Capítulo 27

16.7K 1.5K 392
                                    

Dentro de la habitación del hospital había un sofá largo pegado a una ventana que daba al jardín de juegos. Era el único lugar donde los padres podían permanecer a un lado de sus hijos y se trataba de darles ciertas comodidades.

La luz de la luna se reflejaba en el cabello castaño de la chica que se había acostado en sus piernas. Él tenía una mano apoyada en la curvatura de su cintura e intercalaba la mirada entre ella y su hija una y otra vez.

A pesar de haberse arrepentido de la pelea, una cosa era cierta: Sorine no era mamá de Sayuri. Pero esa línea cada vez se difuminaba más entre la chica y su hija. Cualquiera podría decir que eso era asombroso y que debería estar feliz, sin embargo, no podía ser así. La chica estaba ajustando su vida, sus actividades, a ellos. Y le daba miedo que olvidara quién era por permanecer a su lado... Que renunciara a todo por dedicarse a Sayuri cuando no era su obligación.

Sus amigos creían que no sospechaba el próximo paso de Lara, pensaban que era algo que lo tenía sin cuidado, pero habían olvidado que la razón de tanto secretismo, de que no tuviera perfil en alguna red social o una cuenta bancaria, había sido para que nadie de su pasado los pudiera encontrar.

Y ahora tenía todo sobre la cabeza: el accidente de la niña, las intenciones de su ex y la probabilidad de que Sorine renunciara a sus sueños por ayudarlo.

Sí, lo que le dijo a Noam no fue por el calor del momento, sentía que se estaba ahogando.

Enredó la mano libre en su cabello y suspiró.

Había estado juntando para un pequeño auto, ahora con la que seguramente tendría que pagar se le iban a ir parte sus ahorros. Y no le dolía, la verdad era que su hija y él disfrutaban de caminar por las calles de Esbjerg.

Pero un vehículo a veces era necesario, como cuando tuvieron que correr al hospital... O cuando la lluvia los agarraba afuera.

Movió la mano a la cabeza de la castaña y pasó los dedos por su cabello. Ella suspiró contenta y sintió que apretó un poco su rodilla antes de regresar a respirar con parsimonia.

Recordó cómo inició todo, como su vida dio un vuelco de ciento ochenta grados por algo tan sencillo como el mal clima. Las circunstancias que llevaron a Sorine ese día al café jamás las iba a lograr entender.

¿Era su destino permanecer con ella?

Metió la mano debajo del cabello y acarició el cuello de la chica sintiéndola estremecer.

No se podía engañar, amaba despertar y verla a su lado, esos momentos en que la castaña se despavilaba del sueño eran de lo más tiernos. Ni con Lara llegó a sentirse así; si le propuso matrimonio fue porque sintió que era lo correcto dado el embarazo. Pero no era por esa necesidad de querer ser lo primero y último que viera en el día.

Se había enamorado profundamente y no podía explicar cómo sucedió.

Detuvo las caricias en el cuerpo de su novia y regresó la atención a Sayuri. La bebé dormía en una de esas cunas de hospital de las que era imposible escapar. No había despertado, ni para comer. Pero la doctora Karan le aseguró que era porque estaba exhausta de las actividades del día.

Apoyó la cabeza en el respaldo del sillón y cerró los ojos para tratar de descansar. Sabía que no dormiría, pero los ojos ya le pesaban; estaba realmente agotado.

Cuando Sorine dejó de sentir la mano del chico, levantó los párpados y observó a la pequeña. Habían discutido por quien debía recostarse en el sofá, al final Izan ganó cuando ella bostezó. Los exámenes junto al estrés del día la terminaron noqueando. De hecho, si no hubiera sido por las caricias del chico, seguiría perdida en sueños.

Ella, tú y yoWhere stories live. Discover now