Capítulo 26

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Izan veía el techo sobre su cabeza mientras empuñaba y estiraba sus manos una y otra vez. El corazón le latía desbocado y su estómago estaba tan revuelto que por momentos sentía ganas de vomitar.

El olor a alcohol, medicina y los llantos de niños a lo lejos lo tenían demasiado mal.

Lo peor era que por la situación, su hija estaba en una sala diferente donde no podía ver lo que pasaba con ella. Tenía ganas de llorar; honestamente estaba aguantando para no derrumbarse, pero no dejaba de evocar la imagen de su hija con la sangre ni dejaba de escuchar en su cabeza los gritos desgarradores que la bebé soltó durante todo el trayecto.

Del otro lado de la sala Sorine lo veía tratando de armarse de valor para acercarse. Se sentía una niña tonta, estúpida e inmadura.

No dejaba de recordar a Sayuri sosteniendo su pierna para que la cargase, se recriminaba el haber ignorado a la bebé por su maldita inseguridad. De vez en cuando limpiaba con rudeza una lágrima y regresaba a entrelazar las manos en su regazo.

No tenía cara para acercarse al castaño; de haber hablado como adultos nada de eso hubiera pasado, es más, de haber confrontado al chico el mismo sábado, tal vez estarían en otra situación.

Las puertas corredizas se abrieron y por ellas entraron Paige y Naím, la primera buscó de manera desesperada a su primo y caminó hasta él una vez que lo halló.

—¿Qué sucedió? —le preguntó notando algunas marcas de sangre en sus manos—. ¿Por qué estás afuera? ¡Deberías...!

—No me dejaron, ¿crees que no quiero estar con mi hija? —la interrumpió el castaño endureciendo la mirada.

Paige se pasó ambas manos por el cabello.

—¿Qué sucedió? —repitió con la voz semi ahogada.

El chico negó y volvió a ver el techo, Sorine notó cómo tragó pesado así que se levantó y se puso a un lado de un Naím que veía preocupado la puerta a la sala de emergencias.

—Fue un accidente, Sayuri... Ella jaló la computadora... —le contó ya que Izan no decía nada.

Ojos enfurecidos se fijaron en sus verdes y casi quiso esconderse detrás de su amigo.

—¡Eso no fue accidente, fue un descuido! —exclamó y regresó la mirada a Izan—. ¡¿Cómo pudiste ser tan negligente?!

Él cerró los ojos y su rostro se llenó de agobio, Sorine quiso justificarlo o algo pero Naím la miró de soslayo y negó.

Paige estaba más allá de alterada, desde que la recogió la vio jalar su cabello, gritar con frustración y maldecir en idioma ajeno. Aunque, por su parte, lo primero que hizo al leer el mensaje de Sorine fue tirar los papeles de su escritorio.

La palabra negligencia se iba a repetir muchas veces en los próximos días y lo sabía.

Izan no dijo nada, sin embargo, no necesitaba hacerlo, su rostro reflejaba todo lo que cargaba por dentro.

Entonces entró Thiago y se acercó a ellos.

—¿Cómo está? —preguntó con seriedad.

El castaño negó y miró hacia las puertas.

—No sé, no han salido a decirnos nada —contestó en voz baja y luego miró sus manos, tenía manchadas las yemas de los dedos.

—Pero estaba consciente cuando llegaron —alegó el inglés viendo a Sorine quien asintió varias veces.

—Permaneció despierta todo el camino, tal vez...

—No importa, estaba sangrando, y... No... No paraba... —Casi gimió él y regresó la mirada al techo—. Debí levantar los cables.

Ella, tú y yoWhere stories live. Discover now