Primer algo: 10 años.

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Los ojos miel de Joaquín comenzaron a cristalizarse, mientras que jadeaba incómodo, sintiéndose de la peor manera. Sentía a Emilio a su lado dormir, acurrucado dándole la espalda mientras respiraba tranquilamente, realmente cansado de la hora en la cual decidieron terminar la celebración de la pijamada y dormir. Joaquín quería gritar, deseaba despertarlo para que llamara a su mamá y ella supiera qué diablos pasaba. Un dolor punzante se hizo presente en su estómago y recordó que este lo había despertado. Ahora quería a su mamá con desespero, su estómago daba vueltas y sentía que vomitaría en cualquier instante, hasta que sintió movimientos al otro lado de la cama.

—¿Joaco? ¿Estás bien? Estás muy caliente —Emilio murmuró con su infantil voz ronca por las horas de sueño, volteándose para prender la luz y ver qué le sucedía a su amigo.

El castaño estaba sudando, estaba quieto temiendo por vomitar mientras respiraba con grandes bocanadas de aire, totalmente desesperado por refrescarse de alguna manera porque ahora notaba que estaba sofocado.

—Mami... —susurró apenas el castaño y Emilio se levantó de inmediato de la cama para correr descalzo por la habitación de su amigo y buscar la recámara de los padres de este, necesitaba ayuda para que Joaquín mejorara, para ver qué diablos sucedía.

Cuando el niño de diez años interrumpió el sueño de los padres del castaño, la mujer se levantó con mucha prisa para ir a donde su hijo porque estaba segura de que este no había hecho tan mala combinación de alimentos como para que esta le diese fiebre, porque si de algo alimentario se tratara, Emilio estaría igual.

Joaquín estaba apoyado en el costado derecho de su cama, vomitando frenético mientras temblaba por el terror y la incómoda situación cuando su mamá y su amigo llegaron, haciendo que la mujer se apresurara hasta su hijo para calmarlo y que Emilio fuera por el basurero para controlar el desastre de su mejor amigo. La madre del niño tocaba su cabello para intentar calmarlo, mientras que Emilio intentaba ser de ayuda en el baño, mojando una toalla para que Joaquín la tuviera en su frente y bajara la temperatura.

La tempestad había culminado cuando Joaquín sintió la dolorosa punzada en su estómago y se encogió por aquella sensación desagradable, atrayendo aún más la atención de su madre y amigo.

—¿Dónde duele? —preguntó la madre con preocupación porque era más que obvio que esto no se trataba de alguna comida en mal estado, era de algo mucho más profundo y grave.

—Aquí —jadeó el niño apuntando la parte baja de su estómago. La preocupada madre levantó con cuidado la pijama de su hijo mientras arrugaba la nariz por la pestilencia del lugar luego del vómito, a la vez que Emilio se recostaba donde había dormido para acariciar la espalda de Joaquín en busca de ser de alguna ayuda.

—¿Duele? — Elizabeth Gress palpó con delicadeza el lado derecho inferior del estómago de Joaquín, muy cerca del comienzo de su pierna, justo en la cadera. La respuesta no tardó en llegar, pues el pequeño niño había chillado por el dolor, comenzando con náuseas otra vez pero por causa de la pestilencia del lugar— Joaco, tendremos que ir al hospital, lo más seguro es que tengas apendicitis.

—Apendi... ¿Qué? —preguntó Emilio en un chillido atrayendo la atención de la mujer que le entregó una sonrisa.

—Emi, sé que quizás estés cansado, pero tus padres no están en la ciudad y te dejaron a nuestro cargo, por lo tanto, deberás ir tú también al hospital mientras chequean a Joaquín y ruego equivocarme.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora