Décimocuarto algo: 20 años.

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No le interesó en lo absoluto las miradas que recibió cuando arribó al campus hace un par de horas. Sus ojos estaban hinchados e irritados, su cabello era un desastre sucio con algunas ramas, pétalos, hojas e incluso una que otra espina, su camisa tenía demasiadas manchas y sus pantalones estaban mojados. Ya le causaba lástima su estado, no quería ni pensar cómo sería observarse en el espejo.

Quiso estar solo en su habitación una hora, intentando relajarse de todo el estrés y la vergüenza que lo dominó, incluso permitiéndose una pequeña siesta, de la que había despertado un poco más repuesto para darse una ducha y luego comenzar a estudiar. No podía dejar de lado sus estudios a pesar de estar agotado y colapsado física, psicológica y emocionalmente.

Comenzó a alegrarse por sus medios caminando hasta las duchas de la residencia mientras escuchaba música, incluso ante la falta de personas en sus mismas condiciones casi a medianoche, estuvo solo en ese gran lugar tarareando sin importarle nada. Se vistió tranquilo sólo disfrutando el segundo que vivía, sin importar lo sucedido tal tarde ni menos lo que vendría en camino.

Salió de las duchas con su ropa sucia en brazos, cantando bajo al mismo tiempo que su cantante favorita. Llegó a su habitación tranquilo y se volteó para cerrar la puerta con seguro y luego encender la luz.

Ain't got no tears le... AAAH.

Sus ropas cayeron de sus manos, al igual que su teléfono, pues una inesperada figura estaba descansando en su cama, mientras que en la cama de enfrente estaba otra figura, y ambas conversaban sólo con la luz que la ventana brindaba, bueno, hasta que llegó Joaquín.

—Mira, Gabriella y Troy se han reencontrado luego de que Grabriella sin querer haya entrado en pánico.

Emilio se levantó de la cama y Troy se quedó en su lugar, sonriendo totalmente feliz al chico de ojos miel que había huido hace unas horas de su hogar, expectante a su reacción por la sorpresiva visita de su mejor amigo que por tanto le había hablado. 

Joaquín estaba quieto en su lugar, con el desastre en sus pies, aún con la música sonando. No veía a Emilio desde hace meses y sus ojos negros lo observaban igual que siempre, con protección y cariño, mientras que sus rizos casi llegaban a sus hombros, con una barba en su rostro y con sus labios enmarcando una larga sonrisa. Su corazón al ver a su mejor amigo latía como loco.

—Ay... —susurró Joaquín sintiéndose repentinamente mareado, tambaleándose un poco. Emilio arrugó su ceño, mientras que Troy se ponía de pie de la cama preocupado.

Joaquín trastrabilló y tropezó con su desastre, pero su mejor amigo, como siempre, fue más rápido y logró capturarlo en sus brazos justo a tiempo que Joaquín perdía el conocimiento.

...

—Tengo la autorización de su familia y figura como contacto de emergencia —poco a poco comenzó a abrir sus ojos y la luz lo cegó unos instantes.

Un hospital, pero qué sorpresa.

—Insisto que soy lo más cercano a su familia, revise la lista de contactos de emergencia y podrá ver que ocupo el segundo lugar luego de Elizabeth Gress, incluso el padre de Joaquín es el tercer lugar, luego de mí. Compruébelo y permítame pasar y dar los permisos médicos correspondientes —volvió a escuchar la voz e intentó buscarla, pero se topó solo en tan grande habitación.

Intentó levantarse porque se sentía incómodo, pero al darse impulso con sus brazos, notó que había una vía en su brazo derecho y arrugó el ceño.

En emergencias no te ingresaban a una habitación privada, esto era algo más serio.

Observó a su lado, en una pequeña mesa, una carpeta y estirándose con dificultad, la alcanzó. Peinó su melena lacia hacia atrás y la puso tras sus orejas para luego abrir el objeto, arrugado el ceño por la sorpresa.

Paciente de Unidad cardíaca: Joaquín Bondoni Gress.

¿De qué diablos se trataba aquello? Pánico, sólo pánico.

—¡Gracias al universo! —escuchó la misma voz que lo despertó y elevó su mirada, para notar como ingresaba a la habitación un enfermero y posteriormente Emilio— Amigo, prometo que intenté estar aquí cuando despertaras pero alguien me lo impidió.

Los ojos de Joaquín volvieron a encontrarse con los preciosos ojos de Emilio y su respiración se detuvo, al igual que el mismo dolor de el pecho lo dominó y sus manos comenzaron a temblar.

—¿Qué... qué hago aquí? —preguntó en un leve susurro. Tenía miedo, pues a pesar de que el hospital había sido su segundo hogar toda su vida, jamás había sigo ingresado por algo cardíaco, y Emilio, como buen amigo que era, notó el miedo de Joaquín y se acercó a él.

—Amigo, te desmayaste hace unas horas y Troy notó que tenías palpitaciones. Debí cargarte hasta el auto que renté para traerte a emergencias. Te hicieron unas pruebas y notaron que había algo extraño en tu ritmo cardíaco que debía ser observado por un especialista para emergencias y el cardiologo debería estar por llegar para tomarte el resto de pruebas. Acabo de volver porque fui a dejar a Troy a la residencia porque en una hora tenía que entrar a clases y hacer exámenes, además llevará tu acta médica a los maestros para que no se asusten por tu falta de hoy.

Eso en vez de tranquilizar a Joaquín, lo hizo entrar aún más en pánico toda la declaración.

—¿Hay algo malo en mi corazón? ¿Me va a dar un paro cardíaco? ¿Me voy a morir? —su voz estaba rota y ya no podía controlar las lágrimas. Odiaba su vida que constaba en provocar preocupaciones a su entorno, y aquella además de ser una más, era la más peligrosa.

—¿Qué? No Joaco, debes tranquilizarte —intentó consolar Emilio recordando como su amigo lloraba cuando caía y se hería, o cuando debían sacarle muestras de sangre. Él siempre había estado ahí y esta ocasión no sería la excepción— Vendrán a hacerte más pruebas, seguramente es porque tienes mucho estrés en la universidad, no hay nada de qué preocuparse. Siempre sales en perfectas condiciones del hospital —arrulló su amigo, pero Joaquín lejos de tranquilizarse, se desesperaba más, algo que se contagió a Emilio que lo veía llorar mientras intentaba limpiar sus lágrimas —Joaco, tranquilo, no estás solo en esto. Prometo quedarme aquí todo lo que haga falta si es que me necesitas.

—Es mi corazón, Emilio, es algo serio, algo está mal —sollozo Joaquín cubriendo su rostro con sus manos hechas puño, mientras que su cabello creaba una cortina para evitar que observaran su rostro.

—Bah, te fracturaste la cadera y te ayudé a sanar. ¿Por qué no podría ayudarte a sanar tu corazón?

Joaquín soltó una leve carcajada y luego pasó el dorso de su mano por sus mejillas y nariz, para observar que Emilio le tendía unos pañuelos. Joaquín dejó la carpeta de lado para recibirlos, a la vez que Emilio la volvía a dejar en la mesa.

Odiaba mentirle a su mejor amigo, pero él estaba tan asustado como él, porque el cardiologo apenas llegara, sería con la intención de agendarle una hora para una cirugía que seguramente lo tendría convaleciente todo un semestre. Él estaba dispuesto a erradicarse en aquel lugar alejado de su hogar, sólo para cuidar a Joaquín, aunque fuese por 6 meses.

















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Los capítulos de los 20 años son los más interesantes.

perdón si he estado publicando tarde, últimamente no tengo tanto tiempo por el colegio jejetl

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora