25|si vas a empezar a insultarme, mejor lárgate|

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Me desperté sobresaltada con una enorme capa de sudor cubriéndome el pecho. Mi respiración era irregular y podía escucharla rebotar en las paredes de mi habitación. Mis labios no paraban de susurrar su nombre.

Roger.

Me llevé una mano a la frente, que ahora se encontraba perlada de sudor, y cerré los ojos un instante para ver si así intentaba calmarme. Poco a poco, los latidos de mi corazón y mi respiración frenética volvieron a su estado normal; el dolor que oprimía mi pecho por fin se detuvo. Después de contar hasta diez, hice a un lado las sábanas de mi cama y caminé en círculos por la habitación. Era la octava vez en dos semanas que me sucedía esto. La octava, y era horrible; como si todo el dolor que ocultaba en el día debajo de mi máscara de indiferencia saliera por las noches y me recordara que estaba hecha una mierda por más que lo disimulara.

Y que nadie, menos él, iba a darse cuenta.

Suspiré desganada y volví a dejarme caer en el áspero colchón de mi cama, con la vista inexpresiva fijada en el techo.

Me preguntaba si Roger sabía que me estaba haciendo perder la cabeza. Sus cambios bruscos de emociones y la forma tan irracional en la que tomaba sus decisiones me dejaban desconcertada. Un día pensaba que le gustaba, y al otro era como si no existiera, como si nada hubiese pasado entre nosotros. Lo peor de todo era que yo sí había sentido algo cuando me besaba...cuando sus manos recorrían mi cuerpo de una forma tan delicada y cuidadosa mientras sus labios exploraban meticulosamente mi cuello.

Sus ojos, su cabello. Todo lo que era Roger Taylor me hacía sentir de una manera preocupante. Me ponía nerviosa, feliz, triste...  Enojada. Y era aterrador, porque nada de eso era normal en mí. Me giré sobre la cama y apoyé una mejilla debajo de mis manos.

Mierda.

Iba a ser imposible poder conciliar el sueño en lo que restaba de la noche, así que ni me molesté en cerrar los ojos y no intenté dormirme. Ahora más que nunca extrañaba mi verdadero hogar, a mis amigos, a Johnny. Volví a girarme en el colchón y solté un suspiro de agotamiento. Johnny. Él tendría las palabras exactas para consolarme en estos momentos, al igual que Laura y Susan, pero ahora no contaba con ninguno de ellos y quizás jamás volvería hacerlo. Me odiaban y tenían todos los motivos del mundo para hacerlo.

Me sorbí los mocos y me llevé un dedo al lágrimal de mi ojo derecho. Oh genial, estaba llorando. Otra vez. Usualmente no era de las que lloraban, pero al parecer había perdido mi fuerza interna a lo largo de estas dos semanas. ¿Era por Roger? ¿Por qué extrañaba mi viejo hogar? ¿Por mis viejos amigos? Cerré los ojos y me tapé la boca con las dos manos, sofocando un sollozo. Cuando no pude soportarlo más y estaba dispuesta a dejarme ahogar con mis propias lágrimas, mi celular comenzó a vibrar encima de mi peinadora. Me limpié la cara con la plama de mi mano y le lancé una mirada fugaz al despertador que se encontraba en la cómoda de al lado: las cinco de la mañana. Me golpeé la cabeza contra el colchón y maldije entre dientes hasta quedarme corta de malas palabras. Saqué un pie de la cama, luego el otro, y fui por mi celular dando trompicones por todo el trayecto. Tuve que cerrar los ojos por un momento al verme afectada por el instantáneo resplandor de la luz, pero después logré que mis ojos se adaptaran a la claridad. Comencé a teclear rápidamente y revisé la bandeja de entrada, casi muriendo de un infarto y queriendo tirar el maldito cacharro por la ventana al leer que tenía un nuevo mensaje de Rogwet.

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¿Estás teniendo pesadillas otra vez?

Me he dado cuenta de que no has podido dormir.

Dime que no es por mi culpa.

Roger.

Le di un giro de 180 grados a mi cabeza para ver si estaba siendo espiada, mis ojos tan abiertos como un par de platos. ¿Cómo sabía él que estaba despierta? ¿Me estaba mirando? ¿O simplemente fue coincidencia?

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now