Capitulo 10

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—¿Y qué pasa si es tuya? —preguntó con dulzura.

—Entonces permaneceremos casados.

—No —ella sacudió la cabeza—. No quiero casarme contigo. Y no es posible que tú sí lo desees.

—No pienso discutir, ____(tn). Te casarás conmigo, y lo harás enseguida. Piensa en qué es mejor para tu hija. Cuanto más tiempo perdamos, más tiempo estaréis tú y el bebé en peligro.

—Me estás chantajeando —exclamó ella perpleja.

—Piensa lo que quieras —él se encogió de hombros.

—Es tu hija —dijo ella furiosa—. Hazte las malditas pruebas, pero es tuya.

—No te habría ofrecido el matrimonio si no pensara en esa posibilidad —Justin asintió.

—¿Y no quieres esperar a los resultados antes de que nos atemos el uno al otro?

—Lo dices de un modo muy raro —Justin parecía hasta divertirse—. Nuestro acuerdo está abierto a cualquier posibilidad. Si me has mentido, estaré dispuesto a mostrarme generoso. Y si, tal y como afirmas, ella es hija mía, lo mejor será que estemos casados y le demos un hogar estable.

—¿Un hogar con dos padres que apenas se soportan?

—Yo no diría eso —él enarcó una ceja—. Aquella noche en mi hotel parecíamos llevarnos muy bien.

—La lujuria no es un buen sustituto para el amor, la confianza y el compromiso —ella se sonrojó.

—¿Y cómo sabes que todo eso no va a surgir con el tiempo?

Ella lo miró estupefacta.

—Dale una oportunidad, ____(tn). Quién sabe qué nos deparará el futuro. De momento, hay que ocuparse de la operación, y por supuesto del resultado de la prueba de paternidad.

—Claro. Qué idiota por mi parte pensar en el matrimonio cuando estamos hablando de casarnos.

—No hace falta ser tan sarcástica. Y ahora, si hemos terminado, sugiero que descanses un poco. Tenemos mucho que hacer, y cuanto antes lo organice todo, antes podrás quedarte tranquila.

—No he dicho que vaya a casarme contigo —contestó ella.

—No. Y espero tu respuesta.

La frustración martilleaba las sienes de ____(tn). Qué enervante resultaba ese hombre. Arrogante. Convencido de salirse siempre con la suya. Y aun así, el muy idiota tenía razón en todo.

Se echó hacia atrás y cerró los ojos mientras la tristeza la invadía. Sentía ganas de llorar. Aquello se alejaba mucho de sus sueños de futuro. Había aceptado el hecho de que seguramente jamás se casaría, que jamás podría llegar a confiar en alguien. Pero eso no le había impedido soñar con un hombre que no abusara de su confianza. Alguien que la amara sin condiciones.

—No será tan malo —dijo Justin mientras le tomaba nuevamente la mano.

—De acuerdo, Justin —ella abrió los ojos con expresión agotada—. Pero tengo mis condiciones.

—Te proporcionaré un abogado que vele por tus intereses.

Todo aquello sonaba estéril y frío. Sintió un escalofrío. No tenía ninguna duda de estar cometiendo un error. Quizás el mayor de su vida. Pero por su hija haría cualquier cosa. Desde el momento en que había descubierto que estaba embarazada, el bebé se había convertido en su prioridad. Si hiciera falta, se casaría hasta con el mismísimo demonio.

—¿Y qué tal si elijo yo al abogado y le pido que te pase la minuta? —se ofreció ella.

—¿No te fías de mí? —él soltó una carcajada—. Supongo que tienes tus motivos. De acuerdo.

Ella entornó los ojos. Justin se mostraba magnánimo. Podía permitírselo. Había ganado.

—¿Necesitas algo? ¿Quieres que te traiga algo?

—Comida —dijo ella tras dudar un instante.

—¿Comida? ¿No te dan de comer aquí?

—Me refiero a comida que esté buena —dijo ella—. Me muero de hambre.

Él sonrió y ____(tn) sintió una sacudida que le llegó hasta la punta de los pies. Maldito fuera por ser tan atractivo. Con la mano acarició la barriga en una silenciosa disculpa. No lamentaba ni un instante de aquella noche, pero no estaba dispuesta a pagar por ella el resto de su vida.

—Veré qué puedo hacer con la comida. Ahora descansa. Volveré en un rato.

Justin la sorprendió con un casto beso en la frente, un gesto muy tierno.

—No quiero que te preocupes por nada. Descansa y ponte bien. Y cuida de tu… nuestra hija.

Las últimas palabras parecieron costarle un esfuerzo, como si estuviera cediendo. A lo mejor no deseaba tener hijos. Sin embargo, tenía una hija y más le valía acostumbrarse a la idea.

Tras una última mirada, él salió de la habitación del hospital y cerró la puerta.

Casada.

No se imaginaba casada con un hombre de tamaña dureza. Ya había tenido bastantes personas duras en su vida. Individuos fríos, sin emociones, sin corazón, sin amor. Y de repente se veía abocada a un matrimonio que sería una réplica de su infancia.

—Para ti nunca será así, cariño —dijo mientras acariciaba la barriga—. Te amo y no permitiré que pase un solo día sin que lo sepas. Te lo juro. Pase lo que pase, siempre me tendrás a mí.

Una Aventura ClandestinaWhere stories live. Discover now