CAPÍTULO 32 (parte 1)

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Emilio:

—¿Es broma verdad?

El sentimiento de perderlo me ha convertido en un mar de lágrimas involuntarias. A pesar de odiar el concepto de llorar en público, no me interesa que él me mire, pues sé que nunca me juzgará. Conozco su sensibilidad a la perfección, la cual denomino un arma de doble filo, pero para mí es lo más precioso; la manera en que la utiliza para expresarse refleja la experiencia de un hombre mayor, cuando apenas es un niño. Existe arte en sus palabras.

Joaco solo me mira confundido, al mismo tiempo refleja una enorme tristeza en sus ojos que han comenzado a cristalizarse. No puedo asegurar que sea por mí, debido a que  cuando Joaco ve a una persona llorar, él lo hará también. Sus sentimientos son los más puros y sinceros que he conocido.

Apoyo mis codos sobre mis rodillas y cubro mi rostro con mis manos retirando las lágrimas que aún caen por mis mejillas.

Es demasiado tarde para solucionar ésto. Joaquin se ha cansado, y no lo culpo, yo también lo hubiera hecho si estuviera en su lugar. Sabía perfectamente que esto sucedería, él no merece ser "el otro", y en mi defensa yo nunca lo considere de esa manera.

—Emi... Sabes perfectamente que es lo mejor para todos —tomo mi mano, apoyándola en su pierna.

—No estoy listo —la palabras por fin comenzaron a fluir, no me importa el filtro ni la dignidad—, no estoy listo para perderte Joaquin. Te has convertido en la persona más importante en mi vida. No me interesa tu género, yo me enamore de tí, de la persona más tierna, humilde, sincera, noble, preciosa y amorosa que he conocido. No me da miedo seguir, estoy dispuesto a soportar críticas y...

—Emilio basta —interrumpió—. No tienes la credibilidad para seguir con esto. No te creo absolutamente nada, no cuando le mientes a tu novia... Quizá esto se lo dices a ella también "ella es la única", por supuesto. Pero no tiene idea de que estás poniéndole el cuerno con otro vato.

—¡Ya basta! Joaquin estoy confundido, no sé que mierda hacer.

—Se escuchará tan cliché... Pero cuando hayas decidido que es lo que quieres, me buscas —se levantó.

—No vas a ir a ninguna parte —tomé su cintura, la rodeé con todo el largo de mis brazos. Senté a Joaquin en mis piernas y me aferré a él.

—Emilio, por favor no hagas esto —su voz se comenzaba a cortar.

—¡Joaquin! ¿Has visto a Emilio? ¡Es hora de irnos y no lo encuentro! —gritó mi padre desde el otro lado de la puerta.

Arrojé a Joaquin al sofá, me posicioné sobre él y cubrí su boca con la palma de mi mano.

—¡Estoy aquí, papá!

Joaco lanza patadas sin la intención de lastimarme, solo intenta salir de mi agarre.

—Vámonos ¿Ya están listos?

—Solo me falta cambiarme o ¿Me puedo llevar la ropa y mañana la regreso?

—Si, ándale apúrense —respondió con un tono desesperado. Dió tres toques a la puerta.

—¡Pa'! Me voy a quedar en tu casa... Y Jaoco también.

Los ojos de Joaquin se abrieron tanto, que sus pestañas llegaron hasta sus cejas. Negaba con la cabeza, y las patadas son más intensa. Con ayuda de sus manos intenta retirar la mía de sus labios, pero prácticamente es imposible, a lo que decide usar su lengua; lamiendo la palma de mi mano.

—¿Sabes que no me da asco? ¿Verdad? —susurré.

—Está bien, yo hablo con Elizabeth, los espero en el estacionamiento.

EMILIACO 🏳️‍🌈. #Wattys2019Where stories live. Discover now