27| ¿que quieres decir con eso?

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—¿_______? ¿Estás bien?

Debí estar cayéndome, porque Reagan me agarró del codo. Roger estaba allí, metido en el auto, a punto de correr en esta estúpida carrera y no podía hacer nada para detenerlo. Sabía que él era capaz de hacer muchas cosas, pero arriesgar su vida en una maldita carrera ilegal jamás se me habría pasado por la cabeza. Roger era muy listo, por lo menos lo suficiente para no tomar decisiones estúpidas.

Pero una vez más, me había equivocado.

Él era un idiota, y se suponía que la idea debía agradarme, pero no era así. Todo lo contrario.

—¡_______!—me gritó Reagan al oído—. Te pregunté si te encuentras bien. Por Dios... Estás pálida.

—Sí, sí... Estoy bien—balbuceé, sacudiendo la cabeza e ingeniándomelas para distraerla—. Eh... Este...¿Cómo descubriste que existían estas carreras de autos en Holmes Chapel?

—Ya te dije que los chicos no se callaban con eso, en especial Mike. Su hermano mayor era corredor cuando iba en la secundaria, y según él, era muy bueno. Hasta tienen su retrato en el Sgt.Pepper's. Toda una leyenda.

—Dices que...¿Era?

—Si, en su última carrera ocurrió un accidente horrible y tuvieron que amputarle las dos piernas... Pobre hermano de Mike.

Oh.

—Sí...—me puse las dos manos debajo de mi chaqueta verde y me encogí de hombros—. Pobre hermano de Mike.

—Oye, ¿Segura que estás bien? Te noto algo extraña. ¿No quieres tomarte algo?

—No, Reg, estoy bien, en serio.

Reagan me miró seria, pero al cabo de un segundo, sonrió y volvió su atención a la pista.

—Genial, porque la carrera ya va a comenzar y no quiero tener que irme a casa gracias a tu estómago hiper-sensible.

—Gracias por tu consideración, muy amable—puse los ojos en blanco antes de clavarlos en el Mercedes negro de Roger, que ahora aumentaba el brillo de las luces delanteras.

Cinco segundos. Cuatro, tres, dos.

—¡Uno!—Mi hermana se unió a las voces que provenían de la multitud y alzó las manos al aire. Las luces del semáforo se cambiaron de rojo a verde y la chica con poca ropa bajó las banderas hasta la altura de sus caderas.

Entonces Roger desapareció en una densa nube de humo y tierra.

(...)

Cuando el Mercedes negro llegó en primer lugar a la línea de meta, la multitud se precipitó hacia delante para recibir al ganador entre vítores y aclamaciones. Las personas se saltaron la cinta amarilla que limitaba la calle y abrumaron a Roger con felicitaciones por su buen trabajo. Reagan pegó un chirrido infernal al descubrir que Roger era corredor, y sobre todo, que había ganado el primer lugar en la noche de apertura. Ella corrió hacia él como esa típica adolescente idiota necesitada de atención masculina que era.

Yo, sin embargo, percibía cómo el sentimiento de preocupación y angustia se disolvía poco a poco en mi pecho. Él estaba bien; sano y salvo. Gracias a Dios.

Nuestras miradas se cruzaron en medio de la multitud y su sonrisa perfecta se borró por completo. Tomó delicadamente por la cintura a la castaña que colgaba de su cuello y la apartó de él, sin quitarme la vista de encima. Me quedé en donde estaba, parada como una estatua, mirando a Roger fijamente mientras se abría paso entre las personas con estilo y agilidad, ignorando las felicitaciones y cumplidos de parte de los chicos. Estuvo frente a mí en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now