Capítulo 5

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El super al que solía ir Izan estaba a dos cuadras de su hogar. No era una distancia muy larga pero él odiaba ir porque justo frente al lugar se encontraba una escuela preparatoria. Y por más que variaba su horario de ida, siempre se encontraba a un grupo de chicas que lo seguían de manera acosadora.

Bajaron del auto y evitó voltear a toda costa, de hecho, agradeció en silencio que Sorine se hubiera estacionado debajo de un árbol que daba sombra, esperaba que aquello fuera suficiente para que no lo reconocieran.

Una vez que acomodó a Sayuri en el carrito, se encaminó al departamento de verduras mientras Sorine le hacía caras graciosas a su hija.

—¡Oh! Ya que estamos aquí, iré por un café frío —dijo de pronto la chica alejándose hacia el fondo del lugar, dónde se encontraban los refrigeradores.

Izan no dijo nada, repasó la lista de víveres en su cabeza y poco a poco comenzó a llenar el carrito con todo aquello que necesitaba. Mientras ponía varias manzanas dentro de una bolsa, le llegó el sonido de esas risas que tanto odiaba. Endureció la mandíbula y suspiró cansado.

Sí, ahí estaban de nuevo.

Eran cuatro chicas y siempre se turnaban para abordarlo con cualquier tontería, una incluso le llegó a pedir su opinión sobre un traje de baño diminuto.

Tenían a lo mucho diecisiete años, pero vaya que eran aventadas y pesadas.

Trató de ignorar las risas y huyó como pudo al departamento de bebés, mientras más rápido acabara, menos probabilidad había de que aquel día lo abordaran.

Por su lado, Sorine iba tarareando una canción mientras escogía un café sabor moka del refrigerador. Se quedó pensando un momento en si se vería mal que le invitara uno a su compañero.

Se encogió de hombros y comenzó a tratar de adivinar cuál le gustaría más. Estaba tan concentrada en aquello que casi no se dio cuenta del grupo de niñas a su izquierda.

—¿Viste cómo se sonrojó? —rio una de ellas.

—Es tan lindo, me haría cargo de su niña sin dudar —comentó otra.

—Yo prefiero ser chica de una noche, no soporto a los críos de otros —espetó una tercera.

Sorine frunció el ceño casi sabiendo de quién hablaban, las vio por el reflejo del refrigerador con una mueca de molestia.

—Yo apoyo eso, ¿por qué crees que es soltero? Está guapo pero debe tener algo muy malo para que lo hayan dejado —masculló otra entre masticadas de chicle.

—Tal vez la madre murió —susurró la primer chica que había iniciado aquella conversación.

—Es joven, mucho, estoy segura que lo dejaron —musitó otra.

—Vamos, debe de estar en el departamento de bebés, me encanta incomodarlo —exclamó de nuevo entre risas la que mascaba chicle.

Sorine las vio alejarse e hizo un sonido con la garganta. Esas nuevas generaciones iban de mal en peor. Y al parecer, no era la primera vez que molestaban a Izan.

Tomó ambos cafés y se dirigió al pasillo de pañales. Efectivamente las chicas estaban ahí con el pobre que se veía sumamente incómodo mientras las niñas —porque eso eran, niñas de mentalidad puberta— elogiaban a Sayuri y a él lo tomaban del bicep.

Bufó con enojo, les daría una lección a esas chamacas.

Con grandes zancadas se dirigió hasta el departamento de lencería y buscó algo bastante llamativo, de color rojo si era posible. Al encontrar un baby doll que dejaba muy poco a la imaginación, sonrió de manera maquiavélica y rio divertida mientras regresaba al pasillo de bebés.

Ella, tú y yoOnde histórias criam vida. Descubra agora