09 |la chica del 69|

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El resto del día transcurrió más lento de lo que esperaba y cuando me levanté de mi silla para dirigirme al segundo descanso, sentí como si hubiesen pasado siglos desde que había tenido esa incómoda conversación con Roger. ¿En serio hice esa apuesta con él? ¿Con Roger Tayor? Era estúpido, no debería estar tan nerviosa ya que ese idiota no me generaba impulsos incontrolables de querer besarlo, pero, después de todo, era Roger.

Roger Taylor.

En cualquier momento podía sorprenderme. Eso, de eso era lo que estaba asustada. Ese muchacho era un puñado de sorpresas y yo no quería ser la desafortunada chica que por andar jugando con fuego sufriera quemaduras de tercer grado, cosa que al parecer él quería más que nada. ¿Por qué? Esa era mi más grande cuestión. No le había hecho nada, ¡Nada! ¿Por qué había escogido molestarme a mí? Roger sinceramente me tenía mareada, y mientras lo veía sentado en una de las bancas del campus que se encontraba debajo del manzano junto con Blair y Karen, supe que aquel chico se moría por disfrutar hacerme enojar. La mirada que me lanzó desde su posición habló más que mil palabras y que mi mamá cuando terminaba de ver un nuevo capítulo de Grey's Anatomy.

—Es hora de que comience a socializar contigo 69—la voz de Lina Miller me sacó de mis pensamientos. La obsevé con el ceño fruncido mientras se sentaba a mi lado, y sin su bate de béisbol, que al parecer había reemplazado por una pequeña espada de madera. Ella me ofreció una sonrisa burlona al notar que miraba fijamente su curiosa arma de juguete—. No te preocupes, todavía no he venido a golpearte.

Una de las razones por las que no le hablaba a Lina Miller era porque el hecho de que tuviera objetos que pudieran sacarme un ojo o romperme los huesos no me agradaba en lo absoluto.

Le doy un sorbo rápido a mi jugo de naranja y mantengo la mirada clavada en el piso. He escuchado cosas sobre esta chica, como que suele andar por ahí molestando a la gente y picoteando con sus aburridas armas de plástico a todos los que no le caen bien.

Necesitaba evadirla. Si me veían charlar con ella, adiós posibilidades de conquistar la escuela.

—¿Qué no tienes otras mejores cosas que hacer...Lina?—le forcé una sonrisa la cual ella no correspondió.

—¿En serio vives con Roger Taylor?—dijo pasando por alto mi comentario—. ¿Qué no ha tratado de violarte por las noches o prostituirte para ganar dinero?—estuve a punto de ahogarme con el jugo que me estaba tomando y sacarlo todo por la nariz—. ¿Qué? ¿¡Dije algo malo!?—preguntó Lina asustada.

—¿Violarme por las noches? ¿Prostituirme para ganar dinero? ¿A caso estás loca?

Ella bufó un siseo y subió bruscamente las piernas en la banca.

—Al parecer los americanos no tienen sentido del humor, ¿Me equivoco, 69?

—Sí tenemos sentido del humor, y deja de llamarme "69", no soy un número por si no te has dado cuenta. Soy una persona.

—¡Oh! ¿En serio?

Y mientras discutía sobre mis derechos a ser llamada por mi verdadero nombre con Lina Miller, intercepté a unos chicos que se acercaban caminado hacia nosotras. Los dos rubios—Minnie y Arnold—, no paraban de carcajearse y susurrarse cosas al oído, y la castaña—Mica Karamakov—, me miraba con un rostro sin expresión. No sabía por qué tenía el presentimiento de que buscaban a Lina.

—¡Hasta que te encontramos, idiota!—le gritó feliz el rubio cuando llegaron hasta nuestra banca. Minnie le dio un codazo entre las costillas e hizo un gesto con la cabeza—. ¿Desde cuando hablas con el 69?

—Oye—Lina se puso de pie y alzó el dedo índice, como si dijera algo muy importante—, por si no lo sabías, se llama "_______ Foster" y no es un número. Es una persona.

Minnie levantó ambas cejas, ladeó la cabeza algo confundida y luego y se sentó en el espacio que Lina dejó vacío. Su melena rubia me golpeó en la cara y pude percibir un auténtico aroma a frutas cuando me rodeó los hombros con un brazo. Me esforcé por no mirarla asustada y salir corriendo en busca de ayuda.

—Querida, lamento que hayas pasados los últimos minutos de tu vida siendo víctima de las ofensas de Lina... Así que... Me disculpo por ella, como siempre—me agarró la barbilla y movió mi cara hacia arriba, abajo, derecha e izquierda. Cerré mis ojos con fuerza y recé para que no me arrancara la cabeza con sus bruscos e incómodos movimientos—. ¿No te lastimó ni nada por el estilo? ¿No trató de atacarte? ¿Qué día es hoy?

—Para, la estás asustando, Minnie—susurró Mica algo avergonzada, quien sin lugar a dudas, tenía razón.

Arnold se rascó la cabeza y miró disimuladamente hacia ambos lados.

—Chicas...¿No creen que si nos ven hablando con el 69 nuestra reputación podría verse afectada?

—Pero si no tenemos reputación—apuntó Lina con un suspiro. Minnie finalmente soltó mi barbilla y le dedicó a Arnold una mirada asesina.

—Vuelves a decir algo por el estilo y juro que conocerás el interior de tu trasero, ¿Me oíste?

Entonces me reí como una loca. Y desde ese día, comenzó nuestra buena y extraña amistad.

(...)

—Oye ______, ¿Por qué permites que te llamen 69?—me preguntó Arnold un día en hora de recreo. Yo lo consideré un momento y dejé mi cucharada de patatas a medias.

—No lo sé.. Y ya no me importa—alcé los hombros y arrugué la nariz—, la verdad no tengo idea de lo que signifique así que me da igual. ¿Por?

—¿No sabes lo que significa el 69?—Minnie preguntó escandalizada. Mica me miró pasmada y Lina le escupió en la cara las patatas fritas que llevaba media hora masticando.

Arnold, por otro lado, hizo todo lo que pudo para contener las ganas de echarse a reír. Yo los miraba alternadamente y me preguntaba qué era tan... Impactante para ellos. Era sólo un 69. Un número normal y corriente.

¿Verdad?

—_______...¿Estás segura de que no sabes...Nada, o sea...Nada de nada?

—No Arnold...—entrecerré los ojos y lo miré confundida. Cuando se inclinó hacia delante y me susurró al oído su significado, sentí la sangre concentrarse en mis mejillas y un nuevo impulso asesino que me persuadía a matar a Roger.

Con que esas te traías, Taylor.

Me volví a su dirección como una fiera y lo observé reír con sus amigos mientras Brian hacía el ridículo metiendose dos palillos chinos en la nariz. Y ahí estaba él, Roger, como si todo en el mundo estuviese normal cuando a mí me tenían como una prostituta experta en kamasutra. Eso explicaba las insinuaciones sexuales y los calzoncillos sucios en mi casillero. Me tenían como una cualquiera por el simple hecho del asqueroso significado del número 69. Lo peor de todo era que Roger lo sabía y lo había hecho a propósito. Ese grandísimo hijo de puta.

Hoy lo mataría. Esta vez no se libraría de mí.

Me puse de pie antes de que Minnie y Arnold pudieran detenerme. Lina me prestó su palo de golf—que ahora era su arma oficial de la semana— y me hizo prometer que lo golpearía tan duro en su entrepierna que lo dejaría sin hijos. Mica no se inmutó para detenerme y yo se lo agradecí en voz baja. Caminé a paso seguro hacia la mesa de Roger, con la furia a flor de piel y mis ganas de matarlo cada vez más intensas, hasta que la rubia oxigenada de Michelle se me atravesó en medio y me tiró toda su comida encima. Solté una maldición típica de los Estados Unidos y me precipité tambaleando hacia atrás, sin querer golpeándome la cabeza una y otra vez con el condenado palo de golf y por fin rebotando de golpe en la mesa del grupito plastificado de Roger, salpicándoles la comida en la cara. Por los mezclados gritos y exclamaciones de los estudiantes que pude escuchar desde el suelo, tuve entendido que le había roto la nariz recién operada a Michelle.

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now