Capitulo 12

1.2K 54 0
                                    

____(tn) intentó salir de la cama. Sólo se había levantado para ir al baño y acababa de decidir que estaba harta. El doctor le daría de alta al día siguiente al saber que tenía alguien para cuidarla.

Tras ducharse se puso un pantalón suelto y una camisa premamá. Después se secó los cabellos lo mejor que pudo con la toalla y los dejó sueltos para que terminaran de secarse.

Se acababa de instalar en el sillón junto a la cama cuando la puerta se abrió y Justin entró con dos grandes bolsas de comida para llevar.

Ella se inclinó nerviosamente hacia delante mientras era inspeccionada por los dorados ojos.

—No deberías haberte duchado antes de que yo viniera.

—¿Qué? —preguntó perpleja.

—Podrías haberte caído. Deberías haberme esperado o, al menos, haber llamado a la enfermera.

—¿Y cómo sabes que no llamé a ninguna de las enfermeras?

—¿Lo hiciste? —él la miró burlonamente.

—No es asunto tuyo —contestó la joven.

—Si estás embarazada de mi hija, entonces sí es asunto mío.

—Escucha, Justin, debemos aclarar algo desde el principio. El que yo esté embarazada de tu hija no te da ningún derecho sobre mí. No permitiré que tomes las riendas de mi vida.

Incluso mientras pronunciaba las palabras era consciente de lo estúpidas que sonaban.

Se mordió el labio y desvió la mirada mientras su mano se posaba amorosamente en la barriga.

Justin empezó a sacar la comida de las bolsas, actuando como si ella no hubiese dicho nada. El olor llegó hasta la joven cuyo estómago empezó a protestar.

—Gracias, me muero de hambre.

Él llenó dos platos y le sirvió uno antes de sentarse en el borde de la cama con el otro.

—Puedo volverme a la cama para que puedas sentarte en el sillón —se ofreció ella.

—Pareces estar cómoda ahí —él sacudió la cabeza—. Yo estoy bien.

Comieron en silencio aunque ella era consciente de que la observaba. Sin embargo, se obligó a ignorarlo y se concentró en la deliciosa comida.

—Ha sido maravilloso, gracias —suspiró cuando ya no pudo comer ni un bocado más.

—¿Te apetece volver a la cama? —él le retiró el plato y lo dejó sobre la mesita.

—Ya he tenido bastante cama para toda una vida —ella sacudió la cabeza.

—¿Pero no deberías estar en la cama con los pies en alto? —insistió él.

—Estoy bien. El médico quiere que haga reposo moderado hasta la operación. Eso significa que puedo levantarme y moverme un poco. Lo que no quiere es que permanezca de pie mucho rato.

—Y en tu trabajo estarías de pie todo el tiempo —él frunció el ceño.

—Era camarera. No me quedaba otro remedio.

—Deberías haberme llamado en cuanto supiste que estabas embarazada —dijo él airadamente.

—Me despediste —ella lo miró con expresión asesina—. Dejaste claro que no querías saber nada de mí. ¿Por qué demonios iba a llamarte? Jamás lo habría hecho de no haberte necesitado tanto.

—Entonces supongo que debo sentirme agradecido porque me necesites.

—Yo no te necesito —se corrigió ella—. Te necesita nuestra hija.

—Me necesitas, ____(tn). Tengo que compensarte por muchas cosas, y ésa es mi intención. Podemos hablar sobre tu despido cuando ya no estés en el hospital y te encuentres mejor.

—Sobre eso… —empezó ella.

—¿Sí? —él enarcó una ceja.

—El médico me dará el alta mañana por la mañana.

—Lo sé. Hablé con él antes de venir a la habitación.

Ella apretó los puños mientras intentaba evitar que su rostro reflejara la frustración que sentía.

—No necesito tenerte encima todo el tiempo. Puedes dejarme en mi apartamento…

—He alquilado una casa —intervino él con expresión resoluta—. Allí será donde te lleve. Y he contratado a una enfermera para que atienda a tus necesidades…

—No —interrumpió ella—. De eso nada. No consentiré que una enfermera haga de mi niñera. No soy ninguna inválida. Tengo que guardar reposo. Puedo hacerlo sin la ayuda de una enfermera.

—¿Por qué tienes que hacer que todo resulte tan difícil? —preguntó él con calma.

—Si quieres contratar a alguien, contrata a un cocinero —murmuró ella—. La cocina se me da fatal.

—Lo del cocinero puede solucionarse —él sonrió—. Por supuesto, deseo que mi hija y su madre estén bien alimentadas. ¿Significa eso que no te opondrás a instalarte en la casa?

—No me opondré —ella inició una protesta, pero la ahogó de inmediato y suspiró.

—¿Lo ves? ¿A que no ha sido tan difícil?

—Deja ya de burlarte.

La sonrisa de él se hizo aún más amplia. Lo increíble era que le hacía parecer encantador. «Peligroso, ____(tn). Es peligroso. No caigas en la trampa de ese encanto», se dijo.

—Voy a llevarte a casa conmigo, ____(tn) —dijo él con paciencia—. No te servirá de nada discutir. Mañana espero ocuparme de la organización de la boda. Tu salud era prioritaria.

Una incipiente jaqueca empezó a martillear las sienes de la joven. ¿Qué iba a ser de su vida? ¿Él daría las órdenes y ella obedecería humildemente? No si podía evitarlo. Aunque también le hacía sentirse bien trasladar sus problemas a otro. Aunque sólo fuera temporalmente.

—¿Te duele la cabeza? —preguntó él.

—Es el estrés —ella retiró la mano con la que, inconscientemente, había estado frotándose la frente—. Han sido dos semanas muy largas. Estoy cansada.

Para su sorpresa, Justin le tomó delicadamente las manos y le ayudó a ponerse en pie.

Demasiado estupefacta para hacer algo más que mirarlo atónita, cooperó sin quejarse. Él se colocó a su espalda y se sentó en el sillón antes de acomodarla sobre su regazo.

____(tn) comprobó que los cinco largos meses, para su pesar, no habían reducido la química.

El calor de él la envolvió y la calmó a pesar de las efervescentes emociones. Cuando empezó a masajearle el cuero cabelludo con las fuertes manos, ella sintió pánico.

Totalmente desarmada, se hundió contra el fuerte pecho. Durante varios minutos, ninguno habló.

—¿Mejor? —preguntó él con dulzura.

Ella asintió, incapaz de formular ninguna frase coherente. Flotaba en una nube de placer.

—Te preocupas demasiado, yineka mou. El estrés no te hace ningún bien, ni al bebé. Todo saldrá bien. Te doy mi palabra.

La frase estaba destinada a consolarla y ella apreció el esfuerzo. Pero, por algún motivo, el juramento sonaba amenazador. Como si hubiera alcanzado un punto de inflexión en su vida a partir del cual nada volvería a ser igual. Como si estuviera cediendo el control.

«Pues claro que nada volverá a ser igual, idiota. Estás embarazada y vas a casarte».

Aun así, intentó consolarse con la promesa de Justin. Él no confiaba en ella, pero la deseaba, eso era evidente. Y ella lo deseaba a él. No bastaba. Ni de lejos. Pero era lo único que tenían.

Una Aventura ClandestinaWhere stories live. Discover now