Undécimo intento: 22 años.

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Recuerden leer muy bien los títulos de los capítulos, ya que separan las partes de la historia y las edades que tiene Joaquín.

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El tiempo fue concebido.

Joaquín había decidido abandonar el apartamento que compartía con Emilio en Monterrey y le pidió asilo a Naveen por un tiempo, mientras comenzaba a ahorrar un fondo desde su nuevo trabajo, pero como se podía intuir, al no existir nada ni nadie que atara a Emilio a Monterrey, él decidió volver a la Ciudad de México con su madre. Estar cerca de Joaquín y conocer los lugares que visitaba con frecuencia, era una gran tentación.

De aquella separación había pasado un año y seis meses, y como se podrá predecir, aquel tiempo fue más que suficiente como para que muchas cosas cambiaran.

Joaquín comenzó a ser muy conocido en el restaurante en el cual cantaba. Estaba realmente feliz con lo que hacía y era un gran equipo junto con Sussie, quien comenzó a enseñarle piano e incluso Joaquín terminó comprándose un teclado profesional propio. Por este nuevo rumbo en su vida, abandonó la universidad y, aunque sea algo contradictorio, con la ausencia de Emilio en todo aspecto, sus accidentes fueron nulos.

Le dolía, sin duda al hombre castaño le dolía estar lejos de su mejor amigo. Emilio era un gran apoyo para él, era alguien de su rutina, de su vida diaria, y con esta idea de no tener ningún tipo de contacto, era algo completamente extraño no pensar en él siempre, en recordarlo por pequeños detalles, no ver fotos ni recibir llamadas.

Con Naveen todo fue bien, hasta que en un cierto punto Joaquín comprendió que era tiempo de ser completamente independiente, de tener su espacio, sus pertenencias y rentó un apartamento, luego de pasar seis largos meses con su novio. Fue una de las mejores cosas que pudo decidir, pues su relación en vez de debilitarse, se fortaleció. De compartir muchas horas diarias juntos, pasaron a compartir minutos valiosos que disfrutaban por completo. Se mensajeaban y compartían llamadas entre risas y confesiones.

Joaquín con la partida de su madre y la separación de Emilio, finalmente pudo ser independiente, pudo ver por sí mismo y tomar decisiones que lo beneficiaron, siendo correctas o erradas, pues lo dotaban con experiencias.

Y ahí se encontraba él, en el restaurante elegante a las 8 de la noche como cada día, vistiendo un traje impecable negro y una camisa blanca, con todos sus botones abrochados y una corbata negra de lazo. Sus cabellos castaños peinados hacia atrás, una barba de dos días que le daba un aspecto maduro pero jamás demacrado. Sus ojos miel brillantes observaban el costoso candelabro que estaba sobre su cabeza y el piano, y con elegancia se desplazó hasta llegar al micrófono. Sussie estaba a su lado, vistiendo un hermoso vestido largo color vino, con sus hombros descubiertos y su cabello pelirrojo natural en un peinado alto pero simple.

—Buenas noche a todos los comensales. Somos Sussie y Joaquín, responsables de darles una cálida bienvenida a este lugar y a entregarles música que sea de su agrado para esta velada. Disfruten y que tengan una agradable cena.

Los comensales vestidos elegantemente, tal como Joaquín y Sussie, levantaron sus copas en señal de agradecimiento y algunos volvieron a sus conversaciones, mientras que otros observaban al dúo en el pequeño escenario.

Sussie se sentó tras el piano y Joaquín se acercó al micrófono. La mujer puso sus delicados dedos sobre las teclas y la magia comenzó.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora