Octavo todo: 22 años.

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Volver al hospital ya era parte de la rutina de Joaquín, luego de un gran historial de accidentes y enfermedades. Él podía jurar que las bases de datos de los computadores, ante sus visitas, se sobre-calentaban por la información almacenada, que necesitaban discos duros nuevos por la falta de memoria o algo así.

Esta no era una ocasión especial o algo de ultra urgencia, pero con tal golpe en la cabeza que aún estaban tratando, el descanso del mes donde no fue tan descanso, pues ayudó a Emilio a mudarse, no habían sido condiciones realmente buenas ni nuevas para su salud. Siempre había sido una mierda, siempre había conocido que ante una mínima cosa nueva o fuera de lo común, terminaría algo mal. Era parte de una mala suerte que lo aquejaba y esta no era una excepción, como se mencionó antes.

Emilio estaba a su lado, como era de esperarse. Ambos esperaban pacientes de pie en la sala de espera por el llamado. Joaquín jugaba con sus manos y sentía sus mejillas a punto de explotar de lo rojas que estaban, intentando no mirar a nadie en específico, mientras que Emilio observaba fijamente su mano, notándola extraña.

Joaquín estaba nervioso porque nunca antes le había ocurrido un accidente como ese, considerando, por supuesto, su gran historial de cosas estúpidas que hizo y terminaron en pésimas consecuencias.

—Joaquín Bondoni, box 3 —se escuchó una voz por el parlante de la sala. Ambos hombres de inmediato se pusieron en posición de alerta y comenzaron a abrirse paso hasta el área de los box de emergencias, donde precisamente encontraron el 3 siendo custodiado por Mateo Symanski.

'Perfecto' pensó Joaquín. No sabía si era un pensamiento sarcástico o sincero. Sarcástico porque no sabía si le gustaría compartir con él precisamente esta situación, o sincero, donde por fin podía ver a Mateo y charlar acerca de lo que vio en el cementerio en México.

—Este mundo es demasiado pequeño —saludó Mateo entregándole abrazos a la pareja. Todos se adentraron al box y Joaquín se recostó en la camilla, mientras que el joven enfermero cerraba la cortina que era la entrada al espacio reducido —¿Cómo han estado? ¿Cómo va su vida de pareja?

—Estupenda.

—Condenada.

Joaquín y Emilio se dedicaron una mirada de potente desafío ante las diferentes repuestas, para luego suspirar intentando encontrar la calma. Por supuesto, tal reacción se debía al estrés de la situación.

—Cuando tengamos tiempo libre, podremos hablar de eso. Ahora cuéntame Joaquín, ¿qué te trae por aquí?

Las mejillas se tinturaron aún más en la pálida piel del castaño y bajó su mirar a sus manos nerviosas. Emilio suspiró, captando la señal que Joaquín no podía contestar, que él debería hacerlo.

—El fisting salió mal y perdí mi único anillo en Joaquín —contestó de inmediato el pelinegro, elevando su mano para mostrarle al enfermero.

A simple vista era posible captar que el dedo anular de Emilio era un poco más pálido en una sección que correspondía a la forma de un anillo. Mateo suspiró y rodeó los ojos, para acercarse a la computadora de la habitación que le daba ingreso a la base de datos.

Motivo de consulta: objeto extraño en cavidad anal —leyó en voz alta lo que escribía en la computadora.

—¡Oye! —reprendió Joaquín a su amigo enfermero y guía, quien se volteó extrañado por oír una voz tan demandante, sobretodo de alguien que venía avergonzado y que era su amigo. Él estaba siguiendo el protocolo de leer todo en voz alta —Que no suene tan feo...

Mateo junto a Emilio, rodearon sus ojos más que frustrados. El enfermero borró lo que había escrito y Emilio le susurró palabras e ideas para poder describir el motivo de la consulta. Ambos sonrieron ante la nueva descripción y Emilio se volteó hasta Joaquín, esperando que el enfermero leyera otra vez.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora