Conociéndose

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- ¿Y bien? – Bonnibel notó que Marceline parecía hacer tiempo, pues a pesar de ya haber sido formulada la pregunta, la pelinegra volvía a aspirar de su cigarrillo una y otra vez

- Bien... - Marceline la miró de reojo – mi apellido.

- Abadeer, lo conozco, ¿que hay con él? – Bonnibel trataba de ser paciente, pero es que experimentaba ansiedad al por fin estar tan cerca de conocer algo de la pelinegra, pero al contrario de ella, Marceline quería dilatar la situación.

- Quiero decir... no es un apellido muy común – Marceline dándole tiempo para reaccionar volvió a mirar hacia la nada y continuo fumando su cigarrillo.

Bonnibel la imito, mirando hacia al frente con rostro sin expresión, pensando profundamente. De pronto sus ojos se abrieron de par en par y se volteó a mirar con urgencia a Marceline.

- ¡Hunson! ¡¿Hunson Abadeer?! – le preguntó exaltada parándose frente a la chica.

- Hey... no necesitas quitar, estoy a treinta centímetros de distancia – bromeo Marceline en un esfuerzo por recuperar su personalidad de siempre.

- S-si... - Bonnibel bajó la voz, pero su lenguaje corporal aun expresaba lo extasiada que se sentía.

- Imagino lo que estas pensando, te lo responderé antes de que lo preguntes. Las circunstancias en las que crecí fueron para mi padre una deshonra, gasto mucho dinero y esfuerzo es ocultar mi existencia, ¿cómo podría un presidente ser padre de alguien como yo? – Marceline sonrió con una mueca algo distorsionada.

Por segundos que parecieron ser más largos de lo usual, Bonnibel la contemplo, procesando lo que acababa de oír, y muchas preguntas surgieron dentro de las que ya se hacía, y otras pocas fueron contestadas con esa nueva información.

Justo en el momento en que iba a abrir la boca para preguntar algo más, oyeron un ruido del interior de la casa, se miraron un instante y luego entraron apresuradas.

Samuel arrastrándose como una víbora intentaba llegar al teléfono de la estancia.

- No, no Samuel, no hagas eso, llamar a alguien podría darnos problemas, ¿no quieres eso verdad? – le decía con sarcasmo Marceline mientras desconectaba el aparato.

- Ya... cállate, estás demente, no puedes tenerme aquí sec-secuestrado – decía a duras penas, Marshall había hecho un gran trabajo en la goliza.

Marceline no le respondió, ignorando lo dicho por chico, se agacho frente a él posando una rodilla en el suelo.

- Samuel, te curaremos y para antes de que regrese Oliver tu te habrás ido de aquí, y yo vigilaré que así sea – comenzó a hablar Marceline con una calma perturbadora.

El chico en respuesta solo rio.

- ¿qué es lo divertido? – preguntó Marceline con el mismo tono afable, que a la vez parecía contener otras intenciones.

- Claro que me es gracioso, de verdad... ¿por qué crees que haré lo que me digas? – Samuel la miró con suficiencia mientras con su mano sostenía su abdomen, seguramente en ese lugar tenía un gran y doloroso hematoma.

- Tienes razón, tal vez debería hacerme entender mejor – Marceline asintió hacia él condescendiente, pero era palpable el hecho de que estaba reprimiendo ciertos deseos – Bonnibel sal de aquí un momento.

- Pero...

- Por favor.

Por favor.... Marceline había dicho por favor, aquello era algo difícil a lo cual oponerse, Bonnibel si aún querer hacerlo, se retiró de todas formas, salió hacia la calle. Una vez afuera, por primera vez sintió el sonido de su móvil, fue entonces que se percato del sin fin de mensajes y llamadas perdidas, pues el resto del grupo se preguntaba que había ocurrido y por supuesto principalmente preguntaban por Oliver, vio los últimos mensajes leyendo en el grupo se ponían de acuerdo para regresar, fue entonces en que ella decidió actuar rápidamente.

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