3 |nunca sería capaz de mentirte|

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Megan negó con amargura y le dio otro trago a su quinto tarro de cerveza. 

—No sé de qué me estás hablando. 

Suspiré profundamente y me tensé sobre el taburete. Mis dedos tamborileaban en desesperación sobre la barra y hacía todo lo que podía para reprimir las ganas de darle una golpiza en la cara y derribarla al suelo. La música estridente sacudía al Sgt.Pepper's, y por consiguiente, a mi limitada paciencia. La gente caminaba de un lado a otro, se iban y venían, y Megan seguía aquí, negando en su totalidad la existencia de Alice. Pasé la lengua por mis dientes y me dije que debía intentarlo de nuevo. Por Roger. 

—Megan, es la última vez que te lo pregunto: ¿dónde DIABLOS está Alice? 

—¿Qué parte de está muerta no entiendes, chica?—me miró con los ojos entrecerrados y elevó su tarro—. ALICE ESTÁ MUERTA. 

Y lo colocó de golpe sobre la mesa, el líquido saltando hacia fuera y empapándole una mano. Sus ojos llorosos abandonaron los míos y contemplaron a la multitud que danzaba en la colorida pista de baile. Y por un segundo se quedó así, ida, ausente de mi presencia y de la suya propia. La observaba sin decir nada, con la mandíbula desencajada, presionándola en silencio. 

¿Qué le había hecho Uriah a esta chica? Todo lo que veía ante mí era una persona llena de miedos que se forzaba a no confiar en las personas. Ojos apagados y rostro demacrado, como alguien que hubiese vivido cien miserables y jodidas vidas. ¿Qué habrían tenido que presenciar aquellos pálidos ojos azules? ¿Qué pasaba por su mente ahora mismo? ¿Josh? ¿Uriah? ¿Alice? 

¿Yo? 

Megan estaba rota y no había forma de repararla. Su nuevo e irracional miedo hacia mí me dejó claro que Uriah le había metido cosas en la cabeza que no eran verdad, sobre Roger y sobre mí, y ella se negaba a contarme la verdad por culpa de ese maldito. 

Cuando soltó una lágrima y se cubrió el rostro con una mano, sentí mi corazón ablandarse de repente. Esta chica necesitaba ayuda, al igual que Alice. 

Arrastré la mano para tocar la suya, pero Megan la retiró lo más rápido que pudo y se limpió las lágrimas. 

—Hey, puedo ayudarte—le dije más calmada, buscando su mirada con la mía. Ella se sorbió los mocos y bajó resignada la cabeza—. A ti y a Alice. Dime dónde está y... 

—Te estoy diciendo que está muerta—masculló—. No insistas. 

—Megan...Alice no está muerta. Tú y yo lo sabemos. 

—¿Ah sí?—me preguntó exasperada, levantando la cabeza nuevamente. Sus ojos irradiaban furia—. ¿Y cómo lo sabes? ¿Cómo...puedes estar tan segura, eh? ¿Acaso tienes pruebas, ______? Dime. ¿A caso las tienes? 

Apreté los labios y me miré los dedos de la mano. Mierda, tenía razón. 

—Eso creí—escupió hastiada, levantándose del taburete y de un manotazo colocando un puñado de libras esterlinas sobre la barra—. No vuelvas a hacerme perder mi tiempo de esa manera, ¿te queda claro?—hipeó con una mueca en la cara. La miré acomodarse los apretados jeans que llevaba puestos y no pude evitar fijarme que llevaba el ying-yang tatuado en su cadera—. Estás muy grande para jugar al detective, ________, podría demandarte por estúpida. 

Y si no fuera porque Megan estaba borracha hasta el tope e irreparablemente traumada por las manipulaciones de Uriah, le hubiese dado un tremendo bofetón en la cara, más sin embargo, me puse de pie sin mostrar mis emociones, pagué el martini doble que había pedido y salí sin mirar atrás por las puertas cristalizadas del bar, diciéndole adiós a mis posibilidades de haber reunido información nueva y suficiente sobre Alice. 

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now