Capítulo 10

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Se enfrentaron con la mirada en completo silencio hasta que la recién llegada arqueó una ceja; sus ojos avellanas destellaron con ironía y pasó al departamento como si fuera propietaria. Su cabello negro se movió con gracia junto con ella. Era como ver a una modelo pasearse en una inexistente pasarela.

—¿Esa es manera de saludar a tu querida prima?

Izan casi azotó la puerta, pero al recordar que Sayuri estaba dormida, se limitó a cerrarla y mirar a la intrusa con ojos entrecerrados.

—Lo es cuando dejaste en claro que tu prometido es un loco que necesita saber todos tus movimientos, Paige —espetó en voz baja no pudiendo creer que su prima los estuviera poniendo en tan grande riesgo.

La mencionada se sentó en el sofá e hizo un ademán de desinterés con la mano.

—No me siguió, llevo una semana en Esbjerg; créeme que no sabe que estoy aquí —dijo encogiéndose de hombros y cruzando las piernas—. Ya hubiera recibido su furia de ser así —masculló con media sonrisa.

Izan examinó con escrutinio a su prima. Siempre que hacía mención de la furia de su prometido se sentía impotente. Claro, la chica aún tenía la piel blanca y sin marcas... La expuesta, pero siempre que preguntaba por lo que no veía, Paige se quedaba en silencio.

—¿Y qué haces en Esbjerg? —preguntó curioso mientras se acercaba a su pequeña mesa y tomaba asiento.

La chica se recargó en el sofá y cruzó los brazos mientras veía al techo.

—Vivir un poco, estoy harta de ser la muñequita exótica —gruñó.

El chico apoyó los codos sobre sus rodillas e inclinó el cuerpo hacia adelante.

—Pai...

Ella levantó la palma en ademán de que no siguiera.

—Era la única forma de ayudarte a salir de Australia y no me arrepiento, no empieces —exclamó con un tono aparentemente neutral—. Además, quería ver a mi hermosa sobrinita —continuó con la pregunta inicial.

Izan pasó una mano por su cabello despeinándolo; el precio por quedarse con su hija siempre fue más allá de la pérdida de su apellido y estilo de vida.

—Está dormida —murmuró viendo hacia la puerta de manera pensativa.

—Hablé con Thiago —anunció la chica tras unos minutos de silencio.

Él suspiró de manera audible y negó varias veces antes de bajar la mirada.

—Necesita conseguirse una vi... —Se detuvo y mordió la lengua, era una pésima expresión para hablar de su amigo. Suspiró y negó de nuevo.

—Sí, bueno, somos lo único que le queda así que... —Paige se encogió de hombros—. Prácticamente somos su vida, ¿no?

El chico dejó caer los hombros y aprovechó el silencio para verificar que Sayuri siguiera dormida.

—El viernes fue a verlos —musitó.

Paige suspiró con fuerza y vio al techo.

—Sigue con eso, ¿eh?

Él se encogió de hombros.

—Supongo que es su manera de lidiar con el duelo —susurró.

—¿Y visitar una casa vacía? —cuestionó la chica enredando un dedo en su negra cabellera.

Izan encogió de nuevo los hombros.

—Creo que así los mantiene vivos... No sé, Paige, jamás le he preguntado porqué hace lo que hace.

Ella, tú y yoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum