2 |Megan lo sabía|

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Esperé a que Reagan se quedara dormida para visitar el cuarto de Roger. Me tiré en su cama y me escondí debajo de sus sábanas, deseando ser muy, muy pequeña. La fragancia de su edredón me hacía sentir segura, como si él en verdad estuviese a mi lado, a pesar de que todavía no llegaba a casa. Consideré llamarlo, pero lo último que quería era ser la hermana menor de cinco años de la que Roger tuviera que encargarse.

Estaba más que consciente que las intenciones de Uriah no eran hacerme daño precisamente, o eso pensé cuando debajo de la rosa encontré esa nota que tenía escrito en tinta negra: "Por ahora". La tire a la basura en cuanto la leí y subí a encerrarme en la habitación de Roger. Y ahora me encontraba escondida debajo de sus sábanas, esperando a que cruzara por esa puerta y me prometiera que todo iba a estar bien.

Pero era mentira. Yo no era feliz, él tampoco lo era. Sin embargo, queríamos convencernos de lo contrario. Lo amaba demasiado, y quizás ese era el problema, porque él no me amaba de la forma que yo quería que me amara. Él todavía estaba enamorado de Alice, me di cuenta de eso cuando me llamó por su nombre en Navidad. De nuevo.

Y una vez más, había fingido que no me importaba.

Cerré mis ojos y le di la espalda a la pared. Mis pies estaban fríos y recordé que la calefacción de la casa no estaba encendida. Me repetí como una mantra que no era gran cosa. No abandonaría esta cama y me negaba a caminar sola por los oscuros pasillos de la casa. Quería creer que sólo nos encontrabamos Reagan y yo, pero la prescencia de Uriah todavía se sentía al otro lado de la puerta, y yo no debía moverme. Porque él estaba aquí, yo sabía que él estaba aquí.

Tres minutos después, Roger entró a la habitación y sin detenerse se sentó al borde de la cama, ésta hundiéndose con su peso. Lo escuché suspirar, yo escondí la cara en la almohada y relajé la respiración, pretendiendo estar dormida. Puso una mano sobre mi cabeza y comenzó a acariciar suavemente mi cabello. Su mano se paseaba por mi pelo con tranquilidad, ternura y cariño. Sentí la necesidad de volverme hacia él y contemplar sus facciones relajadas, pero las reprimí en seguida. Él me pediría explicaciones y yo no estaba de humor para discutir. Estaba aprovechando el lado sensible de Roger, uno que no solía mostrar con frecuencia. Y que ahora no podía ver.

Escuché sus zapatos caer al suelo, y de un solo movimiento se encontraba apretando suavemente mi cuerpo contra el suyo, enredando una pierna con la mía, como las ramas de un árbol. Me removí entre sus brazos para absorver la totalidad de su calor, éstos respondiéndome mientras se envolvían con cuidado debajo de mis pechos. Y ahí estabamos: simplemente acostados en su cama, en el sentido más inocente y puro de la palabra.

—Debiste llamarme—me dijo. Permanecí callada para que creyera que sí estaba dormida, pero unos segundos más tarde me rendí. Suspiré y tragué saliva, desganada.

—¿Cómo lo supiste?

—Fui a tu habitación y vi que tu ventana estaba rota...y Uriah me envió un mensaje. ¿Estás bien?

No.

—Sí.

Y cómo me dolía mentirle.

Su nariz se escondió en mi pelo y me estrechó contra él con más fuerza, pude sentir sus músculos tensarse ante el contacto de mi piel contra la suya. Acaricié sus manos y cerré mis ojos, reprimiendo lágrimas de dolor que amenazaban en rodar rebeldes por mi mejilla. El nudo en mi garganta era asfixiante y no se iría de allí. Lo amaba mucho. Mucho.

Me revolví un poco y me giré hasta quedar con la vista fija en el techo. Roger se apoyó en un codo y miró en silencio mi rostro inexpresivo. Callaba mi desconcierto, pero él de alguna manera u otra sabía las cosas que pasaban por mi cabeza, porque él estaba tan perdido como yo. Porque éramos exactamente iguales.

ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀWhere stories live. Discover now