14 |fantasmas|

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"Sé por qué te lo digo, Alice"

                     

Alice.

                     

Fruncí el ceño y lo miré confundida, Roger sintió la gravedad de sus palabras y noté que su mirada lentamente descendía hasta contemplar las sábanas blancas de la cama. Iba a insultarlo y a seguir con esta infernal discusión que se había desatado entre los dos, pero me di cuenta de que ya no estaba en condiciones de hacerlo. No desde que mencionó el nombre de Alice.

                     

—______—dijo unos minutos después, con la voz más suave de lo usual.—. Sólo no... No lo menciones delante de mi, ¿De acuerdo?

                     

—Brian...—iba a decirle algo, pero decidí dejar la frase a medias. No sabía qué decirle.

                     

Hasta que lo recordé.

                     

Me metí la mano en el bolsillo y saqué su billetera. La puse en la mesa de noche que tenía al lado tan despacio como si fuera un objeto solemne, y si le importaba que yo no hubiese traído lo que se suponía que compré esta mañana, no lo demostró.

                     

Roger asintió en manera de agradecimiento, aún con la mirada baja y el rostro apagado. No tan desgastado, pero sí algo machacado y lújubre. El chico enfermo que veía postrado en aquella cama no era el Roger Taylor que yo conocía.

                     

Sus expresiones y emociones cambiaron al tan sólo pronunciar por error el nombre de Alice.

                     

—Oye... ¿Estás bien?—susurré, él me hizo un gesto de aprobación.

                     

Lo miré fijamente hasta que se sorbió la nariz y comenzó a negar rápidamente con la cabeza, como si así pudiera ahuyentar las lágrimas que se aglomeraban por montones en sus tristes ojos.

                     

No pude sentir nada más que lástima hacia él. Durante un segundo quise traer atrás todas las cosas que le grité y jamás haberlo hecho. Por el momento, yo ya no quería seguir discutiendo más porque creía saber qué estaba sucediendo. Y si Roger estaba así por lo que acababa de cruzar por mi cabeza, nadie más que yo podía entenderlo mejor en este mundo, porque yo... Yo también había experimentado la pérdida de alguien importante en mi vida.

                     

Dos veces.

                     

Me senté a una esquina de la cama y coloqué mi mano sobre su rodilla para dejarle saber que yo lo apoyaba y, sobre todo, que lo comprendía. Nunca esperé verlo de esta manera, y aunque no estuviera llorando ni nada por el estilo, se veía tan débil y miserable que sabía que podía derrumbarse en cualquier momento. Fue al transcurso de unos minutos cuando sentí que su mano tomaba la mía y la apretaba, y ahí supe que, por más loco e irreal que sonara, que agradecía mi compañia. Y este silencio que nos envolvió fue más reconfortante y cálido que el que había surgido en este mismo lugar hace unas horas atrás.

                     

Hasta que uno de los dos tuvo que romperlo.

                     

—Es la de tu billetera, ¿No es así?

                     

—Sí—carraspeó, soltándo mi mano y con el reverso secándose una lágrima inexistente. Incluso ahora, Roger seguía aferrándose a su orgullo machismo, negándose a dejarlo ir.

                     

—¿Quieres hablar de ello?—le pregunté con una voz más suave. Un asomo de sonrisa cruzó por su rostro—. No me molestaría escucharte.

                     

Después de considerarlo cinco minutos en silencio, comenzó a relatar la historia de Alice Pevensie. De repente olvidé todas las peleas e insinuaciones que habíamos tenido hace unas horas atrás. Ahora éramos sólo nosotros dos y el recuerdo de su primer amor.

                     

Y como Roger se había abierto a mí para contarme sobre Alice, quizás, tan sólo quizás, yo sea lo suficientemente fuerte para contarle lo sucedido con mi mejor amigo Johnny hace unos años atrás.

                     

—Nos conocimos en verano, cuando teníamos quince años—me dijo, con una pobre y melancólica sonrisa que jamás había visto en él—. Venía de una familia de un condado más pequeño que éste así que nadie quería tratarla por eso, entonces yo decidí juntarme con ella. Ocurrió lo típico: la invité a salir con mis amigos y fuimos juntos a varias fiestas. Le costó trabajo hacerse amigas, y al final del día, no tuvo lazos con ninguna de las chicas de por aquí. Así que, por así decirlo, Bruan y yo éramos sus mejores amigos—tomó un poco de aire y luego continuó—. Entonces un día después de regresar de un concierto, Alice conoció a Jessie.

                     

Y entonces ahí es dónde todo cobra sentido.

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now