Desesperación

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Al bajar las escaleras lo primero que vio Oliver fue una escena que lo paralizó. En algún momento Flamin había acortado la distancia entre ella y Sam  impresionantemente, una de sus blancas y torneadas piernas estaba sobre una de las de Sam, mientras que él tenia una mano apoyada en el tobillo de la chica y utilizaba su muslo como mesa para posar su lata de cerveza. Todo esto bajo un ambiente demasiado reprobable, ambos ebrios y riendo tontamente, era extraño ver a Sam así, quien desde un inicio se mostró como alguien antisocial y amargo.

- ¡Tu sí que eres buena compañía! – dijo de pronto Samuel, tomándola sorpresivamente y sentándola en su regazo.

Ante esto todo el entorno por fin prestó atención a lo que tenía a Oliver al borde de las lágrimas, pero no podía decir nada, ¿con qué moral? El acababa de hacer algo muy similar y peor tan solo unos segundos atrás.

Se oyeron los pasos de Marceline justo tras Oliver. Ella observó y soltó un largo suspiro.

- Oliver, ¿no vas a intervenir? - le preguntó en un susurro.

Marceline recordaba a la perfección la escena anterior, pero aquello no tenía que salir a flote, no era conveniente para ella y no tenía ningún motivo para poner al baterista en una situación así.

- Yo… no puedo decirle nada – respondió a duras penas el joven.

Desde luego que la pelinegra comprendió, la culpa estaba latente en Oliver, en parte le agradó la actitud, no era hipócrita, rasgo difícil de encontrar hoy en día. Por lo tanto, quien intervino fue ella. Se adelanto a Oliver y desde frente al micrófono habló.

- Flam, ven aquí.

- ¡Siiii! ¡Marceline regresó! – Dijo alegremente la pelirroja llegando en fracción de segundo junto a su amiga, abrazándose al brazo de Marceline restregando su cara sonriente contra este.

Bonnibel al ver esto sintió un palpitar doloroso en su pecho y solo pudo deducir que al parecer su desagrado por Flamin se acrecentaba.

- Bien – dijo Marceline palmeando la cabeza de Flamin – haremos un ensayo general y será todo por ahora.

Había que reconocer que Marceline era una líder innata. Todos se movilizaron y el ensayo comenzó, unos errores los hicieron empezar nuevamente, pero esa vez fue definitiva, únicamente faltaba algo de práctica, pero habían logrado el compás y el fiato musical iba por buen camino.

- ¡Estuvo realmente excelente! – dijo Rain al terminar – estaba pensando en hacer un grupo en WhatsApp para que fluya mejor la comunicación.
Todos asintieron.
- … necesitaran un nombre, creo – dijo tímidamente Bonnibel.

- ¡Muy cierto! – secundo efusivamente Marceline – ya sé – ese será tu trabajo, es el precio por dejarte venir a los ensayos.

- ¡¿Q-qué?! Pero Jake también…

- Ah, ah, no. El es el chofer oficial de mi guitarrista principal, ese es su aporte.

- A menos que quieras aportar con algo más – dijo la pelinegra con una sonrisa descarada que nadie ahí supo interpretar.

- ¡Y-yo el nombre! Pensaré en un nombre…

- Perfecto entonces. – Marceline le guiño el ojo y se aproximó – esperaré tus preguntas, nos vemos – dijo esto último con un tono suave, puso el bajo en su hombro y básicamente cargo a Flamin hasta la puerta – ¡Bueno compañeros! Me retiro, nos hablamos a través del teléfono, de ahí podrán obtener los números de las personas que no tienen en sus contactos.

Y así, sin nada más que agregar, se fueron Marceline y Flamin. Los demás quedaron en silencio unos segundos, pues el que ellas se fueran marcaba un cambio de ambiente abrupto.

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