Capítulo 9

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Paige solía decir que el día que asimiló y aceptó que sería padre, fue cuando le compró su primer vestido a su hija. Eso fue cuando su ex cumplió los cinco meses de embarazo.

Fue en un ultrasonido donde les dieron la noticia de que serían padres de una niña, algo que él aceptó emocionado pero que su pareja no tomó del todo bien. Thiago decía que ese día fue cuando pusieron el último clavo al ataúd de su relación. Y aunque tardó en aceptarlo, tuvo razón.

Un niño habría marcado la diferencia en sus vidas, pues desgraciadamente el consejo de la dinastía Moore veía a una niña como un error pero a un niño como una oportunidad.

Su ex sabía eso, pero la cruda realidad la alcanzó como un rayo aquella tarde que les dijeron que el bebé era de sexo femenino. Izan se sintió incómodo y un tanto avergonzado cuando ella le insistió al doctor que revisara bien, que debía haber un error. Pero no, Sayuri estaba ahí creyendo ser amada por su madre.

De ese día en adelante la relación se tornó tormentosa y tóxica. Su ex intentó por varios métodos de perder a la bebé; llegó a tanto que prácticamente tuvo que pasar los últimos meses a su lado noche y día. Ella lo justificó con depresión, pero Paige y Thiago insistieron en que era un escape a su responsabilidad al no lograr lo obtenido.

Sayuri nació de siete meses, pasó un mes en la incubadora y en todo ese tiempo, ni una vez su madre fue a verla al hospital. Sus pretextos eran supuestos dolores consecuencia del parto.

Jamás se atrevió a preguntar si acaso había tomado algo para que la bebé naciera antes, ya era bastante el daño ocasionado y el estrés resguardado. Ella nunca quiso a su hija, nunca lo amó a él.

—Por favor, Sayuri, solo una foto, deja... No, espera.

Izan intentó contener la sonrisa pero estaba fallando de manera estrepitosa. Se lo había advertido, pero no le creyó hasta que su hija aventó la diadema.

Levantó el rostro y cerró los ojos disfrutando de la brisa, hacía mucho que no se sentía tan en paz.

—¡No! Un segundo, Sayuri... Espera.

Mantuvo la sonrisa más no abrió los ojos, Sorine llevaba mínimo quince minutos tratando de convencer a su hija de usar la diadema que le había regalado.

—Te agradecería un poco de ayuda. —La escuchó musitar con enojo.

—Hay una razón por la que siempre lleva el cabello suelto —alegó acomodando mejor su espalda en el tronco—. Tengo una caja llena de moños y diademas en mi clóset, ¿por qué crees que no la has visto?

Abrió lo ojos y encontró dos orbes verdes enfurecidos y se encogió de hombros antes de volver a cerrar los ojos.

La escuchó bufar y supuso que se resignó pues Sayuri ya solo balbuceaba y se escuchaba que jugaba con algo. Al volver a mirar a las mujeres que lo acompañaban, encontró a Sorine recostada en el pasto y a su hija jugueteando la diadema; sí, la bebé había ganado.

—El traje le quedó mejor de lo que imaginé, quería que Macy lo viera —masculló la castaña.

Izan cruzó los brazos sobre su pecho y suspiró.

—¿Hay problema en que le haga más? —susurró la chica y él se tensó.

—Puedo comprarle ropa, no es necesario —respondió tratando de controlar el nudo en su voz.

Orbes verdes lo vieron fijamente de una manera que le revolvió el estómago y aceleró los latidos de su corazón, incluso sus manos se llenaron de sudor.

—No es por eso, creí que era obvio —replicó, Sorine.

Izan finalmente desvió la mirada e hizo lo único que su mente y cuerpo permitieron que hiciera: Se encogió de hombros.

Ella, tú y yoWhere stories live. Discover now