverencia—. Lo siento muchísimo. Siento que mi hermano haya sido parte de eso. Discúlpame.

   Hubo unos segundos de tenso silencio, en el que nadie dijo nada, y se abrió paso a una incontrolable ola de sentimientos para el pobre SeokJin, quién sentía a toda su seguridad y confianza ser arrebatada.— E-está bien, JiMin. Ya veré qué hacer. —Dijo él, con voz suave pero débil. Aunque se hallase destruído, seguía intentando ser fuerte. JiMin se sintió peor por eso.

   Se despidió con duda de si debería quedarse o irse, pero por el rostro de SeokJin se dio cuenta de que lo que menos necesitaba en ese mismo momento era estar con el hermano de la persona con la que su novio le fue infiel. Así que se largó, reteniendo las palabras que muy pronto descargaría contra su hermano, con un enojo poco común en él pero que no llegaba a ser ira.

   SeokJin esperó a que JiMin ya no estuviera en su campo de vista para comenzar a derramar lágrimas, sin preocuparse si podía ser visto por alguien o no. Se cubrió la cara con ambas manos, descansando su espalda contra el tronco de un árbol. La corteza se le clavaba en la espalda y le dolía, pero ese dolor no se comparaba con el que abrumaba su pecho en ese momento.

   Podía sentir a su confianza ser retirada. Podía imaginarse a TaeHyung, en esos pequeños segundos en los que tenía la posibilidad de arrepentirse y darse para atrás pero que, sabiendo perfectamente lo que hacía, siguió con sus sucios actos. Podía imaginarse su rostro, la forma en la que sonreía cuando le dijo de salir con él, y a ellos dos caminando de la mano por la iglesia.

   —¿No fui lo suficientemente bueno para ti? —Preguntó en voz alta a un TaeHyung que no estaba ahí, con lágrimas cayéndole por las mejillas—. Ya sé que no soy perfecto. Sé que no soy hermoso. Pero te juro que lo intenté, TaeHyung. Intenté ser perfecto para ti porque nadie me había amado como tú nunca. —Su pecho dolió cuando respiró profundamente—. Intenté ser el chico que a ti te gustaría. Fuerte, seguro, valiente. Creí estar lográndolo porque te veía cada día más feliz, pero fallé. Ahora, dime, ¿de quién fue el error? ¿Tuyo, o mío?

   SeokJin era el mejor de su clase por tener buenas calificaciones. Por ésto, todo el mundo solía categorizarlo como una persona inteligente y responsable, pero SeokJin no era inteligente. No tenía opiniones propias. No era bueno en matemáticas. Le costaba entender las explicaciones; en lo único que era bueno, era estudiando. Y ese era el motivo de sus buenas calificaciones.

   Tampoco era tan seguro como decía ser. Dudaba ante cada decisión que le tocaba tomar y se aterrorizaba cuando se le presentaba un problema. No podía encargarse de éstos por sí solo, siempre necesitaba ayuda de alguien. Ni mucho menos era fuerte. Las mínimas cosas los destruían, y ni hablar de las grandes.

   Él no era para nada como todos los demás creían. Tan sólo era un niño en el cuerpo de un adolescente, aterrorizado ante ese nuevo mundo que no pertenece al suyo; aterrorizado de esa realidad en la que los monstruos existen y no son esos que están bajo la cama o dentro del armario, sino nosotros.

   Aterrorizado porque todos los monstruos que no se habían presentado en su infancia, estaban apareciendo ahora; y no se veían para nada amigables.

Look Pretty | KookGiWhere stories live. Discover now